Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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El engaño de las riquezas

Querida Hna. M,

Cuando el Señor me mostró su caso, se me hizo recordar lo que pasó hace muchos años, cuando usted creía en la próxima venida de Cristo. Usted esperaba y amaba su aparición. 2TPI 242.2

Su esposo era por naturaleza un hombre afectuoso y noble; pero confiaba en su propia fuerza, que era debilidad. No sentía la necesidad de hacer de Dios su fortaleza. Las bebidas intoxicantes entorpecieron su cerebro, y finalmente paralizaron las facultades superiores de la mente. Su humanidad, creada a la semejanza de Dios, fue sacrificada a su sed por las bebidas fuertes. 2TPI 242.3

Usted sufrió oposición y malos tratos, pero Dios fue la fuente de su fortaleza. Mientras confió en él, la sostuvo. En todas sus puebas no se permitió que fuera abrumada. ¡Cuán a menudo la fortalecieron los ángeles celestiales cuando se estaba desanimando, impresionando vívidamente su corazón con pasajes de las Escrituras que expresan el amor inagotable de Dios, y dándole evidencias de que su misericordia nunca cambia! Su alma confiaba en el Señor. Su comida y su bebida era hacer la voluntad de su Padre celestial. A veces confiaba fielmente en las promesas de Dios, y de nuevo su fe era probada hasta lo sumo. Los caminos de Dios parecían misteriosos, pero la mayor parte del tiempo usted tenía evidencias de que él la cuidaba en medio de sus aflicciones, y que no iba a permitir que sus cargas fueran más pesadas de lo que podía soportar. 2TPI 242.4

El Maestro vio que usted necesitaba prepararse para su reino celestial. No la puso en el horno para que el fuego de la aflicción la consumiera. Como un refinador y purificador de plata, mantuvo sus ojos fijos en usted, para vigilar el proceso de purificación, hasta percibir su imagen reflejada en usted. Aunque a menudo sintió que la llama de la aflicción se encendía sobre usted, y a ratos pensó que la iba a consumir, la misericordia de Dios era tan grande en esos momentos, como cuando se sentía libre espiritualmente y triunfante en él. El horno era para purificar y refinar; no para consumir y destruir. 2TPI 243.1

La vi luchar con la pobreza, para sostenerse a sí misma y a sus hijos. Muchas veces usted no sabía qué hacer, y el porvenir parecía oscuro e incierto. En su angustia, clamaba al Señor y él la consolaba y ayudaba, y en derredor suyo brillaban rayos de esperanza y luz. ¡Cuánto apreciaba a Dios en esas ocasiones! ¡Cuán dulce era su amor consolador! Le parecía que tenía un precioso tesoro depositado en el Cielo. Y al considerar la recompensa de los afligidos hijos de Dios, ¡cuánto la consolaba poder llamarle Padre! 2TPI 243.2

Su caso en realidad era peor que si hubiera sido viuda. Su corazón agonizaba por causa de la conducta malvada de su esposo. Pero sus persecuciones, sus amenazas y su violencia no la indujeron a confiar en su propia sabiduría y a olvidarse de Dios. Muy lejos de ello; gracias a su sensatez era consciente de su debilidad, y de que era incapaz de llevar ese peso, y en su consciente debilidad recibió alivio al llevar sus pesadas preocupaciones a Jesús, el gran Portador de cargas. ¡Cómo apreciaba usted cada rayo de luz de su presencia! ¡Y cuán fuerte se sintió a veces en su fortaleza! Cuando la tormenta de persecución y crueldad se desataba inesperadamente sobre usted, el Señor no permitió que fuera abrumada; al contrario, en esos momentos de prueba obtenía fuerza, calma y paz, que le resultaban maravillosas. 2TPI 243.3

Cuando las acusaciones ultrajantes y las burlas, más crueles que lanzas y flechas, caían sobre usted, la influencia del Espíritu de Dios en su corazón la indujo a hablar con calma, desapasionadamente. No era natural para usted hacer esto. Era el fruto de la obra del Espíritu de Dios. La gracia del Señor fortalecía su fe en medio del descorazonamiento producido por la esperanza postergada. La gracia la fortaleció para la lucha y las dificultades, y la sacó adelante, vencedora. Dios le enseñó a orar, a amar y a confiar, a pesar del ambiente desfavorable que la rodeaba. Al verificar una y otra vez que sus oraciones recibían respuesta de una manera especial, usted no llegó a la conclusión de que ello sucedía por causa de algún mérito suyo, sino por su gran necesidad. Esta necesidad era la oportunidad de Dios. Y la manifestación de su liberación especial en los momentos más difíciles era como un oasis en el desierto para el viajero desfalleciente y fatigado. 2TPI 243.4

