Testimonios para la Iglesia, Tomo 5

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La obra del ministro del evangelio

Hay muchas cosas que necesitan corregirse en las asociaciones de Upper Columbia y North Pacific.* El Creador esperaba que los hermanos allí llevasen fruto conforme a la luz y los privilegios que les fueron otorgados, pero en esto ha quedado chasqueado. El les ha dado toda ventaja posible; pero ellos no han mejorado en lo que se refiere a la mansedumbre, la piedad, y la benevolencia. No han seguido aquel curso de vida, no han revelado aquel carácter ni ejercido aquella influencia que más contribuiría a honrar a su Creador, a ennoblecerlos a ellos mismos y a convertirlos en una bendición para su prójimo. En sus corazones reina el egoísmo. Les encanta hacer lo que mejor les conviene y buscan su propia comodidad, honra y prosperidad, y el placer personal, ya sea en su forma más ordinaria o más refinada. Si seguimos el camino del mundo y las inclinaciones de nuestras propias mentes, ¿será para nuestro bien? Dios, quien formó al hombre, ¿no espera algo mejor de nosotros? 5TPI 230.1

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Efesios 5:1. Los cristianos han de ser como Cristo. Deben tener el mismo espíritu, ejercer su misma influencia, y poseer la misma excelencia moral que él poseyó. Los idólatra y corrompidos de corazón tienen que arrepentirse y volver a Dios. Los que son orgullosos y que se justifican a sí mismos tienen que subyugar el yo y arrepentirse con corazón manso y humilde. Los que se inclinan hacia la mundanalidad tendrán que desprender los tentáculos de su corazón de la basura del mundo a la cual están prendidos y entrelazarse con Dios; han de convertirse en personas de pensamiento espiritual. Los deshonestos y prevaricadores tienen que hacerse justos y rectos. Los ambiciosos y codiciadores han de ocultarse en Jesús y procurar su gloria, y no la propia. Tienen que despreciar su propia santidad y acumular tesoro en el cielo. Los que no oran tendrán que sentir la necesidad tanto de la oración secreta como la de familia y elevar sus plegarias a Dios con gran fervor. 5TPI 230.2

Como adoradores del Dios verdadero y viviente, debemos llevar fruto correspondiente a la luz y privilegios de que disfrutamos. Muchos están adorando ídolos y no al Señor del cielo y de la tierra. Cualquier cosa que los hombres amen y en la cual confíen, y que sustituya al amor y la confianza completa en el Señor, se convierte en ídolo y así queda registrada en los libros del cielo. A menudo las mismas bendiciones se convierten en maldición. Las simpatías del corazón humano, fortalecidas por el ejercicio, a veces se pervierten de tal manera que se convierten en tropiezo. Si alguien es reprendido, no falta nunca quien simpatice con él. Pasan por alto completamente el perjuicio que se ha hecho a la causa de Dios por medio de la mala influencia de aquel cuya vida y carácter no se asemejan en nada al Modelo. Dios envía a sus siervos con un mensaje para un pueblo que profesa seguir a Cristo; pero, algunos son hijos de Dios sólo de nombre, y rechazan la amonestación. 5TPI 231.1

De una manera maravillosa Dios ha dotado al hombre de la facultad de la razón. Aquel que capacitó al árbol para llevar la carga de agradable fruto, ha capacitado al hombre para llevar el precioso fruto de la justicia. Ha colocado al hombre en su huerto y con ternura lo ha cuidado, y espera que lleve fruto. En la parábola de la higuera, Cristo dice: “He aquí hace tres años que vengo a buscar fruto”. Lucas 13:7. Por más de dos años el Dueño ha buscado el fruto que tiene derecho a esperar de estas asociaciones, pero, ¿ha sido premiada su búsqueda? Con mucho esmero cuidamos de un árbol o planta favorita, en espera de que nos recompense produciendo capullos, flores y fruto; y cuánto nos chasqueamos cuando lo único que encontramos son hojas. ¡Con cuánta más preocupación y tierno interés vela nuestro Padre celestial sobre el crecimiento espiritual de aquellos a quienes él ha creado conforme a su propia imagen y por quienes se dignó entregar a su Hijo para que fuesen elevados, ennoblecidos y glorificados! 5TPI 231.2

