La esclavitud y la guerra
Dios esta castigando a esta nación debido al gran delito de la esclavitud. Tiene en sus manos el destino de la nación. Castigará al sur por el pecado de la esclavitud, y al norte por haber soportado durante tanto tiempo su abarcante y penosa influencia.
1TPI 239.1
En la Conferencia llevada a cabo en Roosevelt, Nueva York, el 3 de agosto de 1861 cuando los hermanos y hermanas se reunieron en el día dedicado a la humillación, el ayuno y la oración, el Espíritu del Señor descansó sobre mí. Fui tomada en visión y se me mostró el pecado de la esclavitud, que durante tanto tiempo ha sido una maldición para esta nación. La ley contra los esclavos fugitivos estaba calculada para reprimir y erradicar del ser humano todo sentimiento noble y generoso de simpatía que pudiera surgir en su corazón en favor de los esclavos oprimidos y sufrientes. Este mal se encuentra en oposición directa a las enseñanzas de Cristo. El azote de Dios ahora se ha descargado sobre el Norte, porque se ha sometido durante tanto tiempo a los avances del poder esclavizador. Es grande el pecado de los hombres del Norte que favorecen la esclavitud. Han fortalecido al Sur en su pecado aprobando la extensión de la esclavitud; han desempeñado una parte importante en el desarrollo de los acontecimientos que ha puesto a esta nación en su actual condición tan aflictiva.
1TPI 239.2
Se me mostró que muchas personas no comprenden la extensión del mal que nos ha sobrecogido. Se han halagado a sí mismos diciéndose que las dificultades de la nación pronto se solucionarán y que pronto concluirán la confusión y la guerra, pero todos quedarán convencidos de que la situación no es tan sencilla como se había anticipado. Muchos han esperado que el norte aseste un golpe y ponga punto final al conflicto.
1TPI 240.1
Se me llamó la atención al Israel antiguo mantenido en esclavitud por los egipcios. El Señor obró mediante Moisés y Aarón para ponerlo en libertad. Se llevaron a cabo milagros delante de Faraón para convencerlo de que esos hombres habían sido especialmente enviados por Dios para pedirle que dejara en libertad a Israel. Pero el corazón de Faraón se endureció contra los mensajeros del Señor, por lo que descartó los milagros obrados en su presencia. Debido a eso los egipcios tuvieron que soportar los juicios de Dios. Fueron visitados con plagas y mientras sufrían bajo el efecto de las mismas, Faraón consintió en poner en libertad al pueblo de Israel. Pero en cuanto desapareció la causa de sus sufrimientos, su corazón volvió a endurecerse. Sus consejeros y los hombres poderosos se hicieron fuertes contra Dios y trataron de explicar las plagas como el resultado de causas naturales. Cada visitación de Dios era más severa que la anterior, y sin embargo ellos no libertaron a los hijos de Israel hasta que el ángel del Señor mató a los primogénitos de los egipcios. Desde el rey sentado en su trono hasta el súbdito más humilde, experimentaron aflicción y luto. Después de eso Faraón ordenó la salida de Israel; pero después que los egipcios hubieron enterrado a sus muertos, él se arrepintió de haberlos dejado salir. Sus consejeros y dirigentes trataron de explicar el origen de su aflicción. No quisieron admitir que habían experimentado el juicio de Dios, de modo que salieron en persecución de los hijos de Israel.
1TPI 240.2
Cuando los israelitas vieron a los soldados egipcios que los perseguían, algunos en caballos y otros en carros, y equipados para la guerra, desfallecieron de temor. El Mar Rojo estaba delante de ellos y los egipcios detrás. De modo que no podían ver ninguna vía de escape. Los egipcios lanzaron exclamaciones de triunfo al ver que los israelitas se encontraban completamente a su merced. El pueblo estaba muy atemorizado. Pero el Señor le ordenó a Moisés que indicara al pueblo que avanzara y que levantara la vara y extendiera su mano sobre el mar para dividir sus aguas. El así lo hizo y las aguas se separaron, lo que permitió al pueblo de Israel pasar sobre tierra seca. Faraón había resistido durante tanto tiempo a Dios y había endurecido tanto su corazón contra sus obras poderosas y admirables, que en su ceguera se apresuró a entrar en el camino que Dios había preparado milagrosamente para su pueblo. Nuevamente a Moisés se le ordenó que extendiera su brazo sobre el mar “y el mar se volvió en toda su fuerza”, y las aguas cubrieron a la hueste egipcia y todos se ahogaron.
1TPI 240.3
Se me presentó esta escena para ilustrar el amor egoísta a la esclavitud, las medidas desesperadas que el sur adoptaría para mantener la institución, y los terribles extremos a que estarían dispuestos a llegar antes de ceder. El sistema de la esclavitud ha reducido y degradado a los seres humanos hasta el nivel de las bestias, y la mayor parte de los amos de los esclavos los consideran como tales. Las conciencias de esos amos se han endurecido, lo mismo que la de Faraón; y si se ven obligados a poner en libertad a sus esclavos, sus principios permanecen inalterados, y si fuera posible harían sentir a los esclavos todo su poder opresor. En ese momento me pareció que era imposible deshacer la esclavitud. Solamente Dios puede arrancar a los esclavos de las manos de sus desesperados e infatigables opresores. Todo el abuso y la crueldad ejercidos hacia el esclavo se pueden imputar con justicia a los que apoyan el sistema de esclavitud, ya se trate de hombres del sur o del norte.