El Señor no permitió que pereciera. A menudo indujo a algunos amigos a que la ayudaran cuando usted menos lo esperaba. Los ángeles de Dios la sirvieron, a medida que usted recorría paso a paso la escarpada senda. Se sintió apremiada por la pobreza, pero ésa fue la menor de las dificultades que tuvo que enfrentar. Cuando N usaba su autoridad para maltratarla y perjudicarla, usted creía que la copa que tenía que beber era ciertamente amarga; y cuando se degradaba para obrar inicuamente, y la ofendía y la insultaba en su propia casa, creó un abismo entre él y usted que jamás se pudo trasponer. Pero en medio de sus tremendas dificultades y perplejidades el Señor le daba amigos. No la dejó sola; por lo contrario, le impartió su fortaleza, de manera que usted pudo decir: “El Señor es mi Ayudador”. 2TPI 244.1

En medio de todas sus pruebas, que nunca fueron plenamente reveladas a los demás, usted contó con un Amigo que nunca le falló, que le había dicho: “Estoy contigo siempre, hasta el fin del mundo”. Cuando estuvo en la tierra, siempre se sintió conmovido por el dolor humano. Pero aunque ahora se encuentra junto a su Padre, y lo adoran los ángeles que obedecen prestamente sus mandatos, su corazón, que amó, se compadeció y simpatizó, no ha cambiado. Sigue siendo un corazón cuya ternura es inmutable. Ese mismo Jesús conoce todas sus pruebas, y no la ha dejado sola para que luche contra las tentaciones, combata el mal y sea finalmente aplastada por las cargas y los pesares. Por medio de sus ángeles susurró a su oído: “No temas; estoy contigo”. “Yo soy... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 1:17-18. “Conozco tus pesares; los he soportado. Conozco tus luchas; las he experimentado. Conozco tus tentaciones; las he tenido que enfrentar. He visto tus lágrimas; yo también he llorado. Tus esperanzas terrenales están destruidas, pero levanta la vista por la fe, entra detrás del velo, y ancla allí tus esperanzas. Tendrás la eterna seguridad de que puedes contar con un Amigo más íntimo que un hermano”. 2TPI 244.2

¡Oh, mi querida hermana! Si usted pudiera ver, como yo, los caminos y las obras de Dios manifestados a lo largo de sus perplejidades y pruebas en la primera parte de su experiencia, cuando la mano de la pobreza la oprimía, nunca lo podría olvidar; por lo contrario, su amor aumentaría, y su celo por promover su gloria sería incansable. 2TPI 245.1

Como resultado de sus aflicciones y del carácter peculiar de sus pruebas, su salud se resintió. Los amigos de la causa de Dios eran pocos y muchos de ellos eran pobres; usted veía pocas esperanzas tanto a la derecha como a la izquierda. Miraba a sus hijos y al considerar su condición desamparada, su corazón casi desmayaba. En ese entonces, como resultado de la influencia de algunos adventistas que se habían unido con los shakers*, y en quienes usted tenía confianza porque habían sido sus amigos en momentos de necesidad, fue inducida a unirse a esta secta por un tiempo; pero los ángeles de Dios no la abandonaron. La sirvieron, y fueron como un muro de fuego a su alrededor. Los santos ángeles la protegieron especialmente de las influencias engañosas que prevalecían entre esa gente. Los shakers creían que usted iba a unir sus intereses con los de ellos; y que si podían inducirla a formar parte de su grupo, usted sería de gran ayuda para su causa; porque podría llegar a ser una ardorosa miembro de su sociedad. Le habrían dado un puesto importante entre ellos. Algunos de los shakers habían recibido manifestaciones espirituales, en el sentido de que usted había sido designada por Dios para ser un miembro prominente en su sociedad; pero que no deberían presionarla; esa forma de tratarla podría ejercer una poderosa influencia sobre usted, en circunstancias que la fuerza o la presión podrían provocar el fracaso de sus esperanzas. 2TPI 245.2

El magnetismo* se practicaba bastante entre ellos. Se ufanaban de que gracias a este poder usted llegaría a ver las cosas tal como ellos. Usted no estaba al tanto de todas las artimañas y sutilezas que se emplearon para cumplir sus propósitos. El Señor la preservó. Parecía que había un círculo de luz alrededor suyo, que procedía de los ángeles ministradores, de manera que las tinieblas que la rodeaban no podían penetrar ese círculo de luz. El Señor abrió el camino para que pudiera salir incólume de esa comunidad de gente engañada, con los principios de su fe tan puros como cuando entró. 2TPI 246.1

Su brazo enfermo fue una gran aflicción para usted. Se volvió a derecha y a izquierda en procura de ayuda. Permitió que una mujer probara su pretendida habilidad en usted. Esa mujer era un instrumento especial de Satanás. Como resultado de sus experimentos usted casi perdió la vida. El veneno introducido en su organismo era suficiente para matar a una persona bien robusta. En este caso también Dios se interpuso; si no hubiera sido así, su vida habría sido sacrificada. 2TPI 246.2

