Testimonios para la Iglesia, Tomo 9

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Asociaciones alemanas y escandinavas

Loma Linda, California,

1 de septiembre de 1905.

Estimados hermanos,

Algunos de nuestros ministros me han escrito para preguntarme si la obra entre los alemanes y los escandinavos no debiera llevarse a cabo bajo organizaciones separadas. Este asunto se me ha presentado varias veces. Cuando me encontraba en College View, el Señor me dio un testimonio directo, y desde entonces este asunto se me ha presentado nuevamente. 9TPI 157.1

En una ocasión me parecía encontrarme en una reunión de junta donde se consideraba este asunto. Una Persona de autoridad se encontraba en medio de los asistentes y presentó principios que debían seguirse en la obra de Dios. Según la instrucción impartida, si se adoptaba el criterio de la separación, no tendería a hacer progresar los intereses de la obra entre las diversas nacionalidades. No conduciría hacia el desarrollo espiritual óptimo. Se levantarían murallas que tendrían que derribarse en el futuro cercano. 9TPI 157.2

Según la luz que he recibido de Dios, las organizaciones separadas crearán discordia en vez de producir unidad. Si nuestros hermanos buscan juntos al Señor con humildad de mente, los que ahora piensan que es necesario organizar asociaciones alemanas y escandinavas separadas, verían que el Señor desea que trabajen juntos como hermanos. 9TPI 157.3

Si los que tratan de desintegrar la obra de Dios llevaran a cabo su propósito, algunos se atribuirían mayor importancia y tratarían de hacer una obra que no debiera llevarse a cabo. La adopción de estas medidas retardaría mucho la causa de Dios. Si queremos hacer la obra con éxito, los talentos que se encuentran entre los ingleses y norteamericanos debieran unirse con los talentos que existen entre los de otras nacionalidades. Y cada nacionalidad debiera trabajar fervientemente por los que pertenecen a las demás nacionalidades. Hay un solo Señor, una sola fe. Debiéramos tratar de contestar la oración de Cristo por sus discípulos, para que sean una sola cosa. 9TPI 157.4

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad... Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:17-21. 9TPI 157.5

Debiera entenderse que la unidad perfecta entre los obreros es necesaria para llevar a cabo con éxito la obra de Dios. Con el fin de preservar la paz, todos debieran procurar recibir sabiduría del Gran Maestro. Que todos ejerzan cuidado para no introducir proposiciones ambiciosas que crearían disensión. 9TPI 158.1

Debemos sometemos unos a otros. Ninguna persona, en sí misma, es un todo completo. Por medio del sometimiento de la mente y la voluntad al Espíritu Santo, debemos continuar aprendiendo del Gran Maestro. 9TPI 158.2

Estudiad el segundo capítulo de los Hechos. En la iglesia primitiva, el Espíritu de Dios obró poderosamente por medio de los que se encontraban unidos en armonía. En el día del Pentecostés todos estaban de común acuerdo en un mismo lugar. 9TPI 158.3

Debemos demostrar al mundo que personas de diversas nacionalidades pueden estar unidas en Cristo Jesús. Entonces, eliminemos toda barrera y dediquémonos en unidad al servicio del Maestro. 9TPI 158.4

En el levantamiento de barreras nacionales presentáis al mundo un plan de invención humana que Dios no puede aprobar. A los que desean hacer eso, el apóstol Pablo les dice: “Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. 1 Corintios 3:3-9. 9TPI 158.5