Testimonios para la Iglesia, Tomo 7

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No entre los ricos

Podrá parecernos que para situar nuestros sanatorios lo mejor sería elegir lugares entre los ricos; que esto le daría carácter a nuestra obra y permitiría obtener clientela para nuestras instituciones. Pero no sería sabio hacerlo. “Jehová mira no lo que el hombre mira”. 1 Samuel 16:7. El hombre mira la apariencia externa; Dios mira el corazón. Cuanto menor sea el número de edificios grandes en derredor de nuestras instituciones, menos molestias experimentaremos. Muchos propietarios ricos son irreligiosos e irreverentes. Sus mentes están llenas de pensamientos mundanos. Los entretenimientos del mundo, el bullicio y la hilaridad ocupan su tiempo. Gastan su dinero en ropas extravagantes y en una vida llena de lujos. En sus casas no se da la bienvenida a los mensajeros celestiales. Prefieren mantenerse lejos de Dios. A los hombres les cuesta aprender la lección de la humildad, y tanto a los ricos como a los que están acostumbrados a darse todos los gustos les resulta especialmente difícil aprenderla. Los que no se consideran responsables ante Dios por lo que poseen se sienten tentados a exaltar el yo, como si las riquezas comprendidas por sus tierras y sus cuentas bancarias los hicieran independientes de Dios. Llenos de orgullo y vanidad, se adjudican una estima que se mide por sus riquezas. 7TPI 88.1

Hay muchos ricos que son mayordomos infieles a la vista de Dios. El descubre el robo tanto en la forma de adquirir esos medios como en la manera de usarlos. No han tomado en cuenta al Propietario de todas las cosas ni han utilizado los medios que les ha confiado para socorrer a los sufrientes y oprimidos. Han estado amontonando sobre sí mismos ira para el día de la ira; porque Dios recompensará a cada ser humano conforme a sus obras. Estos hombres no adoran a Dios; su ídolo es el yo. Quitan la misericordia y la justicia de su mente y las reemplazan con avaricia y rivalidad. Dios dice a ellos: “¿No los he de castigar por estas cosas?” Jeremías 9:9. 7TPI 88.2

Dios no se complacería de ver a ninguna de nuestras instituciones establecerse en una comunidad de carácter tal, por más grandes que parecieran sus ventajas. Los hombres adinerados egoístas ejercen una influencia sobre otras mentes, y el enemigo quisiera trabajar a través de ellos para estorbar nuestro camino. Las asociaciones pecaminosas son siempre nefastas para la piedad y la devoción, y tales relaciones pueden minar los principios aprobados por Dios. El Señor no quiere que ninguno de nosotros haga como Lot, que eligió un hogar en un sitio donde tanto él como su familia estuvieron en constante contacto con el mal. Lot llegó rico a Sodoma; pero salió de allí sin nada, conducido por la mano de un ángel, mientras los mensajeros de la ira divina se aprestaban para derramar la lluvia de fuego que consumiría a los habitantes de aquella ciudad grandemente favorecida y acabaría con su hermosura encantadora, dejando desolado y desnudo ese lugar que Dios había hecho antes muy hermoso. 7TPI 89.1

Nuestros sanatorios no deben situarse cerca de las residencias de los ricos, donde serían considerados como una intrusión y una molestia; donde se harían comentarios desfavorables acerca de ellos, porque reciben a la humanidad doliente de todas las clases sociales. La religión pura y sin contaminación hace que los hijos de Dios sean una sola familia, vinculada a Dios por medio de Cristo. Pero el espíritu del mundo es orgulloso, parcial y exclusivista, y tiende a favorecer a unos pocos. 7TPI 89.2

Al construir nuestros edificios debemos mantenernos alejados de las viviendas de los grandes hombres del mundo, y dejarlos que busquen la ayuda que necesitan separándose de sus amistades para acudir a lugares más apartados. No agradaremos a Dios si construimos nuestros sanatorios entre la gente que viste y vive en forma extravagante y se siente atraída sólo por quienes pueden hacer un gran despliegue de posesiones. 7TPI 89.3