Fallaron todos los medios a los cuales recurrió para recuperar la salud. No sólo su brazo, sino todo su organismo estaba enfermo. Sus pulmones estaban afectados, y usted se encaminaba rápidamente hacia la muerte. En ese momento usted creyó que sólo Dios podía librarla. Algo más podría hacer: seguir la indicación del apóstol que encontramos en el capítulo 5 de Santiago. En ese momento hizo un pacto con Dios, que si le concedía la vida para poder seguir atendiendo las necesidades de sus hijos, sería del Señor y a él únicamente serviría; iba a dedicar su vida a su gloria; emplearía sus fuerzas para promover su causa, y practicaría el bien en la tierra. Los ángeles registraron la promesa que usted le hizo en ese momento a Dios. 2TPI 246.3

Acudimos a usted en medio de su gran aflicción, y reclamamos el cumplimiento de las promesas de Dios en su favor. No nos atrevíamos a considerar las apariencias; porque si lo hubiéramos hecho habríamos sido como Pedro, a quien el Señor invitó a acercarse a él caminando sobre el agua. Debió mantener los ojos fijos en Jesús; pero miró hacia abajo, hacia las aguas turbulentas, y su fe falló. Con calma y firmemente nos aferramos sólo de las promesas de Dios, sin tomar en cuenta las apariencias, y por fe reclamamos su bendición. Se me mostró que Dios obró especialmente y de manera maravillosa, y su vida fue preservada por un milagro de la misericordia, para ser un monumento viviente de su poder sanador y para dar testimonio de sus maravillosas obras en favor de los hijos de los hombres. 2TPI 246.4

Cuando se produjo en usted ese cambio tan notable, terminó su cautiverio, y el gozo y la alegría llenaron su corazón en lugar de la duda y el pesar. La alabanza a Dios brotaba de su corazón y de sus labios. “¡Oh, lo que ha hecho Dios!” era el sentimiento de su alma. El Señor oyó las oraciones de sus siervos, y la levantó para que siguiera viviendo y soportando pruebas, para velar y esperar su aparición, y para glorificar su nombre. La pobreza y los cuidados la presionaban muchísimo. Cuando a veces las nubes oscuras la envolvían, no podía evitar el hacer esta pregunta: “Oh, Dios, ¿me has olvidado?” Pero no había sido desamparada, aunque no podía ver un camino abierto delante de usted. El Señor quería que confiara en su amor y su misericordia tanto en medio de las nubes y las tinieblas como a la luz del sol. A veces las nubes desaparecían, y rayos de luz resplandecían sobre usted para fortalecer su desanimado corazón y aumentar su vacilante confianza, y de nuevo ponía su temblorosa fe en las seguras promesas de su Padre celestial. Entonces, sin querer clamaba: “¡Oh, Dios! Creeré en ti; confiaré en ti. Hasta aquí has sido mi ayudador, y no me vas a abandonar ahora”. 2TPI 247.1

Cuando ganó la victoria, y de nuevo la luz resplandeció sobre usted, no podía encontrar las palabras para expresar su sincera gratitud a su bondadoso Padre celestial; y pensó que nunca más dudaría de su amor ni desconfiaría de su cuidado. No procuró la comodidad. No consideró que el trabajo pesado fuera una carga con tal de que se abriera el camino para que usted pudiera cuidar de sus hijos y protegerlos de la iniquidad que prevalece en esta etapa de la historia del mundo. La preocupación de su corazón era verlos volverse al Señor. Suplicó delante del Señor con clamores y lágrimas. Tanto deseaba su conversión. A veces su corazón se desanimaba y desmayaba, por temor de que sus oraciones no fueran respondidas; pero de nuevo consagraba a Dios sus hijos, y su fiel corazón los volvía a colocar sobre el altar. 2TPI 247.2

Cuando ingresaron al ejército, sus oraciones los siguieron. Fueron maravillosamente preservados de todo daño. Ellos dijeron que era buena suerte; pero las oraciones de una madre, procedentes de un alma anhelante y preocupada, al darse cuenta del peligro que corrían sus hijos de perecer en su juventud sin esperanza en Dios, tuvieron mucho que ver en su preservación. ¡Cuántas oraciones fueron registradas en el Cielo para que esos hijos fueran preservados con el fin de obedecer a Dios y dedicar sus vidas a su gloria! En la ansiedad que experimentaba por sus hijos, usted le rogaba a Dios que se los trajera de vuelta, para procurar con más fervor conducirlos por la senda de la santidad. Decidió que trabajaría más fielmente que nunca. 2TPI 248.1

El Señor permitió que usted fuera entrenada en la adversidad y la aflicción para que pudiera obtener una experiencia que podría ser valiosa para usted misma y para los demás. En los días de su pobreza y de su prueba amaba al Señor y sus privilegios religiosos. La cercanía del regreso de Cristo era su consuelo. Era su esperanza viviente el hecho de encontrar pronto descanso para sus labores y fin para sus pruebas; cuando podría llegar a la conclusión de que no había trabajado ni sufrido demasiado; porque el apóstol Pablo declara: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. 2 Corintios 4:17. 2TPI 248.2

