Testimonios para la Iglesia, Tomo 4

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Reuniones de temperancia

Sin embargo, mi trabajo en Battle Creek todavía no había concluido. Inmediatamente, a nuestro regreso del lago, se me solicitó que tomara parte en una reunión pública de temperancia, un esfuerzo muy meritorio que estaba en marcha entre la clase más alta de ciudadanos de Battle Creek. Este movimiento incluía la Asociación de Reforma de Battle Creek, con seiscientos miembros, y la Unión Femenina de Temperancia Cristiana, con doscientos sesenta miembros. Dios, Cristo, el Espíritu Santo eran palabras corrientes en esos fervorosos obreros. Ya se había obrado mucho bien, y la actividad de los obreros, el método con que trabajaban y el espíritu de sus reuniones prometían un mayor beneficio en el futuro. 4TPI 270.3

Con motivo de la visita de la gran colección de fieras de Barnum, que tuvo lugar el 28 de junio, las damas de la Unión Femenina de Temperancia Cristiana dieron un gran espaldarazo a la temperancia y la reforma organizando un inmenso restaurante de temperancia con el fin de acomodar a la multitud que había acudido desde muy diversos lugares para visitar la colección de fieras y, así, se evitaba que los visitantes entraran a los salones y las tabernas, donde habrían estado expuestos a la tentación. Para la ocasión se plantó la inmensa carpa con capacidad para cinco mil personas que había usado la Asociación de Míchigan para las reuniones de campo. Bajo ese inmenso templo de lona se dispusieron quince o veinte mesas para acomodar a los huéspedes. 4TPI 271.1

El sanatorio fue invitado a disponer una gran mesa en el centro del gran pabellón, magníficamente surtida de excelentes frutas, cereales y hortalizas. Esa mesa era la atracción principal y fue, de largo, la más frecuentada. Aunque tenía más de diez metros de longitud, se llenó tanto de gente que fue preciso disponer otra de seis metros que, a su vez, también se llenó por completo. 4TPI 271.2

Por invitación del Comité Organizador, el alcalde Austin, W. H. Skinner, cajero del First National Bank, y C. C. Peavey, la tarde del domingo 1 de julio hablé en la carpa sobre la temperancia cristiana. Esa tarde Dios me ayudó y, a pesar de que hablé durante noventa minutos, la multitud de cinco mil personas escuchó en el silencio más absoluto. 4TPI 271.3