Elena De White: Mujer De Visión

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CAPITULO 27—INCENDIO DEL SANATORIO DE BATTLE CREEK

Si el telegrama que llegó a Elmshaven el martes 18 de febrero de 1902 por la mañana, hubiera dicho que la Review and Herald Publishing House había sido destruida por un incendio, Elena de White no se habría sorprendido. Cinco meses antes ella había escrito un mensaje a sus administradores que fue leído a la junta directiva: MV 416.1

“Casi he sentido temor de abrir la Review, temiendo ver que Dios ha purificado la casa publicadora por fuego” (Carta 138, 1901 [8T, p. 91]). MV 416.2

Pero el mensaje que llegó esa mañana lluviosa fue de que los dos edificios principales del sanatorio en Battle Creek acababan de quemarse hasta los cimientos. La Sra. White buscó su pluma y un tanto en agonía escribió lo siguiente: MV 416.3

En este momento quisiera hablar palabras de sabiduría, ¿pero qué puedo decir? Sufrimos con aquellos cuyos intereses de la vida están ligados a esta institución. Oremos para que esta calamidad obre para bien de aquellos que deben sentirla muy hondamente. Ciertamente podemos llorar con aquellos que lloran (MS 76,1903). MV 416.4

¿Por qué, se sintió inducida a preguntar, es que esta institución, que ha sido un gran instrumento para el bien, tenía que sufrir tal pérdida? Al trazar las palabras, página tras página, ella escribió: MV 416.5

Se me ha instruido que diga: Que nadie intente dar una razón del incendio de la institución que hemos apreciado tan altamente. Que nadie intente decir por qué se permitió que viniese esta calamidad. Que cada uno examine su propio curso de acción. Que cada uno se pregunte a sí mismo si está cumpliendo con la norma que Dios ha colocado ante él... Que nadie trate de explicar esta providencia misteriosa. Agradezcamos a Dios que no hubo una gran pérdida de vidas. En esto vemos la mano misericordiosa de Dios (Ibíd..). MV 416.6

El personal en Elmshaven esperaba ansiosamente noticias que presentasen en detalle lo que acababa de ocurrir. Vinieron a grandes rasgos en los diarios de la costa oeste y luego más detalladamente en cartas y en el siguiente número de la Review and Herald. MV 416.7

Era una noche de invierno, con nieve abundante sobre el terreno. El sanatorio había estado ganando popularidad en forma constante, y sus edificios principales estaban totalmente llenos. Su lista de huéspedes incluía nombres de líderes de los negocios y del gobierno. Sólo un personal mínimo estaba de servicio el martes 18 de febrero de 1902, a las 4:00 de la mañana, cuando estalló el incendio en el sótano del edificio principal del sanatorio, justo debajo de las salas de tratamiento. Las dos alarmas principales del edificio se activaron como también la caja de alarma contra incendios más cercana en la ciudad. Equipos de Battle Creek y de ciudades cercanas corrieron para luchar contra el incendio. Pero extendiéndose a través de los sistemas de ventilación y de los huecos de los ascensores, las llamas pronto envolvieron el edificio, indicando claramente que no se lo podía salvar. MV 417.1

Las enfermeras y otros miembros del personal ejecutaron su plan de evacuación contra incendios que habían practicado bien, tomando primero a los 50 pacientes que no podían salir de sus camas, y luego ayudando a las mujeres y niños a ponerse en salvo. MV 417.2

Los pacientes ambulatorios hicieron buen uso de las vías de escape para incendios. Con la bendición especial de Dios todos los pacientes fueron sacados del edificio. Se tuvo la seguridad de esto cuando los médicos y las enfermeras, con toallas húmedas alrededor de la cabeza, tanteaban el camino a través del humo denso para volver a revisar las piezas y los corredores. Cuando el inspector de seguros examinó la situación unos pocos días después del incendio, declaró: “Nada sino el poder divino pudo haber ayudado a esas enfermeras y médicos a hacer lo que hicieron para sacar a la gente” (DF 45a, S. H. Lane a AGD, 28 de febrero, 1902). MV 417.3

Pero un hombre sí perdió la vida. Era el “viejo Case”, un paciente excéntrico cercano a los 90, quien, no confiando en los bancos, siempre llevaba su tesoro consigo en un bolso, “todo lo que tenía desde un dólar a cinco mil (Ibíd.). Él, su esposa y la hija fueron conducidos a un lugar seguro, y luego, sin ser notado, él debe haber regresado al edificio para recuperar su bolso con su tesoro. Nunca salió. MV 417.4

Desde el edificio principal del sanatorio el incendio pronto se extendió a través de la calle al hospital, una estructura de cinco pisos. Como el edificio estaba situado en un cerro, la presión del agua fue insuficiente para protegerlo. Así que también se quemó. MV 417.5

A las 7:00 de la mañana de ese martes todo había terminado. Las estructuras principales del sanatorio habían desaparecido. Los pacientes, unos 400 en total, habían sido “trasladados a varios edificios grandes que” fueron “rápidamente adaptados para el propósito correspondiente, y a las cabañas que no fueron afectadas por el desastre” (Medical Magazine, abril de 1902, p. 181). Inmediatamente el personal entró en acción para proveer a los pacientes una atención continua. El programa de tratamientos, un tanto modificado, continuó ese día. MV 417.6

En el momento del incendio el Dr. Kellogg estaba en el tren regresando desde la costa oeste a Battle Creek. Se enteró de él cuando llegó a Chicago el martes de noche. Mientras continuaba su viaje a Battle Creek pidió una mesa y utilizó las dos horas en dibujar planos para el edificio de un nuevo sanatorio. MV 418.1

El traslado del Colegio de Battle Creek a Berrien Springs cuatro meses antes del incendio había dejado edificios vacantes que estaban a disposición del sanatorio. Los dormitorios, el Salón del Oeste y el Salón del Sur, pronto se llenaron con pacientes del sanatorio. El viejo edificio de aulas y de administración del Colegio de Battle Creek proporcionó espacio para las oficinas administrativas. El Salón del Este, el dormitorio perteneciente al sanatorio que ocupaban las enfermeras, pudo alojar a 150 de los pacientes. Las enfermeras se trasladaron a otro lugar. Rápidamente se equiparon extensas salas para baños y tratamientos en los sótanos de dos de estos edificios. De esa manera, al cabo de pocos días el programa del sanatorio seguía adelante con bastante normalidad. MV 418.2

W. C. White se negó a creer el primer informe del desastre. Pero el segundo informe llevaba evidencia de autenticidad, y en una carta él expresó sus sentimientos: “Quiero unirme a todo nuestro pueblo al lamentar esta gran pérdida para nosotros como pueblo y para el mundo” (18 WCW, p. 425). MV 418.3

Los ciudadanos de Battle Creek pidieron el privilegio de celebrar una reunión masiva en el Tabernáculo, en la noche del miércoles 19 de febrero. Fue conducida por los clérigos de la ciudad. El Tabernáculo estaba atestado; se dijeron palabras de encomio y se hicieron promesas de apoyo moral y financiero. MV 418.4

Mientras Elena de White consideraba las primeras noticias esquemáticas del incendio, mientras las brasas todavía estaban calientes en Battle Creek, ella escribió: MV 418.5

Nuestro Padre celestial no aflige o entristece voluntariamente a los hijos de los hombres. Tiene su propósito en el torbellino y la tormenta, en el incendio y en la inundación. El Señor permite que le vengan calamidades a su pueblo para salvarlos de peligros mayores (MS 76, 1903). MV 418.6