Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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Número 18—Testimonio para la iglesia

La temperancia cristiana

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19-20. 2TPI 317.1

No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. Pero cuando nos conducimos de manera que nuestra vitalidad se gasta, nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo ni en nuestro espíritu que son suyos, sino que cometemos lo que es a su vista un grave mal. 2TPI 317.2

¿Se dio Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio elevado para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos pertenecemos? ¿Es verdad que todas las facultades de nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprendemos esto, ¿qué obligación tenemos para con Dios de conservarnos en la condición que nos permita honrarle aquí en la tierra, en nuestro cuerpo y nuestro espíritu que son suyos! 2TPI 317.3

Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo. 2TPI 317.4

Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su obra de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros. 2TPI 318.1

Abrazamos la verdad de Dios con nuestras diferentes facultades, y al colocarnos bajo la influencia de esta verdad, ella realizará en nosotros la obra que nos dará idoneidad moral para formar parte del reino de gloria y para departir con los ángeles celestiales. Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta; nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el reino de gloria. Aquí es donde nuestro cuerpo y nuestro espíritu han de quedar dispuestos para la inmortalidad. 2TPI 318.2

Estamos en un mundo que se opone a la justicia, a la pureza de carácter y al crecimiento en la gracia. Dondequiera que miremos, vemos corrupción y contaminación, deformidad y pecado. Y ¿cuál es la obra que hemos de emprender aquí precisamente antes de recibir la inmortalidad? Consiste en conservar nuestros cuerpos santos y nuestro espíritu puro, para que podamos subsistir sin mancha en medio de las corrupciones que abundan en derredor nuestro en estos últimos días. Y para que esta obra se realice, necesitamos dedicarnos a dla en seguida con todo el corazón y el entendimiento. No debe penetrar ni influir en nosotros el egoísmo. El Espíritu de Dios debe ejercer perfecto dominio sobre nosotros, e influir en todas nuestras acciones. Si nos apropiamos debidamente del cielo y del poder de lo alto, sentiremos la influencia santificadora del Espíritu de Dios sobre nuestros corazones. 2TPI 318.3

Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que hacen, muchos han dicho por sus acciones: “A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos.” 2TPI 319.1

Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que han de sufrir a consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros mismos. Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia en la comida y la bebida, los que estamos en derredor vuestro o nos relacionamos con vosotros, también quedamos afectados por vuestra flaqueza. Hemos de sufrir por causa de vuestra conducta errónea. Si ella contribuye a disminuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, vosotros, si gozarais de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto que no podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seriamente vuestra influencia? Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque “en la multitud de consejeros hay salud”. Proverbios 11:14. Deseamos que nuestra conducta parezca consecuente ante aquellos a quienes amamos y deseamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en vuestro juicio si vuestra energía mental ha sido cargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro para disponer del alimento impropio que se puso en el estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, vuestra manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta errónea sin hacer sufrir a otros. 2TPI 319.2

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre: no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. 1 Corintios 9:24-27. Los que participaban en la carrera a fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran templados en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido templados en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran templados, podían correr esa carrera con más posibilidad de éxito; estaban más seguros de recibir la corona. 2TPI 320.1

Pero, no obstante toda su templanza -todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición-, los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fue Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad. 2TPI 320.2

Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y a la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros hemos de correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera. “Nosotros -dice el apóstol- una incorruptible”. Y si los que se empeñaban en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser templados en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús”? El nos ha indicado el camino, y ha señalado todo el trayecto con sus pisadas. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre. 2TPI 321.1

“Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere al aire; antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. En esto tiene una obra que hacer todo hombre, mujer y niño. Satanás procura constantemente obtener el dominio de nuestro cuerpo y espíritu. Pero Cristo nos ha comprado, y somos su propiedad. Nos toca obrar unidos con Cristo y con los santos ángeles que ministran en nuestro favor. Nos toca mantener en sujeción al cuerpo. A menos que lo hagamos, perderemos ciertamente la vida eterna y la corona de la inmortalidad. Y, sin embargo, algunos dicen: “¿A quién le importa lo que como o bebo?” Os he mostrado qué relación tiene con los demás vuestra conducta. Habéis visto que tiene mucho que ver con la influencia que ejercéis sobre vuestras familias. Tiene un gran papel en la obra de moldear el carácter de vuestros hijos. 2TPI 321.2

