La humildad de Elías
Aquí Elías arriesgó algo basándose en su fe. No esperó que hubiera evidencias visibles. “Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel”. 1 Reyes 18:45, 46.
3TPI 317.1
Durante el día Elías había pasado por momentos de gran agitación y trabajo; pero el Espíritu del Señor vino sobre él porque había sido obediente y había hecho la voluntad divina al ejecutar a los sacerdotes idólatras. Algunos estarán listos para decir: ¡Qué hombre duro y cruel debe haber sido Elías! Y cualquiera que defiende el honor de Dios a cualquier riesgo atraerá sobre sí censura y condenación por parte de un grupo grande.
3TPI 317.2
La lluvia comenzó a descender. Era de noche y la lluvia enceguecedora le impedía a Acab ver su camino. Elías, fortalecido por el Espíritu y el poder de Dios, se ciñó su burda vestimenta y corrió delante del carruaje de Acab, guiándole en su camino hasta la entrada de la ciudad. El profeta de Dios había humillado a Acab delante de su pueblo. Había dado muerte a sus sacerdotes idólatras, y ahora quería mostrarle a Israel que reconocía a Acab como su rey. Como un acto de homenaje especial guió su carro, corriendo delante de él hasta la entrada de la puerta de la ciudad.
3TPI 317.3
Aquí hay una lección para los jóvenes que profesan ser siervos de Dios, llevando su mensaje, y que se consideran muy encumbrados. No pueden señalar nada notable en su experiencia, como podía hacerlo Elías, sin embargo se consideran demasiado grandes como para cumplir deberes que estiman humildes. No descenderán de su dignidad ministerial para prestar un servicio necesario, temiendo que estarán realizando el trabajo de un siervo. Todos ellos debieran aprender del ejemplo de Elías. Su palabra privó a la tierra de los tesoros del cielo, el rocío y la lluvia, durante tres años. Sólo su palabra fue la llave para abrir el cielo y traer la lluvia. Fue honrado por Dios cuando ofreció su sencilla oración en la presencia del rey y los miles de Israel, en respuesta a la cual fulguró fuego del cielo que encendió el fuego sobre el altar del sacrificio. Su mano ejecutó el juicio de Dios al matar a ochocientos cincuenta sacerdotes de Baal; sin embargo, después del trabajo agotador y del triunfo más notable del día, el que pudo traer las nubes y la lluvia y el fuego del cielo estuvo dispuesto a cumplir el servicio de un criado y correr delante del carro de Acab en medio de la oscuridad y el viento y la lluvia para servir al soberano a quien no había temido reprender de frente a causa de sus pecados y delitos. El rey traspuso las puertas de la ciudad. Elías se envolvió en su manto y se acostó sobre la tierra desnuda.
3TPI 317.4
233
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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
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