Relacionarse con el pueblo de Dios le parecía casi como si hubiera estado visitando el Cielo. Los obstáculos no la desanimaban. Podía padecer cansancio y hambre por falta de alimento temporal, pero no podía privarse del alimento espiritual. Buscó fervientemente la gracia de Dios, y no lo hizo en vano. Su comunión con el pueblo de Dios era la bendición más rica de que podía disfrutar. 2TPI 248.3

Como resultado de su experiencia cristiana, usted aborrecía la vanidad, el orgullo y la ostentación extravagante. Cuando observó los gastos que hacían los profesos cristianos por pura ostentación y para fomentar el orgullo, su corazón y sus labios dijeron: “¡Oh, si yo hubiera dispuesto de los medios que se encuentran en las manos de estos mayordomos infieles, habría considerado uno de los más grandes privilegios ayudar a los necesitados y colaborar en el progreso de la causa de Dios!” 2TPI 248.4

A menudo sentía la presencia de Dios al tratar de iluminar humildemente a los demás con respecto a la verdad para estos últimos días. Había experimentado la verdad por sí misma. Sabía que lo que había visto y oído y experimentado, y acerca de lo cual había dado testimonio, no era ficción. Se deleitaba en presentar ante los demás, en conversación privada, la forma maravillosa como Dios había conducido a su pueblo. Se refería a su trato con tanta seguridad como para convencer los corazones de los que la escuchaban. Hablaba como si conociera las cosas que estaba afirmando. Cuando hablaba con los demás con respecto a la verdad presente, anhelaba disponer de oportunidades mayores y de una influencia más amplia, para dar a conocer a muchos que moran en tinieblas la luz que había iluminado su senda. A veces consideraba su pobreza, su influencia limitada, y sus mejores esfuerzos -a menudo mal interpretados por los profesos amigos de la causa de la verdad-, y se sentía casi desanimada. 2TPI 249.1

A veces, mientras se hallaba confundida, se equivocaba en su juicio, y no faltaban algunos que deberían haber poseído ese amor que no piensa el mal, que observaban, sospechaban el mal, y trataban de sacar el mayor partido posible de los errores que creían ver en usted. Pero el amor y la tierna piedad de Jesús no se apartaban de usted; eran su apoyo en medio de las pruebas y persecuciones de su vida. El reino de los cielos y la justicia de Cristo ocupaban el primer lugar en usted. Su vida adolecía de imperfecciones, porque errar es humano; pero de acuerdo con lo que el Señor ha tenido a bien mostrarme con respecto al ambiente desanimador de los días de su pobreza y su prueba, sé que nadie podría haber tenido una conducta más libre de errores que usted, si se hubiera encontrado como usted en medio de la pobreza y de pruebas dificilísimas. Es fácil para los que evitan las pruebas por las que tienen que pasar otros, observar e interrogarse, sospechar el mal y encontrar faltas. Algunos están más dispuestos a censurar a los demás por proseguir una cierta conducta, que a asumir la responsabilidad de decir lo que se debería hacer o señalar un camino más correcto. 2TPI 249.2

Usted se confundió. No sabía en quién confiar. Había sólo unos pocos observadores del sábado en _____ y sus alrededores, capaces de ejercer una influencia salvadora. Algunos que profesaban la fe no eran motivo de honra para la causa de la verdad presente. No reunían con Cristo; por lo contrario, esparcían. Podían hablar en voz alta y por mucho tiempo, pero sus corazones no estaban en la obra. No habían sido santificados por la verdad que profesaban creer. Estos, al no tener raíces, abandonaron la fe. Si lo hubieran hecho antes, habría sido mejor para la causa de la verdad. Por causa de estas cosas, Satanás se aprovechó de usted, y preparó el camino para su apostasía. 2TPI 250.1

Mi atención fue dirigida a sus deseos de poseer recursos. El sentimiento de su corazón era: “¡Oh, si tan sólo tuviese medios, no los despilfarraría! Daría un ejemplo a los avaros y mezquinos. Les mostraría la gran bendición que se recibe al hacer bien”. Su alma aborrecía la codicia. Al ver que quienes poseían abundantes riquezas cerraban su corazón al clamor de los menesterosos, usted decía: “Dios los visitará y los recompensará según sus obras”. Y cuando veía a los ricos enorgullecidos, que rodeaban su corazón de egoísmo, como con ligaduras de hierro, comprendía que ellos eran más pobres que usted misma, aun cuando pasaba necesidades y sufrimientos. Cuando veía que estos hombres, orgullosos de sus riquezas, obraban con altanería, porque el dinero tiene poder, se compadecía de ellos y nada la habría inducido a cambiar de lugar con ellos. Sin embargo, usted deseaba recursos a fin de usarlos de una manera que reprendiese a los codiciosos. 2TPI 250.2

