Palabras de Vida del Gran Maestro
La nación judía
El profeta Isaías describe esta viña: “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en un recuesto, lugar fértil. Habíala cercado, y despedregádola y plantádola de vides escogidas: había edificado en medio de ella una torre, y también asentado un lagar en ella; y esperaba que llevase uvas”.1 PVGM 227.3
El labrador escoge una parcela de terreno en el desierto; la cerca, la limpia, la trabaja, la planta con vides escogidas, esperando una rica cosecha. Espera que este terreno, en su superioridad con respecto al desierto inculto, le honre mostrando los resultados de su cuidado y los afanes con que lo cultivó. Así Dios había escogido a un pueblo de entre el mundo para que fuera preparado y educado por Cristo. El profeta dice: “La viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta suya deleitosa”.2 Sobre ese pueblo Dios había prodigado grandes privilegios, bendiciéndolo ricamente con su abundante bondad. Esperaba que lo honraran llevando fruto. Habían de revelar los principios de su reino. En medio de un mundo caído e impío habían de representar el carácter de Dios. PVGM 227.4
Al igual que la viña del Señor, habían de producir un fruto completamente diferente del de las naciones paganas. Esos pueblos idólatras se habían entregado a la iniquidad. Sin ninguna restricción se ejercían la violencia, el crimen, la gula, la opresión y las prácticas más corruptas. La iniquidad, la degradación y la miseria eran el fruto del árbol corrupto. Muy diferente había de ser el fruto dado por la viña plantada por Dios. PVGM 228.1
El privilegio de la nación judía era el de representar el carácter de Dios tal como había sido revelado a Moisés. En respuesta a la oración de Moisés: “Ruégote que me muestres tu gloria”, el Señor le prometió: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro”. “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; que guarda la misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”.3 Este era el fruto que Dios deseaba de su pueblo. En la pureza de sus caracteres, en la santidad de sus vidas, en su misericordia, en su amante bondad y compasión, habían de mostrar que “la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma”.4 PVGM 228.2
El propósito de Dios era impartir ricas bendiciones a todo el mundo mediante la nación judía. Por medio de Israel había de prepararse el camino para la difusión de su luz a todo el mundo. Las naciones de la tierra, al seguir prácticas corruptas, habían perdido el conocimiento de Dios. Sin embargo, en su misericordia, Dios no las rayó de la existencia. Se propuso darles la oportunidad de llegar a conocerlo mediante su iglesia. Quería que los principios revelados por medio de su pueblo fueran los medios de restaurar la imagen moral de Dios en el hombre. PVGM 228.3
Para cumplir este propósito, Dios llamó a Abrahán a salir de su parentela idólatra, y le indicó que morara en la tierra de Canaán. “Haré de ti una nación grande, y bendecirte he, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”,5 le dijo. PVGM 229.1
Los descendientes de Abrahán, Jacob y su posteridad, fueron llevados a Egipto, para que en medio de aquella grande e impía nación pudieran revelar los principios del reino de Dios. La integridad de José y su maravillosa obra al preservar la vida de toda la nación egipcia, fue una representación de la vida de Cristo. Moisés y muchos otros fueron testigos de Dios. PVGM 229.2
Al sacar a Israel de Egipto, Dios manifestó nuevamente su poder y misericordia. Las obras maravillosas realizadas al librarlos del cautiverio y la forma en que los trató en su viaje por el desierto, no fueron únicamente para el beneficio de Israel. Habían de ser una lección objetiva para las naciones circunvecinas. El Señor se reveló a sí mismo como un Dios que estaba por encima de toda autoridad y grandeza humanas. Las señales y maravillas que realizó en favor de su pueblo mostraban su poder sobre la naturaleza y sobre los más encumbrados adoradores de ella. Dios pasó por la orgullosa tierra de Egipto así como pasará por la tierra en los últimos días. Con fuego y tempestad, terremoto y muerte, el gran YO SOY redimió a su pueblo. Lo sacó de la tierra de esclavitud. Lo guió a través de “un desierto grande y espantoso, de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed”. Les sacó agua de “la roca del pedernal” y los alimentó con “trigo de los cielos”.6 “Porque —como le dijo a Moisés—la parte de Jehová es su pueblo; Jacob la cuerda de su heredad. Hallólo en tierra de desierto, y en desierto horrible y yermo; trájolo alrededor, instruyólo, guardólo como la niña de su ojo. Como el águila despierta su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas: Jehová solo le guió, que no hubo con él dios ajeno”.7 Así los sacó para él, para que pudieran morar bajo la sombra del Altísimo. PVGM 229.3
Cristo era el dirigente de los hijos de Israel en sus peregrinaciones por el desierto. El los dirigió y guió rodeados por la columna de nubes de día y la columna de fuego de noche. Los preservó de los peligros del desierto, los llevó a la tierra prometida, y a la vista de todas las naciones que no reconocían a Dios, estableció a Israel como su posesión escogida, la viña del Señor. PVGM 230.1
A este pueblo le fueron confiados los oráculos de Dios. Se lo rodeó con el vallado de los preceptos de su ley, los principios eternos de verdad, justicia y pureza. La obediencia a esos principios había de ser su protección, pues los salvaría de la destrucción propia por las prácticas pecaminosas. Y, como la torre en la viña, Dios colocó en medio de la tierra su santo templo. PVGM 230.2
