Palabras de Vida del Gran Maestro

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El tiempo

Nuestro tiempo pertenece a Dios. Cada momento es suyo, y nos hallamos bajo la más solemne obligación de aprovecharlo para su gloria. De ningún otro talento que él nos haya dado requerirá más estricta cuenta que de nuestro tiempo. PVGM 277.1

El valor del tiempo sobrepuja todo cómputo. Cristo consideraba precioso todo momento, y así es como hemos de considerarlo nosotros. La vida es demasiado corta para que se la disipe. No tenemos sino unos pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la eternidad. No tenemos tiempo para perder, ni tiempo para dedicar a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado. Es ahora cuando hemos de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Es ahora cuando hemos de prepararnos para el juicio investigador. PVGM 277.2

Apenas los miembros de la familia humana han empezado a vivir, cuando comienzan a morir, y la labor incesante del mundo termina en la nada a menos que se obtenga un verdadero conocimiento respecto a la vida eterna. El hombre que aprecia el tiempo como su día de trabajo, se preparará para una mansión y una vida inmortales. Vale la pena que él haya nacido. PVGM 277.3

Se nos amonesta a redimir el tiempo. Pero el tiempo desperdiciado no puede recuperarse jamás. No podemos hacer retroceder ni un solo momento. La única manera en la cual podemos redimir nuestro tiempo es aprovechando lo más posible el que nos queda, colaborando con Dios en su gran plan de redención. PVGM 277.4

En aquel que hace esto se efectúa una transformación del carácter. Llega a ser hijo de Dios, miembro de la familia real, hijo del Rey celestial. Está capacitado para ser compañero de los ángeles. PVGM 277.5

Ahora es nuestro tiempo de trabajar por la salvación de nuestros semejantes. Hay algunos que piensan que si dan dinero a la causa de Cristo, eso es todo lo que se requiere de ellos; el tiempo precioso en el cual pudieran hacer obra personal para Cristo, pasa sin ser aprovechado. Pero es privilegio y deber de todos los que tienen salud y fuerza prestar a Dios un servicio activo. Todos han de trabajar en ganar almas para Cristo. Los donativos de dinero no pueden ocupar el lugar de esto. PVGM 278.1

Cada momento está cargado de consecuencias eternas. Hemos de ser soldados de emergencia, listos para entrar en acción al instante de recibir el aviso. La oportunidad que se nos ofrece hoy de hablar a algún alma necesitada de la Palabra de vida, puede no volver jamás. Puede ser que Dios diga a esa persona: “Esta noche vuelven a pedir tu alma”,14 y a causa de nuestra negligencia no se halle lista. En el gran día del juicio, ¿cómo rendiremos cuenta de ello a Dios? PVGM 278.2

La vida es demasiado solemne para que sea absorbida en asuntos temporales o terrenos, en un tráfago de cuidados y ansiedades por las cosas que no son sino un átomo en comparación con las de interés eterno. Sin embargo, Dios nos ha llamado a servirle en los asuntos temporales de la vida. La diligencia en esta obra es una parte de la verdadera religión tanto como lo es la devoción. La Biblia no sanciona la ociosidad. Esta es la mayor maldición que aflige a nuestro mundo. Cada hombre y mujer verdaderamente convertido será un obrero diligente. PVGM 278.3

Del debido aprovechamiento de nuestro tiempo depende nuestro éxito en la adquisición de conocimiento y cultura mental. El cultivo del intelecto no ha de ser impedido por la pobreza, el origen humilde o las condiciones desfavorables. Pero atesórense los momentos. Unos pocos momentos aquí y unos pocos allí, que podrían desperdiciarse en charlas sin objeto; las horas de la mañana tan a menudo desperdiciadas en la cama; el tiempo que pasamos viajando en los tranvías o el tren, o esperando en la estación; los momentos que pasamos en espera de la comida, o de aquellos que llegan tarde a una cita; si se tuviera un libro en la mano y se aprovecharan estos fragmentos de tiempo en estudiar, leer o en pensar cuidadosamente, ¡cuánto podría realizarse! Un propósito resuelto, un trabajo persistente y la cuidadosa economía del tiempo capacitarán a los hombres para adquirir los conocimientos y la disciplina mental que los calificarán para casi cualquier posición de influencia y utilidad. PVGM 278.4