Dios dijo al ángel que la había atendido hasta entonces: “La he probado en la pobreza y la aflicción, y ella no se ha separado de mí ni se ha rebelado contra mí. Ahora la probaré con la prosperidad. Le revelaré un aspecto del corazón humano con el cual ella no está familiarizada. Le mostraré que el dinero es el enemigo más peligroso que haya encontrado. Le revelaré el engaño de las riquezas; le demostraré que son una trampa, aun para aquellos que se sienten seguros contra el egoísmo, contra la exaltación, la extravagancia, el orgullo y el amor a las alabanzas humanas. 2TPI 250.3

Me fue mostrado que ante usted se abrió el camino para que mejorasen sus condiciones de vida, y pudiese al fin obtener los recursos que pensaba usar con sabiduría para gloria de Dios. ¡Cuán ansiosamente miraba su ángel ministrador esa nueva prueba, para ver cómo la resistiría! Cuando llegaron los recursos a sus manos, vi cómo, gradual y casi imperceptiblemente, usted se separaba de Dios. Gastaba para su propia conveniencia los recursos que se le habían confiado, y se rodeaba de las comodidades de esta vida. Vi que los ángeles la miraban con anhelante tristeza, con el rostro medio desviado, pesarosos de abandonarla. Sin embargo, usted no advertía la presencia de ellos, y seguía su conducta sin acordarse de su ángel guardián. 2TPI 250.4

Los negocios y los cuidados de su nueva situación reclamaban su tiempo y su atención, de modo que no consideró su deber hacia Dios. Jesús la había adquirido por su propia sangre; no era su propia dueña. Su tiempo, sus fuerzas y los medios de que disponía, todo le pertenecía a su Redentor. Había sido su Amigo constante, su fuerza y su sostén cuando los otros amigos habían sido como caña cascada. Retribuyó el amor y la generosidad de Dios con ingratitud y olvido. 2TPI 251.1

Su única seguridad consistía en confiar sin reservas en Cristo, su Salvador. No había seguridad para usted fuera de la cruz. ¡Cuán débil parecía la fortaleza humana en esas circunstancias! ¡Oh, cuán evidente era que no existe verdadera fortaleza fuera de la que Dios imparte a los que confían en él! Una petición ofrecida a Dios con fe tiene más poder que toda la riqueza del intelecto humano. 2TPI 251.2

En medio de la prosperidad, usted no llevó a cabo las resoluciones que había hecho en la adversidad. El engaño de las riquezas la separó de sus propósitos. Aumentaron sus preocupaciones y se extendió su influencia. Los afligidos, al recibir alivio de sus padecimientos, la glorificaban, y usted aprendió a amar las alabanzas de los pobres labios mortales. Vivía en una ciudad populosa, y pensó que para el éxito de sus negocios y para conservar su influencia era necesario que cuanto la rodeaba estuviese de acuerdo con los mismos. Pero llevó las cosas al extremo. Se dejó guiar demasiado por opiniones y juicios ajenos. Gastó recursos inútilmente tan sólo para satisfacer la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Se olvidó de que estaba manejando el dinero de su Señor. Cuando gastaba dinero sólo para estimular la vanidad, no consideraba que el ángel registrador anotaba acciones cuyo recuerdo la avergonzaría. El ángel dijo, señalándola: “Te glorificaste a ti misma, pero no me magnificaste”. Hasta se jactaba usted porque podía comprar esas cosas que hasta entonces habían estado fuera de su alcance. 2TPI 251.3

Una gran suma se gastó en cosas innecesarias que sólo podían servir para la ostentación, fomentar la vanidad y el orgullo, y que finalmente le producirían remordimiento y vergüenza. Si hubiera recordado los derechos del Cielo sobre usted, y hubiera hecho una distribución adecuada de los medios confiados a su cuidado para ayudar al necesitado y colaborar en el progreso de la causa de la verdad presente, habría estado depositando un tesoro en el Cielo, y habría sido rica en Dios. Considere cuánto dinero ha invertido en algo que realmente no ha beneficiado a nadie, no ha alimentado ni vestido a nadie, ni le ha ayudado a nadie a ver el error de su camino para que pudiera volverse a Cristo y vivir. 2TPI 252.1

Ha hecho grandes inversiones en empresas inciertas. Satanás cegó sus ojos para que no viera que esas empresas no le darían ganancias. La empresa de obtener la vida eterna no despertaba su interés. Allí podría haber invertido su dinero sin correr riesgos, sin tener que hacer frente a desilusiones, para recibir al final inmensas ganancias. Allí podría haber invertido en el banco del Cielo, que nunca falla. Allí podría haber depositado sus tesoros, donde los ladrones no minan ni el orín corrompe. Esta empresa es eterna y es mucho más noble que cualquier empresa terrenal, como los cielos son más altos que la tierra. 2TPI 252.2