Como he dicho antes, vivimos en una era corrupta. Es un tiempo en que Satanás parece ejercer un dominio casi perfecto sobre las mentes que no están plenamente consagradas a Dios. Por lo tanto, descansa una gran responsabilidad sobre los padres y los tutores que tienen que criar a los niños. Los padres han asumido la responsabilidad de traer estos niños a la vida; y ahora, ¿cuál es su deber? ¿Consiste en dejarlos criarse lo mejor que puedan o como quieran? Permitidme deciros que recae una pesada responsabilidad sobre esos padres. “Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31. ¿Hacéis esto cuando preparáis alimento para vuestras mesas, y llamáis a la familia a participar de ellos? ¿Estáis colocando delante de vuestros hijos solamente alimentos que producirán la mejor sangre? ¿Contribuirá este alimento a conservar sus cuerpos en la condición menos febril? ¿Es de clase que los pondrá en la mejor condición de vida y salud? ¿Es tal el alimento que procuráis colocar delante de vuestro hijos? ¿O será que, sin mirar a su bienestar futuro, les dais alimentos malsanos, estimulantes e irritantes? 2TPI 321.3

Permitidme deciros que los niños se inclinan al mal. Satanás parece dominarlos. Se posesiona de sus mentes juveniles y son corrompidos. ¿Por qué obran los padres y las madres como si estuviesen aletargados? No sospechan que Satanás está sembrando mala semilla en sus familias. Son ciegos, negligentes y temerarios hasta el colmo en estas cosas. ¿Por qué no despiertan y se dedican a leer y estudiar estos asuntos? Dice el apóstol: “Mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia”, etc. 2 Pedro 1:5-6. Esta es una obra que incumbe a todos los que profesan seguir a Cristo; consiste en vivir de acuerdo con el plan divino de la adición. 2TPI 322.1

Se me ha revelado capítulo tras capítulo. Puedo señalar en esta casa a niños de muchas familias, cada uno de los cuales es tan corrupto como el mismo infierno. Algunos profesan ser seguidores de Cristo, y vosotros sus padres, sois tan indiferentes como si hubierais sufrido un ataque de parálisis. 2TPI 322.2

He dicho que algunos de vosotros sois egoístas. No habéis comprendido lo que quise decir. Habéis estudiado qué tipo de comida tendría mejor sabor. Han prevalecido el gusto y el placer, en lugar de la gloria de Dios y el deseo de avanzar en la vida divina y de perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Habéis consultado vuestro propio placer, vuestro propio apetito; y mientras lo hacíais, Satanás ganaba terreno y, como generalmente sucede, frustraba vuestros esfuerzos en cada ocasión. 2TPI 322.3

Algunos de vosotros, padres, habéis llevado a vuestros hijos al médico para saber qué les pasaba. Yo podría haberos dicho en dos minutos cuál era el problema. Vuestros hijos están corrompidos. Satanás ha logrado controlarlos. Se ha introducido pasando por delante de vosotros, que sois como Dios para ellos, para guardarlos, mientras estabais tranquilos, atontados y dormidos. Dios os ha mandado que los forméis en el temor y la educación del Señor. Pero Satanás ha pasado por delante de vosotros y ha levantado barreras a su alrededor. Y sin embargo seguís durmiendo. Que el Cielo se compadezca de vosotros y vuestros hijos, pues necesitáis su compasión. 2TPI 323.1

Si hubieseis aceptado la reforma pro salud; si hubieseis añadido a vuestra fe virtud, a la virtud ciencia, y a la ciencia templanza, las cosas podrían haber sido diferentes. Pero habéis sido conmovidos sólo en parte por la iniquidad y la corrupción de vuestros hogares. Sólo habéis entreabierto los ojos y luego os habéis acomodado para seguir durmiendo. ¿Creéis que los ángeles pueden entrar en vuestras casas? ¿Creéis que vuestros hijos pueden ser alcanzados por influencias santas en estas circunstancias? Puedo ver que una familia tras otra han caído casi completamente bajo el control de Satanás. Sé que estas cosas son verdaderas, y quiero que la gente se despierte antes de que sea demasiado tarde, y la sangre de las almas, aun la sangre de las almas de sus propios hijos, manche sus vestiduras. 2TPI 323.2

