Palabras de Vida del Gran Maestro

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Buscad el tesoro

La Palabra de Dios ha de ser nuestro estudio. Hemos de educar a nuestros hijos en las verdades que allí encontramos. Es un tesoro inagotable; pero los hombres no lo encuentran porque no lo buscan hasta posesionarse de el. Muchos se contentan con una suposición acerca de la verdad. Se conforman con una obra superficial, dando por sentado que tienen todo lo que es esencial. Consideran los dichos de otros como la verdad, y son demasiado indolentes para aplicarse a un trabajo fervoroso y diligente, representado en la Palabra por el acto de cavar para hallar el tesoro oculto. Pero las invenciones de los hombres no solamente no son dignas de confianza, sino que son peligrosas, pues colocan al hombre en el lugar que corresponde a Dios. Colocan los dichos de los hombres donde debería hallarse un “Así dice Jehová”. PVGM 81.1

Cristo es la verdad. Sus palabras son verdad, y tienen un significado más profundo del que aparentan tener en la superficie. Todos los dichos de Cristo tienen un significado que sobrepuja su modesta apariencia. Las mentes avivadas por el Espíritu Santo discernirán el valor de esos dichos. Hallarán las preciosas gemas de verdad, aun cuando sean tesoros escondidos. PVGM 81.2

Las teorías y especulaciones humanas nunca conducirán a una comprensión de la Palabra de Dios. Aquellos que suponen que entienden de filosofía piensan que sus explicaciones son necesarias para abrir los tesoros del conocimiento e impedir que las herejías se introduzcan en la iglesia. Pero son estas explicaciones las que han introducido falsas teorías y herejías. Los hombres han hecho esfuerzos desesperados por explicar lo que ellos pensaban que eran textos intrincados; pero demasiado a menudo sus esfuerzos no han hecho sino oscurecer aquello que trataban de explicar. PVGM 81.3

Los sacerdotes y los fariseos pensaban estar haciendo grandes cosas como maestros, colocando sus propias interpretaciones por sobre la Palabra de Dios; pero Cristo dijo de ellos: “No sabéis las Escrituras, ni la potencia de Dios”.6 Los declaró culpables de enseñar “como doctrinas mandamientos de hombres”.7 Aunque ellos eran los maestros de los oráculos divinos, aunque se suponía que entendían la Palabra, no eran hacedores de la misma. Satanás había cegado sus ojos, de tal manera que no viesen su verdadera importancia. PVGM 82.1

Esta es la obra que muchos hacen en nuestra época. Muchas iglesias son culpables de este pecado. Hay peligro, gran peligro de que los presuntos sabios de nuestra época repitan lo que hicieron los maestros judíos. Interpretan falsamente los oráculos divinos, y las almas quedan sumidas en la perplejidad y las tinieblas a causa de su errónea concepción de la verdad. PVGM 82.2

Las Escrituras no necesitan ser leídas a la luz empañada de la tradición o la especulación humana. El explicar las Escrituras por la especulación o la imaginación del hombre, es como tratar de alumbrar el sol con una antorcha. La santa Palabra de Dios no necesita de la débil luz de la antorcha de la tierra para que sus glorias sean visibles. Es luz en sí misma: la gloria de Dios revelada; y fuera de ella toda otra luz es empañada. PVGM 82.3

Pero debe haber fervoroso estudio y diligente investigación. Las percepciones claras y exactas de la verdad no serán nunca la recompensa de la indolencia. Ninguna bendición terrenal puede ser obtenida sin esfuerzo ferviente, paciente y perseverante. Si los hombres quieren tener éxito en los negocios, deben tener la voluntad de obrar, y la fe para esperar los resultados. Y no podemos esperar obtener un conocimiento espiritual sin un trabajo activo. Aquellos que desean encontrar los tesoros de la verdad deben cavar en busca de ellos como el minero cava para hallar el tesoro escondido en la tierra. Ningún trabajo frío e indiferente será provechoso. Es esencial para los viejos y los jóvenes no solamente leer la Palabra de Dios, sino estudiarla con fervor y consagración, orando e investigando para hallar la verdad como tesoro escondido. Los que hagan esto serán recompensados, pues Cristo avivará su inteligencia. PVGM 82.4

Nuestra salvación depende de nuestro conocimiento de la verdad contenida en las Escrituras. Es la voluntad de Dios que nosotros poseamos dicho conocimiento. Investigad, oh, investigad la preciosa Biblia con corazones hambrientos. Explorad la Palabra de Dios como el minero explora la tierra para encontrar las vetas de oro. Nunca abandonéis el estudio hasta que os hayáis asegurado de vuestra relación con Dios y de su voluntad con respecto a vosotros. Cristo declara: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.8 PVGM 83.1

Los hombres de piedad y talento obtienen visiones de las realidades eternas, pero a menudo dejan de entenderlas, porque las cosas que se ven eclipsan la gloria de las que no se ven. Aquel que quiere buscar con éxito el tesoro escondido debe elevarse a propósitos más nobles que las cosas de este mundo. Sus afectos y todas sus facultades deben ser consagrados a la investigación. PVGM 83.2

La desobediencia ha impedido el acceso a una gran cantidad de conocimiento que podría haberse obtenido de las Escrituras. La comprensión significa obediencia a los mandamientos de Dios. Las Escrituras no han de ser adaptadas para satisfacer los prejuicios y los celos de los hombres. Pueden ser entendidas solamente por aquellos que buscan humildemente un conocimiento de la verdad para obedecerla. PVGM 83.3

Preguntas tú: ¿Qué haré para salvarme? Debes abandonar a la puerta de la investigación tus opiniones preconcebidas, tus ideas heredadas y cultivadas. Si escudriñas las Escrituras para vindicar tus propias opiniones, nunca alcanzarás la verdad. Estudia para aprender qué dice el Señor. Y cuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad, no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz dada. Abre la mente y el corazón, para que puedas contemplar las cosas admirables de la Palabra de Dios. PVGM 83.4

La fe en Cristo como el Redentor del mundo exige un reconocimiento del intelecto iluminado, dominado por un corazón que puede discernir y apreciar el tesoro celestial. Esta fe es inseparable del arrepentimiento y la transformación del carácter. Tener fe significa encontrar y aceptar el tesoro del Evangelio con todas las obligaciones que impone. PVGM 84.1

“El que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios”.9 Puede conjeturar e imaginar, pero sin el ojo de la fe no puede ver el tesoro. Cristo dio su vida para asegurarnos este inestimable tesoro; pero sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay remisión de pecados, ni tesoro alguno para el alma que perece. PVGM 84.2

Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo para discernir las verdades de la Palabra de Dios. Las cosas hermosas del mundo natural no se ven hasta que el sol, disipando las tinieblas, las inunda con su luz. Así los tesoros de la Palabra de Dios no son apreciados hasta que no sean revelados por los brillantes rayos del Sol de Justicia. PVGM 84.3

El Espíritu Santo, enviado desde los cielos por la benevolencia del amor infinito toma las cosas de Dios y las revela a cada alma que tiene una fe implícita en Cristo. Por su poder, las verdades vitales de las cuales depende la salvación del alma son impresas en la mente, y el camino de la vida es hecho tan claro que nadie necesita errar en él. Mientras estudiamos las Escrituras, debemos orar para que la luz del Espíritu Santo brille sobre la Palabra, a fin de que veamos y apreciemos sus tesoros. PVGM 84.4