A la esposa de un ministro
Estimada Hna. I,
Ayer tuve algún tiempo para reflexionar, y ahora tengo algunos pensamientos que deseo presentarle. No podría contestarle inmediatamente su pregunta concerniente a su deber de viajar con su esposo. Todavía no conozco el resultado de que lo acompañara; por lo tanto no podría hablar con tanto conocimiento, como si hubiera estado enterada de la influencia que usted había ejercido. No puedo dar consejo en tinieblas. Debo estar segura de que mi consejo es correcto a la luz. Se utilizan mucho mis palabras, por lo tanto tengo que proceder con cuidado. Después de cuidadosa reflexión, tratando de recordar cosas que me han sido mostradas acerca de su caso, estoy lista a escribirle.
2TPI 500.2
De acuerdo con las cartas que me ha escrito con respecto al hermano J, temo que usted está prejuiciada y algo celosa. Espero que no sea así, pero temo que así sea. Usted y su esposo son muy sensibles y celosos por naturaleza, por lo tanto necesitan cuidarse en este respecto. No creemos que el hermano J tenga una visión clara de todas las cosas. Pensamos que su esposa está lejos de estar en lo correcto y tiene gran influencia sobre él; no obstante esperamos que si todos se acercan a él con sabiduría, se librará de la trampa de Satanás y verá todo claramente.
2TPI 500.3
Estimada hermana, estamos decididos a ser imparciales y a que nuestras palabras o actos no sean influenciados por rumores. No tenemos favoritos. Quiera el Señor darnos sabiduría celestial, para que podamos actuar correcta e imparcialmente, y así estar de acuerdo con su Espíritu. No queremos que nuestras obras sean moldeadas por el yo. No queremos que interfieran los sentimientos personales. Si pensamos que no se nos considera especialmente, o si vemos, o nos imaginamos que vemos, una clara negligencia, queremos el espíritu de nuestro perdonador Maestro. La gente que profesaba seguirlo no lo recibieron, porque él se dirigía a Jerusalén, y no dio señal de querer permanecer con ellos. No abrieron sus puertas al Huésped celestial, y no lo instaron a que se quedase con ellos, aunque lo vieron fatigado por el viaje, y ya llegaba la noche. No dieron señal de que realmente deseaban a Jesús. Los discípulos sabían que él quería permanecer allí esa noche, y sintieron tan profundamente el desaire hecho a su Señor que se enojaron, y le rogaron a Jesús que demostrara un justo resentimiento e hiciera bajar fuego del cielo para consumir a los que así lo habían ofendido. Pero él los reprendió por su indignación y celo por su honor, y les dijo que él venía no para traer juicio, sino para mostrar misericordia.
2TPI 501.1
Esta lección de nuestro Salvador es para usted y para mí. No debemos permitir que el resentimiento penetre en nuestro corazón. Cuando somos insultados, no debemos responder con insultos. ¡Oh celos y malas presunciones, cuánto mal habéis causado! ¡Cómo habéis transformado la amistad y el amor en amargura y odio! Debemos ser menos orgullosos, menos sensibles, tener menos amor propio, y estar muertos a los intereses personales. Nuestros intereses deben estar ocultos en Cristo y nosotros debemos ser capaces de decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Cristo nos ha dicho cómo hacer todo fácil y feliz mientras vivimos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28-29. La gran dificultad es que hay tan poca mansedumbre y humildad que el yugo irrita y la carga es pesada. Cuando poseemos verdadera mansedumbre y humildad estamos tan escondidos en Cristo que no tomamos a pecho el descuido o los desaires; somos sordos a la crítica y ciegos al desprecio y al insulto.