Las mentes de algunos de estos niños están tan debilitadas que su intelecto es sólo la mitad o un tercio de lo brillante que podría haber sido si hubieran sido virtuosos y puros. Las han derrochado como consecuencia de la masturbación. Aquí mismo en esta iglesia, la corrupción rebosa por todos lados. De vez en cuando hay un canto, o alguna reunión con fines de placer. Cada vez que escucho estas cosas, deseo vestirme de silicio. “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuente de lágrimas!” “Perdona a tu pueblo, oh Señor”. Me siento angustiada. El sufrimiento de mi alma es indescriptible. Vosotros estáis dormidos. ¿Los relámpagos y los truenos del Sinaí lograrían conmover a esta iglesia? ¿Os inducirían a vosotros, padres y madres, a comenzar la obra de reforma en vuestros propios hogares? Debierais enseñar a vuestros hijos. Debierais instruirlos acerca de cómo rehuir los vicios y las corrupciones de esta era. En lugar de hacer esto, muchos estáis ocupados en cómo proveer algo bueno para comer. Colocáis en vuestras mesas manteca, huevos y carne, y vuestros hijos se sirven de ellos. Los alimentáis precisamente con lo que excita sus pasiones animales, y luego os reunís y pedís a Dios que bendiga y salve a vuestros hijos. ¿Cuán alto llegan vuestras oraciones? Tenéis una obra que hacer primero. Cuando hayáis hecho por vuestro hijos todo lo que Dios os ha dejado para hacer, entonces podréis reclamar con confianza la ayuda especial que Dios ha prometido daros. 2TPI 323.3

Debierais considerar la temperancia en todas las cosas. Debéis considerarla en lo que coméis y en lo que bebéis. Y sin embargo decís: “A nadie le importa lo que como, o lo que bebo, o lo que coloco sobre mi mesa”. Siempre le importa a alguien, a menos que os llevéis a vuestros hijos y los encerréis, o vayáis al desierto donde no seréis una carga para nadie, y donde vuestros indisciplinados y viciosos hijos no corromperán a la sociedad a la que se incorporan. 2TPI 324.1

Muchos que han adoptado la reforma pro salud han abandonado todo lo perjudicial; pero ¿se sigue de ello que porque han dejado estas cosas, pueden comer tanto como quieran? Se sientan a la mesa, y en vez de considerar cuánto deben comer, se entregan al apetito y comen en exceso. Luego, el estómago debe trabajar hasta el extremo durante el resto del día para eliminar la carga que se le ha impuesto. Todo alimento ingerido, del cual el organismo no deriva beneficio, es una carga para la naturaleza en su trabajo. Estorba la máquina viviente. El organismo queda obstruido y no puede realizar su trabajo con éxito. Los órganos vitales quedan recargados innecesariamente, y la fuerza nerviosa del cerebro es desviada al estómago para ayudar a los órganos digestivos a realizar su obra de disponer de una cantidad de alimento que no beneficia al organismo. 2TPI 324.2

De esta manera la fuerza del cerebro es disminuida por las exigencias que se le imponen para ayudar al estómago a llevar su pesada carga. Y después de realizada la tarea ¿qué sensaciones se experimentan como resultado de este gasto innecesario de fuerza vital? Una sensación de debilidad y desfallecimiento, como que se debiera comer más. Tal vez esta sensación se produce precisamente antes de la hora de comer. ¿Cuál es la causa? La naturaleza se quedó agotada por su trabajo; de ahí viene esa sensación de cansancio. Y pensáis que el estómago dice: “más alimento”, cuando su cansancio dice claramente: “dadme reposo”. 2TPI 324.3

El estómago necesita descansar a fin de recuperar sus energías agotadas, para dedicarlas al próximo trabajo. Pero en vez de concederle un período de descanso, pensáis que necesita más alimento e imponéis otra carga a la naturaleza y le negáis el reposo que necesita. Es como el caso de un hombre que trabaja en el campo durante toda la primera parte del día hasta cansarse. Al llegar a casa a las doce, dice que está cansado y agotado; pero se le indica que vuelva a trabajar para obtener alivio. Así es como tratáis al estómago. Está totalmente agotado. Pero en vez de darle reposo, se le da más alimento, y luego se desvía la vitalidad de otras partes del organismo hacia el estómago para ayudar en el trabajo de la digestión. 2TPI 325.1

Muchos de vosotros a veces habéis sentido una especie de sopor en el cerebro. Os habéis sentido desganados ante cualquier trabajo que requería esfuerzo ya sea mental o físico, hasta después de haber descansado de esta sobrecarga impuesta al organismo. Luego aparece de nuevo esa sensación de debilidad. Pero vosotros decís que se necesita mas comida y hacéis que el estómago soporte una doble carga. Aun cuando seáis estrictos en cuanto a la calidad de la comida, ¿glorificáis a Dios en vuestros cuerpos y espíritus, que son suyos, al serviros tal cantidad de comida? Los que colocan tanta comida en su estómago, y de ese modo recargan a la naturaleza, no podrían apreciar la verdad aunque la oyeran explicada en detalle. No podrían despertar el entumecido discernimiento del cerebro para tomar conciencia del valor de la expiación y del gran sacrificio hecho por el hombre caído. Es imposible para tales personas apreciar la grande, preciosa, y sumamente rica recompensa que está reservada para los fieles vencedores. Nunca debiera permitirse que la parte animal de nuestra naturaleza gobierne a la parte moral e intelectual. 2TPI 325.2

