El Camino A Cristo
Capítulo 12 - Qué Hacer Con La Duda
MUCHOS, especialmente los que son nuevos en la vida cristiana, a veces se sienten turbados con las sugerencias del escepticismo. En la Biblia hay muchas cosas que no pueden explicar, o siquiera entender, y Satanás las emplea para hacer vacilar su fe en las Escrituras como una revelación de Dios. Preguntan: “¿Cómo sabré cuál es el camino correcto? Si la Biblia es en verdad la Palabra de Dios, ¿cómo puedo librarme de estas dudas y perplejidades?” CC 106.1
Dios nunca nos pide que creamos sin damos su-ficiente evidencia sobre la cual basar nuestra fe. Su existencia, su carácter, la veracidad de su Palabra, todas estas cosas están establecidas por testimonios que apelan a nuestra razón, y tales testimonios son abundantes. Sin embargo, Dios jamás ha quitado la posibilidad de dudar. Nuestra fe debe reposar sobre evidencias, no sobre demostraciones. Quienes quie-ran dudar tendrán oportunidad; mientras que los que realmente desean conocer la verdad encontrarán evi-dencias abundantes sobre las cuales establecer su fe. CC 106.2
Es imposible para la mente finita del hombre comprender plenamente el carácter de las obras del Infinito. Para el intelecto más perspicaz, para la mente más altamente educada, aquel santo Ser siempre habrá de permanecer envuelto en el misterio. “¿Puedes tú descubrir las cosas recónditas de Dios? ¿Puedes hasta lo sumo llegar a conocer al Todopoderoso? Ello es alto como el cielo, ¿qué podrás hacer? Más hondo es que el infierno, ¿qué podrás saber?” 1 CC 106.3
El apóstol Pablo exclama: “¡Oh profundidad de las riquezas, así de la sabiduría como de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, e ininves-tigables sus caminos!” 2 Aunque hay “nubes y oscuri-dad alrededor de él, justicia y juicio son el cimiento de su trono”. 3 Cuanto más comprendamos sus modos de obrar con nosotros, y los motivos que lo mueven a actuar de tal o cual manera, tanto más podremos discernir el amor y la misericordia sin límites unidos al poder infinito. Podemos entender de sus propósitos tanto como es bueno para nosotros saber; y más allá de esto debemos seguir confiando en esa mano omni-potente y en ese corazón lleno de amor. CC 107.1
La Palabra de Dios, como el carácter de su Autor divino, presenta misterios que nunca podrán ser ple-namente comprendidos por seres finitos. La entrada del pecado en el mundo, la encamación de Cristo, la regeneración, la resurrección y muchos otros asuntos que se presentan en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que la mente humana los explique o incluso los comprenda plenamente. Pero no tenemos razón para dudar de la Palabra de Dios porque no podemos entender los misterios de su providencia. En el mundo natural siempre estamos rodeados de misterios que no podemos sondear. Aun las formas de vida más humildes presentan un problema que el más sabio de los filósofos es incapaz de explicar. Por todas partes se presentan maravillas que superan nuestra percepción mental. Por tanto, ¿deberíamos sorprendemos que también en el mundo espiritual encontremos misterios que no podamos sondear? La dificultad está únicamente en la debilidad y estrechez de la mente humana. Dios nos ha dado en las Escrituras suficientes evidencias del carácter divino de ellas, y no debemos dudar de su Palabra porque no podamos entender todos los misterios de su providencia. CC 107.2
El apóstol Pedro dice que en las Escrituras hay “cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente... para su propia perdición”. 4 Los escépticos han presentado las di-ficultades de las Sagradas Escrituras como un argu-mento contra la Biblia; pero muy lejos de ello, ellas constituyen una fuerte evidencia de su inspiración divina. Si contuviera acerca de Dios sólo lo que pu-diéramos comprender fácilmente; si su grandeza y majestad pudieran ser abarcadas por mentes finitas, entonces la Biblia no llevaría las credenciales in-equívocas de la autoridad divina. La misma grandeza y el mismo misterio de los temas presentados de-berían inspirar fe en ella como la Palabra de Dios. CC 108.1