1TPI 241.1
Me fueron presentados el norte y el sur. El norte ha estado engañado con respecto al sur. Estos últimos están mejor preparados para la guerra de lo que se había supuesto. La mayor parte de sus hombres son hábiles en el uso de las armas, algunos de ellos por experiencia en el campo de batalla, y otros debido a la práctica habitual. Tienen ventajas sobre el norte en este sentido, pero en general no poseen el valor ni el aguante de los hombres del norte.
1TPI 241.2
Tuve una visión de la desastrosa batalla que se libró en Manassas, Virginia. Fue una escena muy violenta y aflictiva. El ejército del Sur lo tenía todo a su favor y estaba preparado para una terrible lucha. El ejército del Norte avanzaba en triunfo, sin la menor duda de que ganarían la victoria. Muchos eran descuidados y avanzaban con alardes como si la victoria ya hubiera sido suya. Al acercarse al campo de batalla, muchos casi se desmayaban de cansancio y por falta de refresco. No esperaban un encuentro tan terrible. Se precipitaron a la batalla y lucharon valientemente y con desesperación. Por todas partes había muertos y moribundos. Tanto el Norte como el Sur experimentaron bajas considerables. Los hombres del Sur sentían el peso de la batalla y en poco tiempo más habrían tenido que retroceder aún más. Los soldados del Norte seguían avanzando apresuradamente aunque su destrucción era muy grande. Justamente en ese momento un ángel descendió y agitó su mano hacia atrás. Instantáneamente se produjo una confusión en las filas. Les pareció a los hombres del Norte que sus tropas habían comenzado a retirarse, cuando en realidad no había ocurrido tal cosa, y eso produjo una precipitada retirada. Esto me pareció algo admirable. Luego se explicó que Dios tenía esta nación en su propia mano y no soportaría que se ganaran victorias con más rapidez de lo que él había ordenado, y no permitiría más pérdidas de hombres del Norte que lo que su sabiduría considerara adecuado, para castigarlos por sus pecados. Y si el ejército del Norte en ese momento hubiera seguido presentando batalla en su condición de agotamiento, la mayor lucha y destrucción que les esperaba habría significado un gran triunfo para el Sur. Dios no estaba dispuesto a permitirlo, de modo que envió un ángel para que interfiriera en la batalla. La repentina retirada de las tropas del Norte es un misterio para todos. No saben que la mano de Dios había intervenido en este asunto.
1TPI 241.3
La destrucción del ejército del sur fue tan grande que no tuvieron ánimo para jactarse. La visión de los muertos, los moribundos, y los heridos les dio poco valor para celebrar. Esta destrucción, que ocurrió cuando ellos tenían todas las ventajas de su parte, y el norte estaba en gran desventaja, les causó gran perplejidad. Saben que si el norte tuviera igual oportunidad que ellos, ciertamente ganaría la victoria. Su única esperanza consiste en ocupar posiciones difíciles de alcanzar, y luego con sus armamentos lanzar destrucción en todos lados.
1TPI 242.1
El Sur se ha fortalecido notablemente desde el comienzo de su rebelión. Si entonces el Norte hubiera tomado medidas activas, esta rebelión habría sido sofocada rápidamente. Pero lo que en un tiempo fue algo reducido, ha aumentado en poder y en número hasta convertirse en algo sumamente poderoso. Otras naciones observan de cerca lo que ocurre en este país, con un propósito del que no fui informada, y están haciendo grandes preparativos para algún acontecimiento. Ahora existe gran confusión y ansiedad entre los dirigentes de nuestra nación. Entre ellos se encuentran hombres que favorecen la esclavitud y traidores; y mientras éstos supuestamente favorecen la Unión, ejercen influencia en la adopción de decisiones, algunas de las cuales hasta favorecen la causa del Sur.
1TPI 242.2
Se me mostró a los habitantes de la Tierra en gran confusión. La tierra estaba afligida por guerra, derramamiento de sangre, privación, necesidad, hambre y pestilencia. Cuando estas cosas rodearon al pueblo de Dios, éste comenzó a unirse y a poner de lado sus pequeñas dificultades. Ya no estuvieron controlados por la dignidad personal, y una profunda humildad tomó su lugar. El sufrimiento, la perplejidad y la privación hicieron que la razón volviera a ocupar el lugar que le correspondía, y los hombres apasionados e irrazonables se tornaron sensatos y actuaron con discreción y sabiduría.
1TPI 243.1
Luego se me hizo apartar la atención de esa escena. Parecía haber un corto tiempo de paz. Una vez más se me presentaron los habitantes de la tierra, y nuevamente todo estaba en la mayor confusión. Las luchas, las guerras, el derramamiento de sangre, el hambre y la pestilencia se manifestaban en todas partes. Otras naciones se habían mezclado en esta guerra y confusión. La guerra produjo hambre. La miseria y el derramamiento de sangre causaron pestilencia. Y entonces se hallaron “desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra”. Lucas 21:26.
1TPI 243.2
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1TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
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