El ministro como educador
El estado de cosas en _____ es algo que ha de lamentarse profundamente. Lo que el Señor se ha dignado presentarme ha sido de tal carácter que me ha causado dolor. Quien sea que trabaje aquí o en _____ de ahora en adelante tendrá que trabajar cuesta arriba y llevar una carga pesada, porque el trabajo no ha sido fielmente concluido, sino que ha sido dejado a medias. Y esto es aún más penoso debido a que el fracaso no se puede achacar enteramente a la mundanalidad y falta de amor hacia Jesús y la verdad de parte del pueblo; pero gran parte hay que atribuirlo a los ministros, quienes al trabajar entre la gente, han fracasado notoriamente en el cumplimiento de su deber. No han tenido espíritu misionero; no han sentido la gran necesidad de educar cabalmente al pueblo en todos los ramos de la obra, en todos los lugares donde la verdad se ha establecido. La obra bien hecha en favor de un alma se hace en beneficio de muchas; pero los ministros no se han dado cuenta de esto y han dejado de educar a personas quienes a su vez debieran mantenerse firmes en defensa de la verdad y educar a otros. Esta manera de trabajar, floja, laxa y a medias, no es aprobada por Dios.
5TPI 235.3
Al ministro podrá gustarle la predicación, ya que es la parte agradable de su obra y comparativamente fácil; pero a ningún ministro se le debiera juzgar por su capacidad como orador. La parte más dura viene después que deja el púlpito, el riego de la semilla sembrada. El interés que fue suscitado debiera seguirse con la labor personal: la visitación, la celebración de estudios bíblicos, la enseñanza de cómo estudiar las Escrituras, la oración con familias y personas interesadas, procurando ahondar la impresión hecha sobre corazones y conciencias.
5TPI 236.1
Hay muchos que no tienen ningún deseo de amistarse con sus vecinos incrédulos y con aquellos con quienes se topan, y no sienten que sea su deber vencer esta renuencia. La verdad que enseñan y el amor de Jesús deberían poseer gran poder para ayudarles a vencer este sentimiento. Deberían recordar que han de encontrarse con estos mismos hombres y mujeres en el día del juicio. ¿Han dejado de pronunciar palabras que debieron haber sido dichas? ¿Han sentido suficiente interés por las almas como para amonestarlas, instarlas, orar por ellas, y hacer cualquier esfuerzo para ganarlas para Cristo? ¿Han combinado el buen criterio con el celo, siguiendo el consejo del apóstol: “A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne” Judas 23?
5TPI 236.2
Hay una obra seria que debe ser realizada por todos los que desean tener éxito en el ministerio. Os ruego, queridos hermanos, ministros de Cristo, no fracaséis en vuestro deber asignado de educar al pueblo a esforzarse con inteligencia por sostener la causa de Dios en todos sus variados aspectos. Cristo fue un educador y sus ministros, quienes le representan, deben ser educadores. Cuando dejan de enseñar al pueblo su obligación para con Dios respecto al pago de diezmos y ofrendas, descuidan una parte importante de la obra que el Maestro les asignó, y las palabras “siervo infiel” se registran al pie de sus nombres en los libros del cielo. La iglesia deduce que si estas cosas fueran esenciales, el ministro, a quien Dios envió para presentarles la verdad, así se lo informaría; y se siente segura y cómoda mientras descuida su deber. El pueblo actúa de manera contraria a los requerimientos que Dios ha declarado y como resultado carece de vida y se vuelve ineficiente. No ejerce una influencia salvadora sobre el mundo, y Cristo lo conceptúa como sal que ha perdido su sabor.
5TPI 236.3
Pueden organizarse grupos de observadores del sábado en muchos lugares. A menudo no serán numerosos; pero no han de descuidarse, no han de dejarse morir por falta de esfuerzo personal y preparación adecuados. La obra no debe dejarse prematuramente. Ved que todos tengan conocimiento de la verdad, que estén bien establecidos en la fe e interesados en todos los ramos de la obra, antes de dejarlos y marcharos a otro campo de labor. Y luego, así como lo hizo el apóstol Pablo, visitadlos a menudo para ver cómo siguen. ¡Oh, la obra descuidada que hacen muchos de los que se dicen ser comisionados por Dios para predicar su Palabra hace que los ángeles derramen lágrimas!