La Biblia presenta la verdad con una sencillez y una adaptación tan perfecta a las necesidades y anhe-los del corazón humano, que ha asombrado y encan-tado a las mentes más altamente cultivadas, al mismo tiempo que capacita al más humilde e inculto para discernir el camino de la salvación. Sin embargo, es-tas verdades sencillamente declaradas tratan temas tan elevados, de tan grande trascendencia, tan infini-tamente fuera del alcance del poder de comprensión humano, que sólo podemos aceptarlos porque Dios nos los ha declarado. Así se despliega el plan de la redención delante de nosotros, de modo que cualquiera pueda ver los pasos que debe dar con el propósito de arrepentirse para con Dios y tener fe en nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ser salvo de la manera señala-da por Dios. Sin embargo, debajo de estas verdades, tan fácilmente entendibles, existen misterios que son el escondedero de su gloria; misterios que abruman a la mente investigadora y que, sin embargo, inspiran con reverencia y fe al sincero investigador de la ver-dad. Cuanto más escudriña la Biblia, tanto más pro-funda es su convicción de que es la Palabra del Dios vivo, y la razón humana se postra ante la majestad de la revelación divina. CC 108.2
Reconocer que no podemos entender plenamente las grandes verdades de la Biblia sólo es admitir que la mente finita es inadecuada para abarcar lo infinito; que el hombre, con su limitado conocimiento humano, no puede entender los propósitos de la Omnisciencia. CC 109.1
Por cuanto no pueden sondear todos los misterios de la Palabra de Dios, los escépticos y los incrédulos la rechazan; y no todos los que profesan creer en la Biblia están libres de este peligro. El apóstol dice: “Hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón tan malo e incrédulo que se apartar del Dios vivo”. 5 Es correcto estudiar detenidamente las enseñanzas de la Biblia y, hasta donde están reveladas en la Escritura, investigar “las cosas profundas de Dios”. Porque si bien “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios... las reveladas son para nosotros”. 6 Pero es la obra de Satanás pervertir las facultades investigadoras de la mente. Cierto orgullo se mezcla en la consideración de la verdad bíblica, de modo que cuando los hombres no pueden explicar todas sus partes como quieren, se impacientan y se sienten derrotados. Para ellos es demasiado humillante reconocer que no pueden entender las palabras inspiradas. No están dispuestos a esperar pacientemente hasta que Dios juzgue oportuno revelarles la verdad. Sienten que su sabiduría humana, sin auxilio alguno, es suficiente para capacitarlos con el fin de comprender la Escritura, y, cuando no pueden hacerlo, niegan virtualmente su autoridad. Es verdad que muchas teorías y doctrinas que se consideran generalmente derivadas de la Biblia no tienen fundamento en su enseñanza y, a la verdad, son contrarias a todo el tenor de la inspiración. Estas cosas han sido causa de duda y perplejidad para muchas mentes. Sin embargo, no son imputables a la Palabra de Dios sino a la perversión que los hombres han hecho de ella. CC 109.2
Si fuera posible para los seres creados obtener un pleno conocimiento de Dios y de sus obras, entonces ya no habría para ellos, después de lograrlo, algún futuro descubrimiento de la verdad, ni crecimiento en conocimiento, ni desarrollo ulterior de la mente o el corazón. Dios ya no sería supremo; y el hombre, habiendo alcanzado el límite del conocimiento y del progreso, dejaría de mejorar. Demos gracias a Dios de que no sea así. Dios es infinito; en él están “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. 7 Y por toda la eternidad los hombres podrán estar siempre escudriñando, siempre aprendiendo y, sin embargo, jamás agotar los tesoros de su sabiduría, su bondad y su poder. CC 110.1
Dios quiere que aun en esta vida las verdades de su Palabra continúen siempre revelándose a su pue-blo. Y sólo hay un modo para poder obtener ese co-nocimiento. Podemos acceder a un entendimiento de la Palabra de Dios sólo por medio de la iluminación del Espíritu por el cual fue dada la Palabra. “Las cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de Dios”, 8 “porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas profundas de Dios”. 9 Y la promesa del Salvador a sus seguidores fue: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad... porque tomará de lo mío y os lo hará saber”. 10 CC 111.1
Dios desea que el hombre ejercite sus facultades de razonamiento; y el estudio de la Biblia fortalecerá y elevará la mente como ningún otro estudio puede hacerlo. Con todo, debemos cuidamos de no deificar a la razón, la cual está sujeta a las debilidades y flaquezas de la humanidad. Si no queremos que las Escrituras estén veladas a nuestro entendimiento, de modo que no podamos comprender ni siquiera las verdades más sencillas, debemos tener la sencillez y la fe de un niño, dispuestos a aprender y a implorar la ayuda del Espíritu Santo. Un sentido del poder y de la sabiduría de Dios, y de nuestra incapacidad para comprender su grandeza, nos inspirará con humildad y abriremos su Palabra con santo temor, como si compareciéramos ante él. Cuando nos allegamos a la Biblia nuestra razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma, y el corazón y el intelecto deben postrarse ante el gran YO SOY. CC 111.2