2TPI 501.2
Hermana I, al ver las características de su caso claramente, considero que se puede hacer una seria objeción a su viaje. Usted no lleva las cargas que debiera llevar. Requiere la simpatía de los demás, pero no da nada a cambio. Se permite ser una carga donde está, y con demasiada frecuencia la tienen que servir, cuando los que llevan sus propias cargas y las suyas no están en mejor condición de hacerlo que usted. No se basta a sí misma, y su influencia no es la que debiera ejercer la esposa de un ministro. Usted necesita más trabajo físico que el que realiza, y de acuerdo con lo que se me ha mostrado, pienso que cumpliría mejor su deber si se ocupara con alegría en la obra de educar a su hija y en fomentar el amor por los deberes domésticos. En su niñez usted no recibió la debida educación en este aspecto, y eso le ha hecho la vida más infeliz de lo que hubiera sido. No le gusta el trabajo físico; y cuando viaja, se conduce como una enferma, y no colabora ni hace lo que puede para aliviar las molestias que causa. No se da cuenta de que los que la sirven, no son más capaces que usted de realizar el trabajo extra que les da. Usted depende de los demás, y pone toda su carga sobre ellos. No tengo evidencia de que Dios la haya llamado para hacer una obra especial cuando viaja.
2TPI 502.1
Usted tiene que aprender algo que no sabe. ¿Quién puede instruir al hijo mejor que la madre? ¿Quién puede llegar a conocer los defectos de su propio carácter y los de su hijo tan bien como la madre mientras realiza los deberes que el Cielo le ha asignado? El hecho de que a usted no le gusten estas tareas no es una evidencia de que no sea la obra que Dios le ha asignado. Usted no tiene suficiente fortaleza física ni mental como para ponerse como objetivo participar de los viajes. No colabora lo suficiente como para aliviar la carga que representa para su esposo y para los que la rodean.
2TPI 502.2
Los que no pueden manejar sabiamente a sus propios hijos no están capacitados para actuar con sabiduría en los asuntos de la iglesia, ni para tratar con las mentes débiles sujetas a las especiales tentaciones de Satanás. Si con alegría y amor pueden cumplir su papel de padres, entonces pueden comprender mejor cómo llevar las cargas en la iglesia. Estimada hermana, le aconsejo que sea una buena esposa y tenga un buen hogar para su esposo. Dependa de usted misma, y apóyese menos en él. Dispóngase a hacer exactamente la obra que el Señor requiere de usted. Usted siente la necesidad de hacer una gran obra, de cumplir una importante misión, y descuida los pequeños deberes que tiene a mano, que son tan necesarios como los mayores; los pasa por alto y aspira a una obra más grande. Que su ambición se despierte para ser útil, para ser una trabajadora en el mundo, y no una espectadora.
2TPI 503.1
Mi querida hermana, le hablo claramente, pues no me atrevo a hacerlo de otro modo. Le ruego que acepte las cargas de la vida en vez de rehuirlas. Ayude a su esposo ayudándose a sí misma. La idea que ambos tienen de la dignidad que debe mantener el ministro, no está de acuerdo con el ejemplo de nuestro Señor. El ministro de Cristo debiera poseer sobriedad, mansedumbre, amor, tolerancia, paciencia, piedad y cortesía. Debiera ser cir- cunspecto elevado en pensamiento y conversación, y de un com- portamiento intachable. Esta es la dignidad del Evangelio. Pero si el ministro visita a una familia donde puede atenderse a sí mismo, debiera por cierto hacerlo; por su ejemplo debiera fomentar la diligencia haciendo trabajo físico, cuando está libre de otras tareas y obligaciones. No disminuirá su dignidad, y logrará una mejor salud y vivirá mejor, al llevar a cabo un trabajo útil. La circulación de la sangre será más pareja. El trabajo físico, al proveer un descanso del trabajo mental, retirará la sangre del cerebro. Es esencial que su esposo haga más trabajo físico para aliviar el cerebro. El ejercicio físico favorece la digestión. Si pudiera pasar parte del día haciendo ejercicio físico, cuando no está urgido por un continuo esfuerzo en una serie de reuniones, sería una ventaja para él, y no iría en detrimento de su dignidad ministerial. Su ejemplo estaría de acuerdo con el de nuestro divino Maestro.
2TPI 503.2
Os amamos, y queremos que vosotros tengáis éxito en vuestros esfuerzos en la lucha por la vida mejor.
2TPI 504.1
Vapor “Keokuk”, Río Mississipi,
30 de septiembre de 1869.
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228
2TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
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