Elena De White: Mujer De Visión
EL GRAN CHASCO DEL 22 DE OCTUBRE DE 1844
Con el aliento contenido, los adventistas, no menos de 50.000 y probablemente cerca de 100.000 esparcidos a lo largo de la sección noreste de Norteamérica, se levantaron para saludar el día memorable, el martes 22 de octubre de 1844. MV 22.3
Algunos buscaron lugares ventajosos donde pudieran escrutar los cielos claros, con la esperanza de advertir la primera vislumbre de la venida de su Señor que volvía a la tierra. ¿Cuándo vendría Jesús? Las horas de la mañana pasaron lentamente. Llegó el mediodía y luego la tarde. Finalmente las tinieblas descendieron sobre la tierra. Pero todavía era el 22 de octubre y seguiría siéndolo hasta la medianoche. Finalmente llegó esa hora, pero Jesús no vino. MV 22.4
Su chasco casi trasciende toda descripción. En años posteriores algunos escribieron sobre esa tremenda experiencia. Hiram Edson dio un relato vivido de cómo esperaron la venida del Señor “hasta que el reloj tocó las doce campanadas a medianoche. Entonces nuestro chasco se convirtió en una certeza”. MV 22.5
Nuestras más caras esperanzas y expectativas quedaron destrozadas, y se apoderó de nosotros un ansia de llorar como yo nunca había experimentado antes. Parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no podía compararse [a este dolor]. Lloramos y lloramos, hasta que amaneció. MV 22.6
Reflexionaba en mi corazón, diciendo: “Mi experiencia adventista ha sido la más rica y brillante de toda mi experiencia cristiana. Si esto ha resultado un fracaso, ¿qué valor tenía el resto de mi experiencia cristiana? ¿La Biblia ha demostrado ser un fracaso? ¿Será que no hay Dios, ni cielo, ni una ciudad con una casa de oro, ni Paraíso? ¿Será que todo esto es una fábula ingeniosamente concebida? ¿Será que nuestras más caras esperanzas y expectativas de estas cosas carecen de realidad?” Si todas nuestras esperanzas más queridas se habían perdido, por cierto teníamos algo por lo cual entristecemos y llorar. Y como dije, lloramos hasta que amaneció (DF 588, manuscrito de Hiram Edson [ver también RH, 23 de junio, 1921]). MV 22.7
Elena de White dio el siguiente relato como testigo presencial: MV 23.1
Quedamos... chasqueados, pero no descorazonados. Resolvimos evitar toda murmuración en la experiencia crucial con que el Señor eliminaba de nosotros las escorias y nos afinaba como oro en el crisol. Decidimos sometemos pacientemente al proceso de purificación que Dios consideraba necesario para nosotros, y aguardar con paciente esperanza que el Señor viniese a redimir a sus probados fieles. MV 23.2
Estábamos firmes en la creencia de que la predicación del tiempo señalado era de Dios. Fue esto lo que movió a muchos a escudriñar diligentemente la Biblia, con lo cual descubrieron en ella verdades no advertidas por ellos hasta entonces... MV 23.3
Nuestra desilusión no fue tan grande como la de los primeros discípulos. Cuando el Hijo del hombre entró triunfalmente en Jerusalén, ellos esperaban que fuese coronado rey... Sin embargo, a los pocos días, estos mismos discípulos vieron que su amado Maestro, acerca de quien ellos creían que iba a reinar sobre el trono de David, estaba pendiente de la cruenta cruz por encima de los fariseos que lo escarnecían y denostaban. Sus elevadas esperanzas quedaron chasqueadas, y los envolvieron las tinieblas de la muerte. Sin embargo, Cristo fue fiel a sus promesas (NB, pp. 68-69). MV 23.4