Hay muchas cosas, aparentemente difíciles u os-curas, que Dios hará claras y sencillas para los que así procuren entenderlas. Pero sin la dirección del Espíritu Santo estaremos continuamente expuestos a torcer las Escrituras o malinterpretarlas. Hay muchas maneras de leer la Biblia que no aprovechan y que en muchos casos causan un daño real. Cuando la Palabra de Dios se abre sin oración ni reverencia; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios, o en armonía con su voluntad, la mente es oscurecida con dudas; y entonces, con el mismo estudio de la Biblia, se fortalece el escepticismo. El enemigo se posesiona de los pensamientos y sugiere interpretaciones incorrectas. Cuando los hombres no procuran estar en armonía con Dios en obras y en palabras, entonces, por más instruidos que sean, están expuestos a errar en su modo de entender la Escritura y no es seguro confiar en sus explicaciones. Los que acuden a las Escrituras para encontrar contradicciones no tienen discernimiento espiritual. Con visión distorsionada encontrarán muchas razones para dudar y no creer en cosas que son realmente claras y sencillas. CC 112.1
Pero disfráceselo como se quiera, la causa real de la duda y del escepticismo es casi siempre el amor al pecado. Las enseñanzas y restricciones de la Palabra de Dios no agradan al corazón orgulloso, amante del pecado; y los que no quieren obedecer sus requerimientos, fácilmente dudan de su autoridad. Para llegar al conocimiento de la verdad debemos tener un deseo sincero de conocer la verdad y buena voluntad en el corazón para obedecerla. Todos los que estudien la Biblia con este espíritu encontrarán abundante evidencia de que es la Palabra de Dios, y podrán obtener un entendimiento de sus verdades que los hará sabios para la salvación. CC 112.2
Cristo dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. 11 En vez de cuestionar y cavilar tocante a lo que no entiendes, aprovecha la luz que ya brilla sobre ti, y recibirás mayor luz. Mediante la gracia de Cristo, cumple todos los deberes que han llegado a ser claros en tu entendimiento, y serás capacitado para entender y cumplir aquellos de los cuales dudas. CC 113.1
Hay una evidencia que está al alcance de todos -del más educado y del más ignorante-: la evidencia de la experiencia. Dios nos invita a probar por nosotros mismos la realidad de su Palabra, la verdad de sus promesas. Él nos dice: “Gustad y ved que Jehová es bueno”. 12 En vez de depender de las palabras de otro, tenemos que gustar por nosotros mismos. Él declara: “Pedid, y recibiréis”. 13 Sus promesas se cumplirán. Nunca han fallado; nunca pueden fallar. Y cuando seamos atraídos a Jesús y nos regocijemos en la plenitud de su amor, nuestras dudas y tinieblas desaparecerán a la luz de su presencia. CC 113.2
El apóstol Pablo dice que Dios “nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo”. 14 Y todo aquel que ha pasado de muerte a vida es capaz de atestiguar “que Dios es veraz”. 15 Puede testificar: “Necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Fueron suplidas todas mis necesi-dades, fue satisfecha el hambre de mi alma; y ahora la Biblia es para mí la revelación de Jesucristo. ¿Me preguntas por qué creo en Jesús? Porque para mí es un divino Salvador. ¿Por qué creo en la Biblia? Porque he encontrado que es la voz de Dios a mi alma”. Podemos tener en nosotros mismos el testi-monio de que la Biblia es verdadera, de que Cristo es el Hijo de Dios. Sabemos que no estamos siguiendo fábulas astutamente imaginadas. CC 114.1
Pedro exhorta a sus hermanos a crecer “en la gra-cia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 16 Cuando el pueblo de Dios crezca en la gracia, obtendrá constantemente una comprensión más clara de su Palabra. Discernirá nueva luz y be-lleza en sus sagradas verdades. Esto es lo que ha sucedido en la historia de la iglesia en todas las eda-des, y continuará sucediendo hasta el fin. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que el día es per-fecto”. 17 CC 114.2
Por medio de la fe podemos mirar el futuro y afe-rramos del compromiso de Dios respecto al desarrollo del intelecto, a la unión de las facultades humanas con las divinas y al contacto directo de todas las potencias del alma con la Fuente de luz. Podemos regocijamos de que todas las cosas que nos han con-fundido, en las providencias de Dios serán aclaradas entonces; las cosas difíciles de entender entonces encontrarán explicación; y donde nuestra mente finita sólo descubría confusión y desorden, veremos la más perfecta y hermosa armonía. “Ahora vemos por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui conocido”. 18 CC 114.3