¿Y cómo influye el comer en exceso sobre el estómago? Lo debilita, los órganos digestivos flaquean, y la enfermedad, con su secuela de males, aparece como resultado. Si las personas ya estaban enfermas, de este modo aumentan sus dificultades y disminuyen su vitalidad cada día de su vida. Hacen que sus poderes vitales trabajen innecesariamente para digerir la comida que colocan en sus estómagos. ¡Qué terrible es estar en estas condiciones! Sabemos algo acerca de la dispepsia por la experiencia propia. La tuvimos en nuestra familia, y consideramos que es una enfermedad a la que debe temerse. Cuando alguien llega a ser definidamente dispéptico, sufre mucho, mental y físicamente; y sus amigos necesariamente sufren también a menos que sean tan insensibles como animales. ¿Y seguiréis insistiendo en que “a nadie le importa lo que como o qué conducta sigo”? Simplemente haced algo que los irrite de algún modo. ¡Qué fácil les resulta irritarse! Se sienten mal y les parece que sus hijos son muy malos. No pueden hablarles con calma, ni actuar con calma en sus hogares a menos que reciban una porción especial de gracia. Todos los que los rodean son afectados por la enfermedad que los aqueja; todos tienen que sufrir las consecuencias de su dolencia. Proyectan una sombra oscura. Entonces, ¿no afectan a otros vuestros hábitos en el comer o el beber? Por cierto que sí. Debierais ser muy cuidadosos y preservaros en el mejor estado de salud de modo que podáis brindar a Dios un servicio perfecto y cumplir con vuestras obligaciones para con la sociedad y vuestra familia. 2TPI 325.3

Pero aun los que adoptan la reforma pro salud pueden errar en cuanto a la cantidad de comida. Pueden comer sin moderación una comida saludable y de calidad. Algunos en esta casa erran en cuanto a la calidad. Nunca han aceptado la reforma pro salud. Han decidido comer y beber lo que desean y cuando les da la gana. Están deteriorando sus organismos en este modo. No sólo esto sino también están perjudicando a sus familias al presentarles en sus mesas alimentos excitantes que aumentan los instintos animales de sus hijos y los harán prestar poca atención a las comidas celestiales. Los padres están así reforzando los instintos animales de sus hijos y disminuyendo su capacidad espiritual. ¡Qué severo castigo tendrán que sobrellevar en el fin! ¡Y todavía se sorprenden de que sus hijos sean moralmente tan débiles! 2TPI 326.1

Los padres no han dado la correcta educación a sus hijos. Frecuentemente manifiestan las mismas imperfecciones que se ven en sus hijos. Comen de un modo incorrecto, y esto requiere que su energía nerviosa se concentre en el estómago, y no les queda vitalidad para aplicarla en otras direcciones. No pueden controlar a sus hijos correctamente por causa de su propia impaciencia; tampoco pueden enseñarles el camino correcto. Quizás los tratan rudamente e, impacientes, los golpean. He dicho que al golpear a un niño, mientras permitimos que entren dos malos espíritus, sacamos sólo uno. Castigar físicamente a un niño que se comporta mal sólo empeora las cosas. No lo inducirá a someterse. Cuando el organismo no está en perfectas condiciones, cuando la circulación está alterada, y el sistema nervioso no puede hacer otra cosa que ocuparse de una comida de mala calidad o aun de demasiada cantidad de lo que es bueno, los padres no tienen dominio propio. No pueden darse cuenta de la consecuencia de sus acciones. Aquí está la razón por la cual en su relación con sus familias son más los problemas que causan que los que solucionan. Parecen no comprender la relación que existe entre la causa y el efecto, y obran como si fueran ciegos. Parecen actuar como si al comportarse como salvajes glorificaran a Dios de un modo especial, y si algún miembro de la familia hace algo malo lo sancionan con rudeza y violencia. 2TPI 327.1

¿Quiénes son nuestros hijos? Son solamente nuestros hermanos y hermanas menores en la familia que Dios reconoce como suya. Estamos tratando con los miembros de la familia del Señor. Y mientras se los confía a nuestro cuidado, con cuánto esmero deberíamos educarlos para el Señor, de modo que cuando el Maestro venga podamos decir: “He aquí, Señor, nosotros y los hijos que nos has dado”. ¿Podremos entonces decir: “Hemos tratado de hacer nuestra obra, y hemos tratado de hacerla bien”? 2TPI 327.2

