La rebelión no está curada
Después de esta terrible exhibición del juicio de Dios el pueblo regresó a sus tiendas. Estaban aterrorizados, pero no humillados. Habían sido profundamente influenciados por el espíritu de rebelión, y Coré y su compañía los habían inducido a creer que eran personas muy buenas y que Moisés los había tratado en forma injusta y abusiva. Sus mentes estaban tan enteramente imbuidas con el espíritu de aquellos que habían perecido que les era difícil liberarse de su prejuicio ciego. Si admitían que Coré y su compañía eran todos impíos y Moisés justo, entonces se verían forzados a recibir como la palabra de Dios lo que ellos no estaban dispuestos a creer, que ciertamente todos debían morir en el desierto. No estaban dispuestos a someterse a esto y trataron de creer que todo era una impostura, que Moisés los había engañado. Los hombres que habían perecido les habían hablado palabras agradables y habían manifestado interés especial y amor por ellos, y pensaron que Moisés era un hombre intrigante. Llegaron a la conclusión de que no podían estar equivocados; que, después de todo, esos hombres que habían perecido eran hombres buenos, y de algún modo Moisés había sido la causa de su destrucción.
3TPI 387.1
Satanás puede conducir a las almas engañadas a grandes extremos. Puede pervertir su juicio, su vista y su oído. Así ocurrió en el caso de los israelitas. “El día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová”. Números 16:41. El pueblo estaba chasqueado de que el asunto se hubiera definido en favor de Moisés y Aarón. La apariencia de Coré y su compañía, todos ejerciendo impíamente el oficio de sacerdotes con sus incensarios, impresionó al pueblo y lo llenó de admiración. No vieron que estos hombres estaban afrentando atrevidamente a la divina Majestad. Cuando fueron destruidos, el pueblo se aterrorizó; pero después de un corto tiempo vinieron todos en forma tumultuosa ante Moisés y Aarón, y los acusaron de la sangre de aquellos que habían perecido por la mano de Dios.
3TPI 387.2
“Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí la nube lo había cubierto, y apareció la gloria de Jehová. Y vinieron Moisés y Aarón delante del tabernáculo de reunión. Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros”. Números 16:42-45. Pese a la rebelión de Israel y a su conducta cruel hacia Moisés, él todavía manifestó por ellos el mismo interés que antes. Cayendo sobre su rostro ante el Señor, le imploró que perdonase al pueblo. Mientras estaba orando para que el Señor perdonara los pecados de su pueblo, Moisés le pidió a Aarón que hiciera expiación por el pecado de ellos mientras él permanecía ante el Señor, para que sus oraciones pudieran ascender con el incienso y ser aceptas ante Dios, y para que no toda la congregación pereciera en su rebelión.
3TPI 388.1
“Y dijo Moisés a Aarón: Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso, y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová; la mortandad ha comenzado. Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad. Y los que murieron en aquella mortandad fueron catorce mil setecientos, sin los muertos por la rebelión de Coré. Después volvió Aarón a Moisés a la puerta del tabernáculo de reunión, cuando la mortandad había cesado”. Números 16:46-50.
3TPI 388.2
233
3TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
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