El Señor cuenta con sus agencias establecidas para comunicarse con los hombres en sus yerros y descarríos. Sus mensajeros son enviados para dar un testimonio claro, despertarlos de su somnolencia y abrir ante su entendimiento las preciosas palabras de vida, las Sagradas Escrituras. Estos hombres no han de ser solamente meros predicadores, sino ministros, portadores de luz, centinelas fieles que vean el peligro que amenaza y amonesten al pueblo. Han de semejarse a Cristo en su celo fervoroso, en su tacto considerado, y en sus esfuerzos personales en pocas palabras, en todo su ministerio. Han de tener una conexión vital con Dios y han de familiarizarse de tal manera con las profecías y las lecciones prácticas del Antiguo y Nuevo Testamento que puedan extraer de la mina de la Palabra de Dios cosas nuevas y viejas. 5TPI 231.3

Algunos de estos ministros cometen un error en la preparación de sus discursos. Organizan todos los pormenores de una manera tan exacta que no le dejan lugar al Señor para dirigir e impresionar sus mentes. Cada punto está fijo, estereotipado por así decirlo, y no pueden apartarse del plan que han delineado. Este procedimiento, si se continúa, hará que se hagan estrechos de mente, circunscritos en su punto de vista, y pronto los dejará tan desprovistos de vida y energía como lo estaban las colinas de Gilboa de rocío y lluvia. Es preciso que abran sus almas y permitan que el Espíritu Santo tome posesión de sus mentes y las impresione. Cuando todo lo delinean de antemano y piensan que no pueden desviarse de estos discursos fijos, el efecto no es mucho mejor que el que produce la lectura de un sermón. 5TPI 232.1

Dios desea que sus ministros dependan enteramente de él, pero a la vez ellos debieran estar cabalmente instruidos para toda buena obra. No se puede exponer un tema de la misma manera a todas las congregaciones. Si se le permite hacer su obra, el Espíritu Santo impresionará la mente con ideas ajustadas a los casos de aquellos que necesitan ayuda. Sin embargo, los discursos formales de muchos de los que ocupan el púlpito tienen muy poco del poder vitalizador del Espíritu Santo. El hábito de predicar discursos como éstos será efectivo en destruir la utilidad y capacidad del ministro. Esta es una de las razones porque los esfuerzos de los obreros en _____ y en _____ no han tenido más éxito. Dios ha tenido muy poco que ver con la impresión de la mente en el púlpito. 5TPI 232.2

Otra causa del fracaso en estas asociaciones es que el pueblo a quien el mensajero es enviado quiere acomodar sus ideas a las de ellos y poner palabras en su boca cuando él debiera hablar. Los atalayas de Dios no han de estudiar cómo han de complacer a la gente, escuchar sus palabras ni proferirlas, sino que han de oír lo que dice el Señor y cuál es su mensaje para el pueblo. Si dependen de discursos preparados años antes, puede ser que fracasen en suplir las necesidades de una ocasión dada. Debieran abrir sus corazones para que el Señor los impresione, y luego podrán ofrecerle al pueblo la preciosa verdad fresca del cielo. Dios no está satisfecho con aquellos ministros de mente estrecha que aplican las energías que Dios les ha dado a asuntos de poca importancia y dejan de crecer en sabiduría divina hasta alcanzar la estatura de un varón perfecto. El quiere que sus ministros posean amplitud mental y verdadera valentía moral. Tales hombres estarán preparados para hacer frente a la oposición y superar dificultades, y conducirán al rebaño de Dios en lugar de ser dirigidos por él. 5TPI 232.3

Hay demasiado poco del Espíritu y del poder de Dios en la obra de los atalayas. El Espíritu que caracterizó aquella maravillosa reunión el día de Pentecostés, está esperando manifestar su poder sobre los hombres que están interpuestos entre los vivos y los muertos como embajadores de Dios. El poder que conmovió al pueblo tan fuertemente durante el movimiento de 1844 se ha de manifestar una vez más. El mensaje del tercer ángel avanzará, no en tono silencioso, sino con gran clamor. 5TPI 233.1