Es deber de todo cristiano adquirir hábitos de orden, minuciosidad y prontitud. No hay excusa para hacer lenta y chapuceramente el trabajo, cualquiera sea su clase. Cuando uno está siempre en el trabajo, y el trabajo nunca está hecho, es porque no se ponen en él la mente y el corazón. La persona lenta y que trabaja con desventajas, debiera darse cuenta de que ésas son faltas que deben corregirse. Necesita ejercitar su mente haciendo planes referentes a cómo usar el tiempo para alcanzar los mejores resultados. Con tacto y método, algunos realizarán tanto trabajo en cinco horas como otros en diez. Algunos que se ocupan en las tareas domésticas están siempre trabajando, no porque tengan tanto que hacer, sino porque no hacen planes para ahorrar tiempo. Por su manera de trabajar lenta y llena de dilaciones, se dan mucho trabajo por cosas muy pequeñas. Pero todos los que deseen pueden vencer esos hábitos de morosidad y excesiva meticulosidad. Tengan los tales un propósito definido en su obra. Decidan cuánto tiempo se requiere para hacer una tarea determinada, y entonces dedíquese todo esfuerzo a terminar el trabajo en ese tiempo. El ejercicio de la voluntad hará más diestras las manos. PVGM 279.1

Por falta de una determinación de echar mano de sí mismos y reformarse, las personas pueden volverse estereotipadas en cierto curso equivocado de acción; o mediante el cultivo de sus facultades pueden adquirir capacidad para realizar el mejor servicio. Entonces sus servicios serán solicitados en todas partes. Serán apreciados en todo lo que valen. PVGM 279.2

Muchos niños y jóvenes desperdician el tiempo que podrían haber empleado en ayudar a llevar las cargas del hogar, mostrando así un interés amante en su padre y su madre. La juventud podría llevar sobre sus jóvenes y fuertes hombros muchas responsabilidades que alguien tiene que llevar. PVGM 280.1

La vida de Cristo, desde sus más tempranos años, fue una vida de fervorosa actividad. El no vivió para agradarse a sí mismo. Era el Hijo del Dios infinito; no obstante, trabajó en el oficio de carpintero con su padre José. Su oficio fue significativo. Había venido al mundo como edificador del carácter, y como tal toda su obra fue perfecta. Toda su labor material se distinguió por la misma perfección que transmitía a los caracteres que estaba transformando por su poder divino. El es nuestro modelo. PVGM 280.2

Los padres debieran enseñar a sus hijos el valor y el debido uso del tiempo. Enséñeseles que vale la pena luchar para hacer algo que honre a Dios y beneficie a la humanidad. Aun en sus tempranos años pueden ser misioneros para Dios. PVGM 280.3

Los padres no pueden cometer un pecado mayor que el de permitir que sus hijos no tengan nada que hacer. Los niños pronto aprenden a amar la ociosidad, y llegan a ser hombres y mujeres negligentes e inútiles. Cuando tienen la edad suficiente para ganarse la vida y hallar empleo, trabajan de una manera perezosa, esperando sin embargo que se les pague tanto como si hubieran sido fieles. Existe una diferencia enorme entre esta clase de obreros y aquellos que se dan cuenta de que deben ser fieles mayordomos. PVGM 280.4

Los hábitos de indolencia y descuido consentidos en el trabajo común, serán llevados a la vida religiosa, e incapacitarán a uno para prestar cualquier servicio eficiente a Dios. Muchos que, mediante una labor diligente podrían haber sido una bendición para el mundo, se han visto arruinados por causa de la ociosidad. La falta de empleo y de un propósito determinado abren la puerta a un millar de tentaciones. Las malas compañías y los hábitos viciosos depravan la mente y el alma, y el resultado es la ruina para esta vida y la venidera. PVGM 281.1

Cualquiera que sea el ramo de trabajo en el cual nos ocupemos, la Palabra de Dios nos enseña a ser “en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu, sirviendo al Señor”. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”, “sabiendo que del Señor recibiréis la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís”.15 PVGM 281.2