El sembrador del evangelio
La parábola del sembrador del evangelio, que Cristo presentó ante sus oyentes, contiene una lección que debiéramos estudiar. Aquellos que predican la verdad presente y esparcen la buena simiente obtendrán los mismos resultados que el sembrador del evangelio. Todas las clases de personas se verán afectadas en mayor o menor medida por la presentación de la verdad directa y convincente. Algunos serán oyentes junto al camino. Serán afectados por las verdades habladas; pero no han cultivado las facultades corrientes: han seguido la inclinación antes que el deber, y los hábitos malos han endurecido sus corazones hasta que se han vuelto como el camino duro y trillado. Pueden profesar que creen la verdad; pero no tendrán un sentido preciso de su carácter sagrado y elevado. No se separan de la amistad con los amantes de los placeres y de la sociedad corrupta, sino que se colocan donde son tentados constantemente, y pueden ser perfectamente representados por el campo que no tiene cerca. Invitan a las tentaciones del enemigo y finalmente pierden el interés que parecían tener por la verdad cuando la buena simiente cayó en sus corazones.
3TPI 126.1
Otros son oyentes en pedregales. Reciben fácilmente cualquier cosa nueva y excitante. Reciben con gozo la palabra de verdad. Hablan fervientemente, con ardor y celo en cuanto a su fe y esperanza, e incluso pueden reprochar a creyentes de larga experiencia por alguna aparente deficiencia o por su falta de entusiasmo. Pero cuando son probados por el calor de la prueba y la tentación, cuando se les aplica la tijera de podar de Dios para que puedan rendir fruto que alcance la perfección, su celo muere y sus voces se silencian. Ya no se jactan de la fuerza y el poder de la verdad.
3TPI 126.2
Esta clase está dominada por los sentimientos. No tienen profundidad ni estabilidad de carácter. Los principios no son profundos, no están implícitos en los motivos de la acción. Por palabra han exaltado la verdad, pero no son hacedores de ella. La semilla de verdad no ha echado raíces debajo de la superficie. El corazón no ha sido renovado por la influencia transformadora del Espíritu de Dios. Y cuando la verdad requiere hombres y mujeres trabajadores, cuando deben hacerse sacrificios por causa de la verdad, ellos están en otra parte; y cuando vienen las pruebas y persecuciones, desertan porque no tienen profundidad de tierra. La verdad, clara, directa y rigurosa, es colocada sobre el corazón y revela la deformidad del carácter. Algunos no soportarán esta prueba, pero frecuentemente cierran los ojos ante sus propias imperfecciones; aunque su conciencia les diga que las palabras habladas por los mensajeros de Dios, que se relacionan tan estrechamente con sus caracteres cristianos, son verdad; sin embargo, no escucharán la voz. Se ofenden a causa de la Palabra y renuncian a la verdad antes que someterse para ser santificados mediante ella. Se lisonjean de que pueden llegar al cielo en una forma más fácil.
3TPI 126.3
Todavía hay otra clase que está representada en la parábola. Hay hombres y mujeres que escuchan la Palabra y que se convencen de la verdad y la aceptan sin ver la pecaminosidad de sus corazones. El amor al mundo ocupa un gran lugar en sus afectos. En asuntos comerciales a ellos les encanta conseguir lo mejor del convenio. Mienten, y por engaño y fraudes ganan recursos que siempre les resultarán como una espina; porque esto tendrá más peso que sus buenos propósitos e intenciones. La buena semilla sembrada en sus corazones es ahogada. Frecuentemente están tan embargados de preocupaciones y ansiedad, temiendo que no obtendrán ganancias, o que perderán lo que han ganado, que colocan en primer lugar sus asuntos temporales. No nutren la buena simiente. No asisten a reuniones donde sus corazones pueden ser fortalecidos mediante privilegios religiosos. Temen que enfrentarán alguna pérdida en las cosas temporales. El engaño de las riquezas los conduce a jactarse de que es su deber afanarse y ganar todo lo que puedan, para poder ayudar a la causa de Dios; y sin embargo cuanto más aumentan sus riquezas terrenales, menos inclinados están sus corazones a desprenderse de su tesoro, hasta que se apartan totalmente de la verdad que amaron. La buena semilla es ahogada porque fue tapada con innecesaria ansiedad y preocupaciones mundanales, con el amor a los placeres del mundo y los honores que dan las riquezas.
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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
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