He visto madres de familias numerosas que no se daban cuenta del trabajo que tenían ante sí y ante su propia familia.Querían ser misioneras y hacer una obra grande. Deseaban un puesto elevado, pero descuidaban el mismo trabajo que en su casa se les había asignado. ¡Cuán importante es que la gente se despeje! ¡Cuán importante es que el cuerpo esté tan libre como sea posible de la enfermedad, a fin de que podamos hacer el trabajo que el Señor nos ha encomendado, y esto de una manera que permita al Maestro decir: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:21. Hermanas mías, no despreciéis las pocas tareas que el Señor os ha dado que hacer. Sean las acciones cotidianas tales que en el día del ajuste final de cuentas, no tengáis que avergonzaros frente a lo que anotó el ángel registrador. 2TPI 327.3

Pero ¿qué diremos del régimen empobrecido? He hablado de cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no quisiera recomendar un régimen alimenticio empobrecido. Se me ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin cuidado ni consideración de la nutrición del organismo. Es importante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso de carne, manteca (mantequilla), pasteles de carne, especias, tocino y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos. 2TPI 328.1

Hay quienes van a los extremos. Según ellos deben comer cierta cantidad precisa y exactamente determinada, y limitarse a dos o tres cosas. Permiten que tanto a ellos como a sus familias se les sirvan pocos alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que no son de la mejor calidad, no ingieren lo que puede nutrir adecuadamente el organismo. El alimento de mala calidad no puede convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobrecerá la sangre. Mencionaré el caso de la hermana A, que se me presentó como un caso extremo. 2TPI 328.2

Se me presentaron dos clases: primero, los que no vivían de acuerdo con la luz que Dios les había dado. Comenzaron la reforma porque otros lo hicieron. No comprendieron el sistema por sí mismos. Hay muchos de vosotros que profesáis la verdad, que la habéis recibido porque otros así lo hicieron, y de ningún modo podríais dar razón de vuestra fe. Por esto sois tan débiles e inseguros. En lugar de considerar vuestros motivos a la luz de la eternidad, en vez de tener un conocimiento práctico de los principios que sustentan vuestras acciones, en lugar de haber cavado vosotros mismos hasta el fondo y construído sobre el fundamento correcto, andáis a la luz de lo que otros hicieron. Y fracasaréis en esto como habéis fracasado en la reforma pro salud. Pero, si os hubieseis guiado por principios esto no hubiera sucedido. 2TPI 328.3

A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber para la gloria de Dios. La santificación del apetito los afecta en todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender las verdades destinadas a estos postreros días. Dios ha provisto abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas; y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de miseria y malestar continuos. 2TPI 329.1

Otra clase de personas que han adoptado la reforma pro salud son muy estrictos. Toman una posición, y se mantienen empeci nadamente en esa posición a toda ultranza. La hermana A era una de estas personas. No era comprensiva, amable ni afectuosa como nuestro divino Señor. La justicia era prácticamente lo único que podía entender. Llegó a extremos mayores que el Dr. Trall. Sus pacientes tenían que irse porque no se les daba suficiente alimento. Su dieta empobrecida les daba sangre empobrecida. 2TPI 329.2

Ingeridas como alimento las carnes perjudican a la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados. 2TPI 329.3

Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco personas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso copioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado, y debemos obrar cautelosa y sabiamente. Necesitamos seguir una conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo. Los animales de los cuales se obtiene la leche no son siempre sanos. Pueden sufrir enfermedades. Una vaca puede estar aparentemente sana por la mañana y morir antes de la noche. En tal caso estaba enferma por la mañana, y su leche también; pero no lo sabíais. La creación animal está llena de enfermedades, y las carnes también. Si pudiésemos saber que los animales estaban en perfecta salud, yo recomendaría a la gente que comiese carne antes que grandes cantidades de leche y azúcar. No les haría el daño que les hacen estas últimas cosas. El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina viviente. 2TPI 329.4