Muchos de los que profesan tener gran luz están caminando bajo la lumbre de un fuego de hechura propia. Necesitan que sus labios sean tocados con un carbón encendido del altar para que brote de ellos la verdad como hombres que están inspirados. Hay muchos que suben al púlpito con discursos rutinarios que no llevan en sí la luz del cielo. 5TPI 233.2

Hay demasiado del yo y muy poco de Jesús en el ministerio de todas las denominaciones. El Señor usa a hombres humildes para proclamar sus mensajes. Si Cristo hubiera venido en majestad real, con la pompa que acompaña a los grandes hombres de la tierra, muchos lo hubieran aceptado; pero Jesús de Nazaret no deslumbró los sentidos de la gente con una exhibición de gloria externa, ni la convirtió en la razón fundamental para ser reverenciado por ellos. Vino como un humilde hombre para ser Maestro y Ejemplo, como también el Redentor de la humanidad. Si él hubiera dado lugar a la pompa, si hubiera venido acompañado del séquito de insignes hombres de la tierra, ¿cómo habría podido enseñar la humildad? ¿Cómo habría podido presentar verdades ardientes como las de su Sermón del Monte? El ejemplo que nos dio era el que anhelaba que imitaran sus seguidores. ¿Qué hubiera sido de la esperanza de los de vida humilde si él hubiera venido con altivez y vivido como un monarca sobre la tierra? Jesús conocía las necesidades del mundo mejor que ellos mismos. No vino como ángel, vestido con la panoplia celeste, sino como hombre. Sin embargo, en combinación con su humildad había un poder y una grandeza inherentes que los hombres admiraban a la vez que lo amaban. Aunque poseía tanto atractivo a la vez que una apariencia tan modesta, caminaba entre los hombres con la dignidad y autoridad de un rey nacido del cielo. La gente se admiraba, se confundía. Trataba de razonar en cuanto a la situación, pero, no queriendo abandonar sus propias ideas, cedían a sus dudas, aferrándose a la antigua expectación del Salvador que vendría con terrenal esplendor. 5TPI 233.3

Cuando Cristo pronunció el Sermón del Monte, sus discípulos se apiñaron en torno a él y la multitud, poseída de una intensa curiosidad, también se acercó lo más posible. Esperaban algo fuera de lo común. Los rostros ansiosos y la actitud atenta eran indicio de gran interés. La atención de todos parecía estar clavada sobre el orador. Sus ojos estaban iluminados con un amor inefable, y la expresión celestial de su rostro impartía significado a cada palabra que profería. Había ángeles del cielo presentes en aquella multitud atenta. Allí estaba también el enemigo de las almas con sus ángeles malos, listo para contrarrestar hasta donde fuese posible la influencia del Maestro celestial. Las verdades allí expresadas han atravesado los siglos y han sido una luz en medio de la oscuridad general del error. Muchos han encontrado en ellas lo que el alma más necesitaba: un fundamento seguro de fe y acción; pero en estas palabras pronunciadas por el más grande Maestro que el mundo haya jamás conocido, no había ninguna exhibición de elocuencia. El lenguaje es claro y los pensamientos y sentimientos se caracterizan por la mayor sencillez. Los pobres, los indoctos, los de mente más sencilla, pueden entenderlos. De una manera misericordiosa y bondadosa el Señor del cielo se dirigía a las almas que había venido a salvar. Les enseñaba como quien tenía autoridad, hablándoles las palabras de vida eterna. 5TPI 234.1

Todos debieran imitar al Modelo lo más cerca posible. Aunque no pueden poseer la conciencia del poder que Jesús tenía, pueden de tal manera vincularse a la Fuente del poder, que Jesús pueda morar en ellos. 5TPI 235.1

“Andad en la luz, como él está en la luz”. Es la mundanalidad y el egoísmo lo que nos separa de Dios. Los mensajes del cielo son de tal naturaleza que suscitan la oposición. Los fieles testigos de Cristo y de la verdad reprocharán el pecado. Sus palabras serán como un martillo que rompe el corazón de piedra y como fuego que consume la escoria. Existe una constante necesidad de mensajes de amonestación serios y decididos. Dios quiere hombres que sean fieles al deber. Al tiempo debido él envía a sus fieles mensajeros para que hagan una obra semejante a la de Elías. 5TPI 235.2