Sus hijos no eran discípulos de Cristo. Mantenían amistad con el mundo y sus corazones naturales deseaban ser como los mundanos. La concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida los dominaban, y en cierta medida ejercieron influencia sobre usted también. Ha tratado con más interés de agradar y complacer a sus hijos que de agradar y glorificar a Dios. Se olvidó de los derechos que Dios tiene sobre usted y de las necesidades de su causa. El egoísmo la indujo a gastar dinero en adornos para su satisfacción y la de sus hijos. No pensó que ese dinero no era suyo; que sólo le había sido prestado para probarla, para ver si iba a evitar los males que había notado en los demás. Dios hizo de usted su mayordoma, y cuando él venga para ajustar cuentas con sus siervos, ¿qué cuenta va a rendir usted de su mayordomía? 2TPI 252.3

Su fe y sencilla confianza en Dios empezaron a desvanecerse tan pronto como los recursos comenzaron a afluir. No se apartó usted de Dios en seguida. Su apostasía fue gradual. Renunció a los cultos matutino y vespertino porque no eran siempre convenientes. Su nuera le planteaba problemas difíciles y penosos, que tuvieron mucho que ver para disuadirla de continuar observando las devociones familiares. En su casa ya no se oraba. Sus negocios se convirtieron en el asunto primordial, y el Señor y su verdad quedaron relegados a segundo término. Recuerde los días del comienzo de su experiencia; ¿la habrían apartado esas pruebas entonces de la oración en familia? 2TPI 253.1

Por este descuido de la oración de viva voz, usted dejó de ejercer una influencia que debió conservar. Era su deber reconocer a Dios en su familia, sin tener en cuenta las consecuencias. Debiera haber presentado sus peticiones ante Dios mañana y noche. Usted debiera haber sido como un sacerdote en la casa, y debiera haber confesado sus pecados y los de sus hijos. Si hubiese sido fiel, Dios, que había sido su guía, no la habría abandonado a su propia sabiduría. 2TPI 253.2

En su casa se gastaban recursos inútilmente por pura ostentación. Usted se había afligido hondamente al ver este pecado en otros. Mientras usaba así sus recursos, estaba robando a Dios. Entonces el Señor dijo: “Yo dispersaré. Por un tiempo le permitiré andar en el camino que ha elegido; cegaré su juicio y le quitaré la sabiduría. Le mostraré que su fuerza es debilidad, y su sabiduría insensatez. La humillaré y le abriré sus ojos para que vea cuánto se ha apartado de mí. Si no quiere volverse a mí de todo corazón, y reconocerme en todos sus caminos, mi mano dispersará, y el orgullo de la madre y de los hijos será abatido y la pobreza volverá a ser su suerte. Mi nombre será ensalzado. La soberbia del hombre será abatida, y su orgullo, humillado”. 2TPI 253.3

Lo que he escrito anteriormente se me dio el 25 de diciembre de 1865 en la ciudad de Róchester, Nueva York. En junio pasado se me mostró que el Señor la estaba tratando con amor, y que la estaba invitando a volver a él para que pudiera vivir. Se me mostró que por años usted ha tenido la impresión de encontrarse en condición de apóstata. Si se hubiera consagrado a Dios podría haber hecho una obra grande y buena al permitir que su luz resplandeciera sobre los demás. A cada cual se le da una obra que hacer por el Maestro. A cada uno de sus siervos les confía dones y talentos especiales. “A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad”. Mateo 25:15. Cada siervo tiene un cometido por el cual es responsable; y los diversos cometidos están en relación con las distintas capacidades. Al otorgar, sus talentos, Dios no ha obrado con parcialidad. Ha repartido los talentos de acuerdo con las posibilidades conocidas de sus siervos, y espera los réditos correspondientes. 2TPI 253.4

En la primera parte de su vida, el Señor le impartió los talentos de la influencia, pero no le dio recursos, y por lo tanto, no esperaba que usted, en su pobreza, impartiese lo que no tenía. Como la viuda, usted dio lo que podía, aunque si hubiese considerado sus circunstancias, se habría sentido eximida de hacer tanto como hizo. En su enfermedad, Dios no le pedía que le dedicase la energía activa que la enfermedad le había quitado. Aunque se veía restringida en su influencia y sus recursos, Dios aceptaba sus esfuerzos para hacer bien y contribuir al progreso de su causa según lo que poseía, y no según lo que no tenía. El Señor no desprecia la ofrenda más humilde hecha voluntaria y sinceramente. 2TPI 254.1

Usted posee un temperamento fogoso. El fervor por una causa buena es digno de alabanza. En sus anteriores pruebas y perplejidades obtuvo una experiencia que había de reportar ventajas a otros. Era celosa en el servicio de Dios. Se deleitaba en presentar las evidencias de nuestra fe a los que no creían en la verdad presente. Podía hablar con seguridad; porque estas cosas eran una realidad para usted. La verdad era parte de su ser; los que escuchaban sus fervientes llamados no podían dudar de su sinceridad, y quedaban convencidos de que las cosas eran así. 2TPI 254.2

