Testimonios para la Iglesia, Tomo 1

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El traspaso de las responsabilidades

Los hermanos observadores del sábado que traspasan sus responsabilidades de mayordomos a sus esposas, pudiendo hacerlo ellos mismos, no tienen sabiduría y al hacer esto desagradan a Dios. La responsabilidad de mayordomo del esposo no puede ser traspasada a la esposa. No obstante, esto se trata de realizar con gran perjuicio para ambos. Un esposo creyente algunas veces transfiere su propiedad a su compañera no creyente, esperando gratificarla de esa manera, anular su oposición y finalmente inducirla a creer la verdad. Pero esto no es más ni menos que un intento de comprar la paz, o alquilar a la esposa para que crea la verdad. El esposo transfiere a alguien que no simpatiza con la verdad, los recursos que Dios le ha prestado para adelantar su causa; ¿qué cuenta rendirá tal mayordomo cuando el Gran Maestro requiera lo que es suyo con creces? Padres creyentes a menudo han transferido sus propiedades a sus hijos incrédulos, incapacitándose de ese modo para darle a Dios lo que le pertenece. Al actuar así, dejan de lado la responsabilidad que Dios ha colocado sobre ellos, y ponen en las filas del enemigo recursos que Dios les ha confiado para que les sean devueltos al ser invertidos en su causa cuando los pida. 1TPI 461.3

No está en los planes de Dios que los padres que son capaces de administrar sus propios bienes deban ceder el control de ellos, aun a hijos de la misma fe. A menudo, éstos no poseen tanta devoción a la causa como deberían, y no han sido enseñados en la adversidad y aflicción como para darle alta estima al tesoro celestial y menos al terrenal. Los medios colocados en las manos de los tales llegan a ser grandes males. Es tentarlos a colocar sus afectos en lo terrenal y su confianza en la propiedad, y sentir que no necesitan nada más. Cuando llegan a sus manos medios que no han adquirido por su propio trabajo, rara vez los usan sabiamente. 1TPI 462.1

El esposo que transfiere su propiedad a su esposa le abre una amplia salida de tentación, sea ésta creyente o no. Si es creyente y naturalmente tacaña, inclinada al egoísmo y a la adquisición de bienes, la lucha para vencer será mucho más difícil con las propiedades de su esposo más las propias. Para ser salva, ella debe vencer todos estos rasgos particulares malos e imitar el carácter de su divino Señor, buscando la oportunidad de hacer bien a otros, de amarlos como Cristo nos ha amado. Ella debería cultivar el precioso don del amor que nuestro Salvador poseía en tal abundancia. Su vida fue caracterizada por una benevolencia noble y desinteresada. Ni un solo acto egoísta manchó su vida. 1TPI 462.2

Cualesquiera hayan sido los motivos del esposo, él ha colocado un terrible tropiezo en la senda de su esposa, estorbándole su esfuerzo para triunfar. Y si el traspaso se hace a los hijos, siguen los mismos maléficos resultados. Dios lee sus motivos. Si es egoísta y ha hecho el traspaso para ocultar su codicia y escaparse personalmente de realizar cualquier cosa para adelantar la causa, la bendición de Dios ciertamente no le acompañará. Dios lee los propósitos e intentos del corazón, y prueba los motivos de los hijos de los hombres. Su advertencia y evidente descontento puede no ser manifestado como en el caso de Ananías y Safira; no obstante, al final el castigo no será menor del que les fue infligido. Al tratar de engañar a los hombres, mentían a Dios. “El alma que pecare, morirá”. 1TPI 462.3

Los tales no soportarán la prueba del juicio con mayor ventaja que el hombre que recibió un talento y lo escondió en la tierra. Cuando se le llamó a rendir cuentas, acusó a Dios de injusticia: “Yo sé que eres hombre duro, que siegas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido: Y yo tuve miedo y fuí y escondí tu talento en la tierra (donde no fuera beneficiada la causa de Dios con éste): He aquí, tu talento”. Dios dijo: “Quitadle el talento y dadlo a aquel que tiene diez talentos... Y al siervo infiel echadlo en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes”. Este hombre tuvo miedo de que el Señor se beneficiara con la ganancia de su talento. 1TPI 463.1

Vi que hay muchos que han envuelto su talento en una servilleta y lo han escondido en la tierra. Parecen pensar que cada centavo invertido en la causa de Dios es irrecobrable. Para los que se sienten así, así es. No recibirán premio. Dan renegando, solamente porque se sienten obligados a hacer algo. Dios ama al dador alegre. Los que se precian de poder transferir su responsabilidad a su esposa o hijos son engañados por el enemigo. El traspaso de bienes no mermará su responsabilidad. Son hechos responsables de los medios que Dios ha confiado a su cuidado, y de ninguna manera pueden exceptuarse de esta responsabilidad hasta que sean liberados al devolverle a Dios lo que les había encargado. 1TPI 463.2

El amor al mundo separa de Dios. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Es imposible que alguien discierna la verdad si sus afectos están en el mundo. El mundo se interpone entre ellos y Dios, nublando la visión y entumeciendo las sensibilidades a tal grado que es imposible para ellos discernir cosas sagradas. El Señor dice a tales personas: “Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, vosotros de doble ánimo afligíos, y gemid, y llorad, que vuestra risa se convierta en lamento y vuestro gozo en pesadumbre”. A los que han manchado sus manos con la contaminación del mundo se les requiere limpiarse de sus manchas. Aquellos que piensan que pueden servir al mundo y todavía amar a Dios sufren de doblez mental. ¡No pueden servir a Dios y a Mammón! Son hombres de doble mentalidad, que aman al mundo y han perdido todo sentido de su obligación a Dios. Y aun profesan ser seguidores de Cristo. No son ni una cosa ni la otra. Perderán este mundo y el venidero a menos que limpien sus manos y purifiquen sus corazones por medio de la obediencia a los puros principios de la verdad. “El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. “En esto es hecho perfecto nuestro amor, que tengamos claridad en el día del juicio: porque como él es, así somos nosotros en este mundo”. “Por esto se nos da abundante gracia y preciosas promesas: para que por ellas seáis participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia”. 1TPI 463.3

Es la concupiscencia mundanal lo que está destruyendo nuestra piedad. El amor al mundo y las cosas que están en el mundo están separándonos del Padre. La pasión por las ganancias terrenales está aumentando entre aquellos que profesan estar esperando la pronta aparición de nuestro Salvador. La concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida controlan aún a los profesos cristianos. Con avaricia concupiscente buscan las cosas del mundo y muchos venderán la vida eterna por ganancias no santificadas. 1TPI 464.1

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