Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

150/197

El falso y el verdadero conocimiento de Dios

Teorías especulativas

“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre”. Deuteronomio 29:29. La revelación de sí mismo que Dios ha dado en su palabra es para nuestro estudio. Debemos procurar entenderla. Pero no hemos de penetrar más allá de esto. El intelecto más favorecido podrá ejercitarse hasta que esté cansado de conjeturas concernientes a la naturaleza de Dios; pero dicho esfuerzo será inútil. No nos corresponde solucionar este problema. La mente humana es incapaz de comprender a Dios. El hombre finito no debe intentar interpretarlo. Nadie debiera darle gusto a la especulación con respecto a la naturaleza de Dios. En esto, el silencio es elocuencia, El Omnisciente está más allá de toda discusión. 8TPI 293.1

Aun a los ángeles no se les permitió participar en los consejos entre el Padre y el Hijo cuando el plan de la salvación fue ideado. Aquellos seres humanos que procuran entrometerse en los secretos del Altísimo manifiestan su ignorancia de las cosas espirituales y eternas. Sería mucho mejor que, mientras se escucha aún la voz de la misericordia, se humillasen en el polvo de la tierra y suplicasen que Dios les enseñe sus caminos. 8TPI 293.2

Somos tan ignorantes de Dios como niños pequeños, pero como niños podemos amarle y obedecerle. En vez de ponernos a conjeturar en cuanto a su naturaleza y prerrogativas, deberíamos prestar oído a la palabra que él ha hablado: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmos 46:10. 8TPI 293.3

“¿Descubrirás los secretos de Dios?
¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?
Es más alta que los cielos; ¿qué harás?
Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás?
Su dimensión es más extensa que la tierra,
y más ancha que el mar”. Job 11:7, 9.
8TPI 294.1

“Mas ¿dónde se hallará la sabiduría?
¿Dónde está el lugar de la inteligencia?
No conoce su valor el hombre,
Ni se halla en la tierra de los vivientes.
El abismo dice: No está en mí;
Y el mar dijo: No conmigo.
No se dará por oro,
Ni su precio será a peso de plata.
No puede ser apreciada con oro de Ofir,
Ni con ónice precioso, ni con zafiro.
El oro no se le igualará, ni el diamante,
Ni se cambiará por alhajas de oro fino,
No se hará mención de coral ni de perlas;
La sabiduría es mejor que las piedras preciosas.
No se igualará con ella topacio de Etiopía;
No se podrá apreciar con oro fino.
¿De dónde, pues vendrá la sabiduría?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia?
Porque encubierta está a los ojos de todo viviente,
Y a toda ave del cielo es oculta.
El Abadón y la muerte dijeron:
Su fama hemos oído con nuestros oídos.
Dios entiende el camino de ella,
y conoce su lugar;
Porque él mira hasta los fines de la tierra, Y ve cuanto hay bajo los cielos.
Al dar peso al viento,
Y poner las aguas por medida;
Cuando él dio ley a la lluvia,
y camino al relámpago de los truenos.
Entonces la veía él, y la manifestaba;
La preparó y la descubrió también.
Y dijo al hombre:
He aquí el temor del Señor es la sabiduría,
Y el apartarse del mal, la inteligencia”. Job 28:12-28.
8TPI 294.2

Ni rebuscando lo más recóndito de la tierra, ni en los vanos esfuerzos por penetrar los misterios de la esencia de Dios, se encontrará la sabiduría. Ella se encuentra más bien recibiendo humildemente la revelación que él se ha dignado darnos y en conformar nuestras vidas a su voluntad. 8TPI 295.1