En la providencia de Dios, su influencia se extendió; además de esto, Dios creyó propio probarla dándole talentos y recursos. Por lo tanto, le fue impuesta una doble responsabilidad. Cuando comenzó a mejorar su condición, usted dijo: “Tan pronto como pueda conseguirme una casa, daré para la casa de Dios”. Pero cuando tuvo la casa, vio que había que hacer tantos arreglos para que todo fuese conveniente y agradable en derredor, que se olvidó del Señor y de sus derechos sobre usted, y se sintió menos inclinada a ayudar a la causa de Dios que en los días de su pobreza y aflicción. 2TPI 254.3

Buscó la amistad con el mundo, y se apartó más y más de Dios. Se olvidó de la exhortación de Cristo: “Mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”. “Así que el que piensa estar firme, mire no caiga” Lucas 21:34; 1 Corintios 10:12. 2TPI 255.1

Hay tres consignas en la vida cristiana que deben ser observadas si deseamos evitar que Satanás nos gane la delantera; a saber: Velar, orar y trabajar. Es necesario velar y orar para progresar en la vida divina. Nunca hubo en su caso un tiempo más importante que el actual. Su única seguridad consiste en vivir una vida vigilante. Vele y ore siempre. ¡Oh, cuán grande preventivo es esto contra la tentación y el peligro de caer en las trampas del mundo! ¡Cuán fervientemente debiera usted haberse dedicado al trabajo durante los últimos años cuando su influencia era extensa! 2TPI 255.2

Amada hermana, la alabanza de los hombres y la adulación corriente en el mundo han ejercido en usted una influencia mayor de lo que cree. No ha aprovechado sus talentos, dándolos a los banqueros. Usted es por naturaleza afectuosa y generosa. Ha ejercido estos rasgos de carácter hasta cierto punto, pero no tanto como Dios requiere. La mera posesión de estos dones excelentes, no es suficiente; Dios exige que se los mantenga en constante ejercicio, porque, valiéndose de ellos, él bendice a los que necesitan ayuda y lleva a cabo su obra en favor de la salvación del hombre. 2TPI 255.3

El Señor no depende de las almas mezquinas para cuidar a los pobres que merecen ayuda, ni para sostener su causa. Los tales son demasiado estrechos de mente; le mezquinarían la más pequeña limosna a los necesitados en sus tribulaciones. También quisieran que la causa se empequeñeciera para que estuviera de acuerdo con sus ideas limitadas. Economizar dinero sería la idea predominante entre ellos. Parece que su dinero es de más valor para ellos que las preciosas almas por las cuales Cristo murió. Las vidas de los tales, en lo que concierne a Dios y al Cielo, son peores que si no existieran. Dios no les va a confiar una obra tan importante. 2TPI 255.4

“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, el socorro de Jehová contra los fuertes”. Jueces 5:23. ¿Qué hizo Meroz? Nada. Ese fue su pecado. La maldición de Dios recayó sobre ellos por lo que no hicieron. El hombre de mente egoísta y estrecha es responsable por su mezquindad; pero los que tienen sentimientos bondadosos y generosos impulsos, y amor por las almas, tienen una tremenda responsabilidad; porque si permiten que esos talentos queden sin usar y se desperdicien, serán considerados siervos infieles. La mera posesión de estos dones no basta. Los que los poseen deben darse cuenta de que sus obligaciones y responsabilidades son mayores. 2TPI 256.1

El Maestro requerirá de cada uno de sus mayordomos que rinda cuenta de su mayordomía, para ver lo que ha ganado con los talentos que les confió. Los que reciban recompensas no se adjudicarán el mérito por haber negociado con diligencia; le darán toda la gloria a Dios. Hablan de lo que se les entregó como de “tu dinero”, no el propio. Cuando se refieren a la ganancia tienen cuidado de declarar de dónde procedió. El capital fue adelantado por el Maestro. Negociaron con él de manera que tuvieron éxito, y le devolvieron al Dador el capital y los intereses. El recompensa sus esfuerzos como si el mérito les correspondiera, cuando lo deben todo a la gracia y la misericordia del generoso Dador. Sus palabras de aprobación inmerecida resuenan en sus oídos: “Bien, buen siervo fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:21. 2TPI 256.2

A usted, hermana mía, se le ha confiado dinero y la capacidad de ejercer influencia; por lo tanto, su responsabilidad es grande. Debe obrar con cautela, y en el temor de Dios. Su sabiduría es debilidad, pero la sabiduría de lo alto es fuerte. El Señor quiere iluminar sus tinieblas y volver a darle una vislumbre del tesoro celestial, para que pueda apreciar el valor comparativo de ambos mundos. Le permite así elegir entre este mundo o la herencia eterna. Vi que tenía todavía oportunidad de volver al aprisco. Jesús la ha redimido por su propia sangre, y le pide que emplee sus talentos en su servicio. Usted no se ha endurecido a la influencia del Espíritu Santo. Cuando se le presenta la verdad de Dios, halla respuesta en su corazón. 2TPI 256.3