Hubo un caso en el Condado de Montcalm, Míchigan, al que me voy a referir. Esta persona era un hombre noble. Medía un metro ochenta y tenía un aspecto agradable. Me llamaron a visitarlo porque estaba enfermo. Antes había conversado con él con respecto a su modo de vivir. “No me gusta su mirada”, le dije. Consumía grandes cantidades de azúcar. Le pregunté por qué lo hacía. Dijo que había dejado la carne y no sabía que hubiera nada que pudiera reemplazarla tan bien como el azúcar. La comida no le satisfacía, simplemente porque su esposa no sabía cocinar. Algunos de vosotros enviáis a vuestras hijas, que son casi mujeres, a la escuela a aprender ciencias antes de saber cocinar, cuando esto debiera ser considerado de primera importancia. He aquí una mujer que no sabía cocinar; no había aprendido cómo preparar comida saludable. La esposa y madre era deficiente en este aspecto de su educación; y como resultado, puesto que el alimento mal preparado era incapaz de satisfacer las demandas del cuerpo, se comía azúcar sin moderación, lo que enfermaba el organismo. Este hombre sacrificó su vida innecesariamente por causa de una alimentación deficiente. Cuando fui a ver a este hombre enfermo traté de explicarle del mejor modo posible cómo mejorar su situación y pronto comenzó a sentirse mejor. Pero imprudentemente se esforzó más allá de sus posibilidades, comió alimentos en poca cantidad y de baja calidad, y se enfermó nuevamente. Esta vez no hubo remedio. Su organismo parecía una masa viviente de corrupción. Murió víctima de una alimentación deficiente. Trató de que el azúcar ocupara el lugar de la buena alimentación, y esto sólo empeoró las cosas. 2TPI 330.1

Con frecuencia me siento a las mesas de los hermanos y veo que usan grandes cantidades de leche y azúcar. Estas recargan el organismo, irritan los órganos digestivos y afectan el cerebro. Cualquier cosa que estorba el movimiento activo del organismo, afecta muy directamente al cerebro. Y por la luz que me ha sido dada, sé que el azúcar, cuando se usa copiosamente, es más perjudicial que la carne. Estos cambios deben hacerse cautelosamente, y el tema debe ser tratado en forma que no disguste ni cause prejuicios en aquellos a quienes queremos enseñar y ayudar. 2TPI 331.1

Con frecuencia nuestras hermanas no saben cocinar. A las tales quiero decir: Yo iría a la mejor cocinera que se pudiera hallar en el país, y permanecería a su lado si fuese necesario durante semanas, hasta llegar a dominar el arte de preparar los alimentos, y ser una cocinera inteligente y hábil. Obraría así aunque tuviese cuarenta años de edad. Es vuestro deber saber cocinar, y lo es también el enseñar a vuestras hijas a cocinar. Cuando les enseñáis el arte culinario, edificáis en derredor de ellas una barrera que las guardará de la insensatez y el vicio que de otra manera podría tentarlas. Yo aprecio a mi costurera y a mi copista; pero mi cocinera, que sabe preparar el alimento que sostiene la vida y nutre el cerebro, los huesos y los músculos, ocupa el puesto más importante entre los ayudantes de mi familia. 2TPI 331.2

Madres: No hay nada que cause tantos males como liberar a vuestras hijas de sus obligaciones, y no darles nada que hacer, y dejarlas que elijan en qué se han de ocupar: quizás en tejer crochet o hacer otras labores superfluas. Haced que ejerciten sus miembros y sus músculos. Si las fatiga, ¿qué problema hay? ¿No os cansáis en vuestro trabajo? ¿Acaso la fatiga perjudicará a vuestras hijas, a menos que trabajen en exceso, más que lo que os perjudica a vosotros? Por cierto que no. Pueden recuperarse de la fatiga en una buena noche de descanso y estar listas para trabajar al día siguiente. Es un pecado dejarlas crecer en la ociosidad. El pecado y la ruina de Sodoma fue el exceso de pan y ocio. 2TPI 331.3

Queremos obrar con la perspectiva correcta. Queremos actuar como hombres y mujeres que serán llevados a juicio. Y cuando adoptamos la reforma pro salud debiéramos hacerlo con un sentido del deber, no porque otro la ha adoptado. No he cambiado en nada mi rumbo desde que adopté la reforma pro salud. No he retrocedido ni un paso desde que la luz del cielo en cuanto a este asunto iluminó mi camino. Me aparté de todo inmediatamente: de la carne y de la manteca, dejé el sistema de tres comidas, y esto mientras llevaba acabo un trabajo intelectual intenso, escribiendo desde temprano en la mañana hasta la puesta del sol. Me reduje a dos comidas diarias sin cambiar mi trabajo. Estuve muy enferma antes, y sufrí cinco ataques de parálisis. He tenido mi brazo izquierdo sujeto al cuerpo varios meses porque sentía un dolor intenso en el corazón. Cuando hice estos cambios en mi régimen, me negué a someterme al gusto y dejar que me gobernara. ¿Dejaré que esto me impida asegurarme una mayor fuerza, que a su vez me permitirá glorificar a mi Señor? ¿Dejaré que eso se interponga en mi camino siquiera un momento? ¡Nunca! Sufrí mucha hambre. Yo consumía grandes cantidades de carne. Pero cuando me sentía desfallecer, cruzaba los brazos sobre el estómago y decía: “No probaré ni un bocado. Comeré alimentos sencillos o no comeré nada”. El pan me resulta desagradable. Sólo de vez en cuando podía comer un trozo del tamaño de una moneda grande. Podía tolerar bien algunas de las cosas de la reforma pro salud, pero cuando se trató del pan sentí un desagrado muy particular. Cuando hice estos cambios tuve que emprender una lucha especial. No pude comer las dos o tres primeras comidas. Dije al estómago: “Tendrás que esperar hasta que puedas comer pan”. Poco después comía pan integral, lo que no podía hacer antes, le hallaba buen sabor y no perdí el apetito. 2TPI 331.4

