Elena De White: Mujer De Visión

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CAPITULO 1—EL TIEMPO ERA CORRECTO

En 1837 ocurrió un evento traumático en la vida de una niñita en Portland, Maine. Este hecho tendría eventualmente consecuencias de largo alcance en todas partes del mundo. MV 15.1

En 1837 el creciente sentimiento popular que esperaba que Cristo vendría en 1844 estaba avanzando hacia una crisis. MV 15.2

En 1837 las citas para dar conferencias sólo en Vermont llenaban muchas páginas en el libro de compromisos de Guillermo Miller. MV 15.3

En 1837 los Estados Unidos estaban siendo castigados por la depresión. Robert Harmon, un fabricante de sombreros y padre de ocho hijos, los menores de los cuales eran sus mellizas de nueve años, Elena y Elizabeth, había trasladado a su familia de la granja rural en Gorham, Maine, a la ciudad de Portland, donde pensaba que encontraría un mercado mejor para los sombreros. Pero incluso el negocio de sombreros había sido afectado. De modo que un día del invierno de 1837-1838 decidió llevar su surtido de sombreros a Georgia con la esperanza de venderlos más fácilmente. Sin duda reinaba un aire de entusiasmo en la familia la noche anterior a su partida, mientras ayudaban a envolver los sombreros y a colocarlos en una bolsa grande de cuero. MV 15.4

Imaginariamente podemos ver a toda la familia siguiendo al padre a la estación de diligencias temprano a la mañana siguiente. Juntos caminaron por los senderos de tierra cercanos a la casa y luego por las veredas de madera hasta la antigua “Elm House” para tomar la diligencia occidental hacia Boston y sitios del sur. MV 15.5

Después que Robert Harmon colocó su caja de sombreros en la parte superior de la diligencia, subió a la misma y se dio vuelta para despedirse. Miró amorosamente los rasgos agradables y bien formados del rostro de Elena. La próxima vez que vería a su preciosa hija, ella habría cambiado mucho. MV 15.6

Era a media tarde. Elena y Elizabeth, con una condiscípula, estaban cruzando un parque cuando notaron que una niña mayor, que también asistía a la Escuela de la Calle Brackett de Portland, las estaba siguiendo. Con una piedra en la mano, les dirigió a los gritos algunas palabras airadas. Se les había enseñado a los niños Harmon que nunca se vengaran, de modo que corrieron hacia la casa. MV 15.7

Mientras corrían, Elena se dio vuelta para ver cuán lejos de ellas estaba la niña. Al darse vuelta, la piedra le golpeó directamente en el rostro. Elena cayó al suelo inconsciente, mientras le corría sangre de la nariz manchándole la ropa. Alguien le dio primeros auxilios en un negocio cercano. Luego un cliente, totalmente desconocido, se ofreció para llevar a Elena a la casa en su carruaje. Pero Elena, temiendo que podría manchar el carruaje con sangre, rechazó el ofrecimiento. Sin embargo, cuando intentó ir a pie, pronto se desmayó y cayó al suelo. Elizabeth y la condiscípula se las arreglaron para transportarla a la casa, a una cuadra o dos de distancia. MV 15.8

Siguieron días llenos de ansiedad. Elena permaneció en coma por tres semanas. Cuando recobró el conocimiento, no recordaba nada del incidente. Todo lo que sabía era que estaba acostada en su cama, sumamente débil. Cierto día oyó que un visitante decía: “¡Qué pena! Yo no la habría conocido”. MV 16.1

“Déjenme verme”, dijo Elena. MV 16.2

Le entregaron un espejo. El impacto fue casi más de lo que podía soportar. MV 16.3

Cada rasgo de mi rostro parecía cambiado... El hueso de mi nariz resultó estar quebrado. La idea de sobrellevar mi desgracia por toda la vida me era insoportable. No podía ver el menor placer en mi vida. No deseaba vivir y no me atrevía a morir, porque no estaba preparada (2SG, p. 9). MV 16.4

Elena aprendió pronto la tremenda diferencia que produce el aspecto personal en la manera en que uno es tratado. Aunque ella recuperó lentamente sus fuerzas para jugar, sus jóvenes amigas la rechazaban. MV 16.5

Otra consecuencia de su accidente fue que le resultaba imposible estudiar. No podía retener lo que aprendía y su mano estaba demasiado inestable como para escribir. Su maestra le aconsejó que abandonase la escuela hasta que su salud mejorase. Ella recordó de esta manera su experiencia: MV 16.6

La más terrible lucha de mi niñez fue la de verme obligada a ceder a mi flaqueza corporal, y decidir que era preciso dejar los estudios y renunciar a toda esperanza de obtener una preparación (NB, p. 21). MV 16.7

Elena a menudo no se resignaba a ser casi una inválida. También sentía un profundo sentido de pecado y de culpabilidad. A veces, casi abrumada por la tristeza, se dirigía a Jesús en busca de consuelo y recibía de él consolación. MV 16.8

“Creía que Jesús me amaba aun a mí”, dijo (2SG, p. 11). MV 16.9

Más tarde Elena comprendió que el golpe cruel que hacía su vida miserable resultó ser una bendición disfrazada. “Jamás podría haber conocido a Jesús, si la tristeza que ensombreció mis primeros años no me hubiera inducido a buscar consuelo en él” (RH, 25 de noviembre, 1884). MV 16.10

En marzo de 1840 Guillermo Miller condujo una serie de reuniones de reavivamiento en Portland, Maine. En la serie habló sobre la segunda venida de Cristo y otras profecías bíblicas. Predicó fervientemente de que el fin del mundo estaba cerca. Con su familia y amigos Elena asistió a las reuniones. Los sermones poderosos y solemnes de Miller produjeron un sentimiento de “terror” y “convic ción” en toda la ciudad, y consuelo y esperanza en Elena que tenía entonces doce años de edad (NB, p. 23). MV 16.11