Vi que usted debería examinar cada una de sus decisiones. No debería hacer nada apresuradamente. Permita que Dios sea su consejero. El ama a sus hijos, y es correcto que usted los ame; pero no es correcto que les dé en sus afectos el lugar que el Señor reclama. Tienen impulsos amables y propósitos generosos. Poseen nobles rasgos de carácter. Si vieran solamente su necesidad del Salvador, y se inclinaran al pie de la cruz, podrían ejercer influencia para el bien. Ahora son más amadores de los placeres que de Dios. Actualmente se encuentran en las filas del enemigo, bajo la bandera negra de Satanás. Jesús los invita a acudir a él, a abandonar las filas del enemigo y a ubicarse bajo la bandera manchada de sangre de la cruz de Cristo. 2TPI 257.1

Les parecerá que es algo que no pueden hacer, porque requerirá mucha abnegación. No tienen una noción experimental del asunto. Los que han librado las batallas de su patria, y han estado sometidos a las dificultades, los trabajos y los peligros de la vida del soldado, deberían ser los últimos en vacilar y en manifestar cobardía en esta gran contienda por la vida eterna. En este caso estarán combatiendo por una corona de vida y una herencia inmortal. Su salario será seguro, y cuando la guerra haya terminado su ganancia será la vida eterna, una felicidad sin mezcla, y un eterno peso de gloria. 2TPI 257.2

Satanás se va a oponer a todo esfuerzo que puedan hacer. Les presentará el mundo en sus aspectos más atractivos, como lo hizo con el Salvador del mundo cuando lo tentó por cuarenta días en el desierto. Cristo venció todas las tentaciones de Satanás, y lo mismo pueden hacer sus hijos. Están sirviendo a un amo duro. La paga del pecado es muerte. No pueden permitirse pecar. Van a descubrir que es algo sumamente caro. Y al final se van a encontrar con una pérdida eterna. Perderán las mansiones que Jesús fue a preparar a los que lo aman, y perderán también esa vida que se mide con la vida de Dios. Y esto no es todo. Tendrán que sufrir la ira de un Dios ofendido por haberle escatimado su servicio y haber brindado sus esfuerzos a su peor enemigo. Sus hijos no han recibido tadavía la plenitud de la luz, y la condenación sólo viene después del rechazamiento de esa luz. 2TPI 257.3

Si los profesos cristianos estuvieran libres de error y fueran fervientes en sus esfuerzos por promover la gloria de Dios, ¡qué agitación se produciría en las filas del enemigo! Satanás es diligente y sincero en su obra. No quiere que las almas se salven. No quiere que se quebrante el poder que ejerce sobre ellos. No solamente pretende hacer las cosas; las hace en serio. Observa a Cristo cuando invita a las almas a acudir a él para que tengan vida, y es diligente y celoso en sus esfuerzos para impedir que acepten la invitación. No dejará medio sin usar para impedir que dejen sus filas y se pasen a las de Cristo. ¿Por qué los profesos seguidores de Jesús no pueden hacer tanto por él como sus enemigos hacen en contra de él? ¿Por qué no hacen todo lo que pueden? Satanás hace todo lo que puede para impedir que las almas acudan a Cristo. El fue una vez un ángel muy honrado en el Cielo, y aunque ha perdido su santidad, no ha perdido su poder. Ejerce ese poder con terribles efectos. No espera que su presa acuda a él. Va en pos de ella. Anda de aquí para allá por toda la tierra como león rugiente buscando a quien devorar. No siempre ostenta el feroz aspecto de león, pero cuando quiere lograr los mejores resultados se transforma en ángel de luz. Con toda facilidad puede transformar el rugido del león en los argumentos más convincentes o en el más suave susurro. Tiene legiones de ángeles que le ayudan en su obra. A menudo esconde sus trampas y atrae mediante engaños placenteros. Encanta y seduce a muchos adulando su vanidad. Presenta mediante sus instrumentos los placeres del mundo en su aspecto más atractivo, y adorna el sendero que conduce al infierno con flores tentadoras, y de ese modo las almas resultan encantadas y van a la ruina. Después de cada paso que se da en la senda descendente, Satanás tiene alguna otra tentación especial para conducirlas aún más lejos por el camino equivocado. 2TPI 258.1

Si sus hijos estuvieran dirigidos por principios religiosos, serían fortificados contra el vicio y la corrupción que los rodean en esta era degenerada. Dios sería para ellos como el torreón de una fortaleza si quisieran depositar su confianza en él. “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Isaías 27:5. El Señor será su Conductor en los días de su juventud, si están dispuestos a creer y confiar en él. 2TPI 258.2

Amada hermana mía, el Señor ha sido muy misericordioso con usted y su familia. Tiene ante su Padre celestial la obligación de alabar y glorificar su santo nombre en la tierra. A fin de continuar en su amor, debe trabajar constantemente para obtener la humildad de espíritu, y ese ánimo manso, sereno, que es de gran valor a los ojos de Dios. Su fuerza en Dios aumentará al consagrarlo todo a él, de manera que pueda decir con confianza: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o cuchillo?” Romanos 8:35. “Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. vers. 38-39. 2TPI 259.1

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