Cuando estaba escribiendo Spiritual Gifts, tomos tres y cuatro, me sentí exhausta por el trabajo excesivo. Entonces comprendí que debía cambiar mi forma de vida, y al descansar unos pocos días me sentí bien de nuevo. Me aparté de estas cosas por principio. Me pronuncié en favor de la reforma pro salud por principio. Y desde ese momento, hermanos, no me habéis oído proponer una opinión extrema acerca de la reforma pro salud de la que me haya tenido que retractar. No he propuesto otra cosa fuera de lo que mantengo hoy. Os recomiendo un régimen alimentario saludable y nutritivo. 2TPI 332.1

No me cuesta privarme de las cosas que producen mal aliento y dejan mal gusto en la boca. ¿Es abnegación dejar estas cosas y llegar a un estado en el que todo es tan dulce como la miel; en el que no queda mal gusto en la boca y no se siente debilidad en el estómago? Yo solía tener estos síntomas la mayor parte del tiempo. Me he sentido desfallecer con mi hijo en los brazos una y otra vez. Nada de esto me sucede ahora, y ¿consideraré esto como un renunciamiento, cuando puedo presentarme ante vosotros como lo hago hoy? No hay una mujer en cien que podría trabajar tanto como yo trabajo. Actué por principio, no por impulso. Actué porque creía que el Cielo aprobaría el rumbo que tomaba para llegar a estar en las mejores condiciones de salud, y así poder glorificar a Dios en mi cuerpo y espíritu, que son suyos. 2TPI 333.1

Podemos tener una variedad de alimentos buenos y saludables, cocinados en forma sana, de manera que agraden a todos. Y si vosotras, hermanas mías, no sabéis cocinar, os aconsejo que aprendáis. Saber cocinar es de vital importancia. Por la mala cocina se pierden más almas de lo que nos imaginamos. Produce malestar, enfermedad y mal genio; el organismo se descompone y no se pueden discernir las cosas celestiales. Hay más religión en un buen pan de lo que muchos piensan. Hay más religión en una buena cocina de lo que muchos se imaginan. Queremos que aprendáis lo que es la buena religión, y que la practiquéis en vuestras familias. A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del Cielo ingerir tales alimentos. He sufrido por falta de alimento apropiado. Para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vuestras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen gusto, y después de comer os sentiréis bien. 2TPI 333.2

Me asombra saber que, después de toda la luz que se os ha dado en este lugar, muchos coméis entre comidas. No debierais ingerir ni un solo bocado entre vuestras comidas regulares. Comed lo debido, pero en una sola comida, y luego esperad hasta la siguiente. Yo como lo suficiente para satisfacer mis necesidades vitales; pero cuando me levanto de la mesa, mi apetito es tan bueno como cuando me senté. Y cuando llega la siguiente comida, estoy dispuesta a ingerir mi porción y nada más. Si comiera una cantidad doble de vez en cuando porque tiene buen gusto, ¿cómo podría inclinarme y pedir a Dios ayuda en mi trabajo de escritora, cuando no me vienen las ideas por causa de mi glotonería? ¿Podría pedirle a Dios que se ocupara de esa carga irrazonable que está en mi estómago? Eso sería deshonrarlo. Sería rogar para fomentar mi apetito. Ahora como lo que solamente considero correcto, y entonces puedo pedirle que me dé fuerza para llevar a cabo la obra que me ha dado para hacer. Y sé que el Cielo ha escuchado y contestado mi oración cuando he hecho este pedido. 2TPI 333.3

Más aún, cuando comemos sin moderación, pecamos en contra de nuestros propios cuerpos. Durante el sábado, en la casa de Dios, los glotones se sientan y duermen frente a las encendidas verdades de la Palabra de Dios. No pueden ni mantener los ojos abiertos; no comprenden los solemnes sermones presentados. ¿Pensáis que tales personas glorifican a Dios en sus cuerpos y espíritus, que son suyos? No; lo deshonran. Y el dispéptico; lo que lo ha hecho dispéptico es actuar de este modo. En lugar de ser regular, ha dejado que su apetito lo controle, y ha comido entre comidas. Quizás, si sus hábitos son sedentarios, no ha tenido el aire vigorizador del Cielo para ayudar en su digestión; puede no haber hecho el ejercicio suficiente para resguardar su salud. 2TPI 334.1