5TPI 237.1
La obra podría encontrarse en un estado saludable en todos los campos, y de veras lo estuviera si los ministros confiasen en Dios y no permitiesen que nada interviniese entre ellos y su obra. Hay mayor necesidad de trabajadores más bien que de predicadores, pero ambos oficios han de combinarse. Se ha comprobado en el campo misionero que, no importa cuál sea el talento de predicación, si se descuida el aspecto del trabajo, si al pueblo no se le enseña cómo debe trabajar, cómo dirigir reuniones, cómo hacer su parte en la obra misionera, cómo alcanzar a otros con éxito, la obra será casi un fracaso. En la obra de la escuela sabática hay mucho que hacer también para que el pueblo reconozca cuáles son sus obligaciones y que haga su parte. Dios los llama a trabajar para él, y los ministros debieran dirigir sus esfuerzos.
5TPI 237.2
Es un hecho obvio y a la vez triste, que la obra en estos campos debiera estar años más avanzada que lo que está ahora. El descuido de parte de los ministros ha desanimado al pueblo y la falta de interés, de sacrificio abnegado y aprecio por la obra de parte del pueblo ha desanimado a los ministros. “Dos años de atraso” es lo que aparece registrado en el Libro del Cielo. Este pueblo pudo haber hecho mucho para adelantar la causa de la verdad y ganar almas para Cristo en las diferentes localidades, como también crecer ellos mismos en gracia y en el conocimiento de la verdad, si hubiesen aprovechado sus oportunidades y hecho buen uso de sus privilegios, caminando, no con murmuración y queja, sino con fe y valor. Sólo la eternidad podrá revelar cuánto se habrá perdido durante estos años y cuántas almas se han dejado perder por causa de este estado de cosas. La pérdida es tan grande que no se puede calcular. Se ha insultado a Dios. El curso que se ha seguido ha infligido una herida a la causa que tardará años en sanar; y si los errores que se han cometido no se ven ni hay arrepentimiento por ellos, de seguro que se han de repetir.
5TPI 237.3
El reconocimiento de estos hechos ha traído sobre mí cargas indecibles, causándome desvelos. Ha habido ocasiones en que parecía que mi corazón desfallecería, y sólo podía orar, desahogando mi pena llorando en voz alta. ¡Oh, me sentía tan apenada por mi Salvador! Su búsqueda de fruto en la higuera frondosa y su desilusión porque “nada halló sino hojas” me pareció algo muy vivido ante mis ojos. Sentí que no podía permitir que fuese así. De ninguna manera podía yo aceptar los años pasados de descuido del deber de parte de los ministros y del pueblo. Temía que la maldición de sequedad pronunciada sobre la higuera fuera la suerte de los negligentes. El terrible descuido en llevar a cabo la obra y en cumplir la misión que Dios les ha encomendado nos hace incurrir en una pérdida que ninguno de nosotros puede afrontar. Significa correr un riesgo demasiado temible en sus resultados y demasiado terrible para que nos aventuremos a él en ningún período de nuestra historia religiosa; mucho menos ahora cuando el tiempo es tan corto y hay tanto que hacer en este día de la preparación de Dios. El cielo entero está fervorosamente involucrado en la obra de salvación de la humanidad; Dios envía luz a su pueblo, delineando sus deberes, para que ninguno se desvíe del camino correcto. Pero Dios no envía su luz y su verdad para que sean tenidas en poca estima y se traten con liviandad. Si el pueblo se muestra desatento, son doblemente culpables ante él.
5TPI 238.1
Al entrar en Jerusalén, sobre la cúspide del Monte de los Olivos, Cristo prorrumpió en un incontrolable llanto de aflicción, exclamando entre sollozos mientras contemplaba la ciudad de Jerusalén: “¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en éste tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos” Lucas 19:42. No lloró por sí mismo, sino por los que desprecian su misericordia, su longanimidad y paciencia. El curso seguido por los habitantes endurecidos de corazón e impenitentes de la ciudad sentenciada es semejante a la actitud de las iglesias e individuos hacia Cristo en el tiempo presente. Descuidan sus requerimientos y desprecian su clemencia. Existe apariencia de piedad, hay culto ceremonioso, hay oraciones halagadoras; pero falta el verdadero poder. El corazón no ha sido suavizado por la gracia, sino que es frío e insensible. Muchos, como los judíos, están cegados por la incredulidad y no conocen el tiempo de su visitación. En lo que se refiere a la verdad, han tenido toda clase de oportunidades; Dios ha estado apelando a ellos por años mediante reprensiones, correcciones e instrucción en justicia; pero las directivas especiales han sido dadas sólo para ser descuidadas y colocadas al mismo nivel de las cosas comunes.
5TPI 238.2
226
5TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
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