Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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Sensibilidad equivocada

Estimada Hna. M,

SU caso me preocupa, y no puedo evitar poner por escrito mis conclusiones de lo que he visto con respecto a usted. Estoy convencida que está a la deriva en la bruma y las tinieblas. Usted no ve las cosas en la luz correcta. Cierra sus ojos para no ver su propio caso, excusándose así: “No hubiera hecho esto o aquello si no hubiese sido por ciertas influencias de personas que me llevaron a proceder de ese modo”. 2TPI 505.3

Usted continuamente culpa a las circunstancias, lo que es nada menos que culpar a la providencia. Está continuamente buscando a alguien o algo para tomar el lugar del chivo expiatorio, a quien pueda culpar por haberla hecho sentir o hablar de un modo indigno de un cristiano. En lugar de sencillamente censurarse por sus defectos, usted censura a las circunstancias y la ocasión que la llevaron a desarrollar los rasgos de su carácter que yacen dormidos o escondidos bajo la superficie, a menos que surja algo que los despierte y los ponga en acción. Entonces aparecen con toda su deformidad y fuerza. 2TPI 506.1

Se engaña con la idea de que esos rasgos desagradables no existen, hasta que se encuentra en situaciones que la hacen actuar y hablar de un modo que los revela ante todos. No está dispuesta a ver y confesar que es su naturaleza carnal la que todavía no ha sido transformada y puesta en sujeción a Cristo. Todavía no se ha crucificado a sí misma. 2TPI 506.2

A veces pasa días y semanas sin manifestar el mal espíritu que llamo impaciencia, y un espíritu dictatorial, un deseo de controlar a su esposo. Su deseo de ejercer autoridad y de convencer a otros de sus ideas casi la ha arruinado a usted y a él. A usted le gusta hacer sugerencias y mandar a otros. Le gusta hacerles sentir y ver que tiene la mejor luz, y es especialmente guiada por Dios. Si no lo creen así, empieza a hacer conjeturas y siente celos e intranquilidad; se siente insatisfecha y extremadamente triste. 2TPI 506.3

Nada despierta tan rápidamente los malos rasgos de su carácter como que se objete su sabiduría y criterio al ejercer autoridad. Su temperamento fuerte y dominante, que parecía dormido, se despierta en su mayor energía. Entonces el yo la controla, y no le queda más razonamiento imparcial y juicio calmo que a un demente. Con toda fuerza el yo lucha por la supremacía, y se requiere la mente más firme para restringirla. Después que su ataque de locura ha pasado, entonces permite que se cuestione su comportamiento. Pero está lista para justificarse aduciendo que es tan sensible, siente tan profundamente y sufre tanto. Vi que todo esto no la excusará a la vista de Dios. Usted confunde el orgullo con la sensibilidad. El yo es dominante. Cuando se crucifique a sí misma, entonces esa sensibilidad u orgullo, morirá; hasta que esto suceda, usted no será una cristiana. Ser cristiano es ser como Cristo, poseer un espíritu humilde, manso y sosegado que soporta la contradicción sin enfurecerse o enloquecer. Si se rasgara el disfraz que la cubre y se viera como Dios la ve, no intentaría justificarse sino que caería quebrantada ante Cristo, el único que puede quitar los defectos de su carácter y luego restaurarlo. 2TPI 506.4

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