Algunos de vosotros os expresáis como si os agradara que alguien os dijese cuánto se debe comer. No debe ser así. Tenemos que actuar desde un punto de vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial. Y ahora quiero decir a mis hermanos y hermanas: Preferiría tener valor moral, asumir una posición definida y gobernarme a mí misma. No quisiera imponer esta carga a otra persona. Coméis demasiado y luego lo lamentáis, y seguís pensando en lo que coméis y bebéis. Comed lo que os beneficia, y levantaos de la mesa sintiéndoos libres ante el Cielo, sin remordimiento de conciencia. No creo que se deben evitar todas las tentaciones a los niños ni a los adultos. Nos espera una lucha, y debemos mantenernos en situación de resistir las tentaciones de Satanás; y necesitamos saber que poseemos en nosotros poder para ello. 2TPI 334.2

Y ya que os aconsejamos que no comáis en exceso, aun de los mejores alimentos, queremos dirigir unas palabras de cautela a los extremistas para que no presenten una norma falsa ni procuren luego que todos se conformen con ella. Hay quienes emprenden una obra de reformadores respecto a la salud cuando no están preparados para dedicarse a otra empresa, pues no tienen bastante sentido para cuidar sus propias familias ni para conservar su debido lugar en la iglesia. ¿Qué hacen? ¡Ah, se dedican a ser médicos de la reforma pro salud, como si pudiesen tener éxito en ello! Asumen las responsabilidades del ejercicio de esta profesión, y se encargan de las vidas de hombres y mujeres, cuando no saben nada del asunto. 2TPI 335.1

Elevaré la voz contra los novicios que aseveran tratar las enfermedades de acuerdo con los principios de la reforma pro salud. No permita Dios que seamos objeto de experimentación. Nuestras filas son demasiado escasas. Y morir en una guerra tal es muy poco glorioso. Dios nos libre de un peligro tal. No necesitamos tales maestros y médicos. Los que procuran tratar las enfermedades deben saber algo del organismo humano. El Médico celestial estaba lleno de compasión. Los que tratan con los enfermos necesitan ese espíritu. Algunos de los que quieren dedicarse a médicos son fanáticos, egoístas y tercos. No se les puede enseñar nada. Puede ser que nunca hicieron nada de valor. Tal vez no hayan tenido éxito en la vida. No saben nada que valga la pena saberse, y sin embargo, se dedican a practicar la reforma pro salud. No podemos dejar que estas personas maten a uno o a otro. No, no podemos permitirlo. 2TPI 335.2

Necesitamos estar cada vez en lo cierto. Necesitamos educar a nuestros hermanos en la correcta reforma pro salud. “Limpiémonos -dice el apóstol- de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios”. 2 Corintios 7:1. Debemos tener razón para resistir en los últimos días. Necesitamos cerebros claros y mentes sanas en un cuerpo sano. Debemos empezar a trabajar seriamente por nuestros hijos, por cada miembro de nuestras familias. ¿Echaremos mano de esta obra y trabajaremos basados en lo correcto? ¿Cómo podremos prepararnos para la inmortalidad? El Señor nos ayude, a fin de que podamos comenzar a trabajar aquí como nunca antes. 2TPI 335.3

Hemos hablado de tener una serie de reuniones en este lugar, y de dedicarnos a trabajar por los demás. Pero no nos atrevemos a apoyaros. Queremos que comencéis esta obra de reforma en vuestros propios hogares. Queremos que los que han estado inactivos se levanten. Debéis comenzar a trabajar. Y cuando veamos que habéis comenzado a trabajar por vosotros mismos vendremos y os apoyaremos. Esperamos reformar a vuestros hijos, para que puedan convertirse a Cristo, y para que el espíritu de reforma pueda cundir en vuestro medio. Pero cuando al parecer estáis doblemente muertos, y listos para ser arrancados de raíz, no nos atrevemos a emprender la obra. Preferimos ir a una congregación no creyente donde hay corazones listos para recibir la verdad; y anhelamos estar donde podamos hablarles. ¿Nos ayudaréis yendo a trabajar por vosotros mismos? 2TPI 336.1

Quiera el Señor ayudaros a experimentar lo que nunca habéis experimentado antes. Quiera ayudaros a morir al yo, para que el espíritu de la reforma penetre en vuestros hogares, de modo que los ángeles de Dios puedan estar en medio de vosotros para ministrar en vuestro favor, y podáis estar capacitados para ir al cielo. 2TPI 336.2

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