Cristo era su instructor. Así como había estado con ellos en el desierto, había de continuar siendo su maestro y guía. En el tabernáculo y en el templo su gloria moraba en la santa shekinah encima del propiciatorio. En favor de ellos, manifestó constantemente las riquezas de su amor y paciencia. PVGM 230.3
Dios quería hacer de su pueblo Israel una alabanza y una gloria. Se dio a ellos toda ventaja espiritual. Dios no les negó nada favorable a la formación del carácter que había de hacerlos sus representantes. PVGM 230.4
Su obediencia a la ley de Dios había de hacerlos maravillas de prosperidad delante de las naciones del mundo. El que podía darles sabiduría y habilidad en todo artificio, continuaría siendo su maestro, y los ennoblecería y elevaría mediante la obediencia a sus leyes. Si eran obedientes, habían de ser preservados de las enfermedades que afligían a otras naciones, y habían de ser bendecidos con vigor intelectual. La gloria de Dios, su majestad y poder, habían de revelarse en toda su prosperidad. Habían de ser un reino de sacerdotes y príncipes. Dios les proveyó toda clase de facilidades para que llegaran a ser la más grande nación de la tierra. PVGM 230.5
En una forma muy definida Cristo, mediante Moisés, les había presentado el propósito de Dios, y había aclarado las condiciones de su prosperidad: “Tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios—dijo él—: Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la haz de toda la tierra... Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta las mil generaciones... Guarda por tanto los mandamientos, y estatutos, y derechos que yo te mando hoy que cumplas. Y será que, por haber oído estos derechos, y guardado y puéstolos por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres; y te amará, y te bendecirá, y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, y tu grano, y tu mosto, y tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría. Bendito serás más que todos los pueblos... Y quitará Jehová de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tú sabes, no las pondrá sobre ti”.8 PVGM 231.1
Si ellos guardaban sus mandamientos, Dios prometía darles el mejor trigo, y sacarles miel de la roca. Habría de satisfacerlos con una larga vida, y mostrarles su salvación. PVGM 231.2
Por su desobediencia a Dios, Adán y Eva habían perdido el Edén, y debido a su pecado toda la tierra quedó maldita. Pero si el pueblo de Dios seguía su instrucción, su tierra había de ser restaurada a la fertilidad y la belleza. Dios mismo les dio instrucciones en cuanto a la forma de cultivar el suelo, y ellos habían de cooperar con él en su restauración. De modo que toda la tierra, bajo el dominio de Dios, llegaría a ser una lección objetiva de verdad espiritual. Así como en obediencia a las leyes naturales de Dios, la tierra había de producir sus tesoros, así en obediencia a sus leyes morales el corazón de la gente había de reflejar los atributos del carácter de Dios. Aun los paganos reconocerían la superioridad de los que servían y adoraban al Dios viviente. PVGM 231.3
“Mirad—dijo Moisés—, yo os he enseñado estatutos y derechos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para poseerla. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra: porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia en ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, gente grande es ésta. Porque ¿qué gente grande hay que tenga los dioses cercanos a sí, como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué gente grande hay que tenga estatutos y derechos justos, como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?”9 PVGM 232.1
Los hijos de Israel habían de ocupar todo el territorio que Dios les había señalado. Habían de ser desposeídas las naciones que rechazaran el culto y el servicio al verdadero Dios. Pero el propósito de Dios era que por la revelación de su carácter mediante Israel, los hombres fueran atraídos a él. A todo el mundo se le dio la invitación del Evangelio. Por medio de la enseñanza del sistema de sacrificios, Cristo había de ser levantado delante de las naciones, y habían de vivir todos los que lo miraran. Todos los que, como Rahab la cananea, y Rut la moabita, se volvieran de la idolatría al culto del verdadero Dios, habían de unirse con el pueblo escogido. A medida que aumentara el número de los israelitas, éstos habían de ensanchar sus fronteras, hasta que su reino abarcara el mundo. PVGM 232.2
Dios deseaba colocar todas las naciones bajo su gobierno misericordioso. Deseaba que la tierra se llenara de gozo y paz. Creó al hombre para la felicidad, y anhela llenar el corazón humano con la paz del cielo. Desea que las familias terrenales sean un símbolo de la gran familia celestial. PVGM 233.1
Pero Israel no cumplió el propósito de Dios. El Señor declaró: “Yo te planté de buen vidueño, simiente verdadera toda ella: ¿cómo pues te me has tornado sarmiento de vid extraña?” “Es Israel una frondosa viña, haciendo frutos para sí”.10 “Ahora pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se había de hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que llevase uvas ha llevado uvas silvestres? Os mostraré pues ahora lo que haré yo a mi viña: Quitaréle su vallado, y será para ser consumida; aportillaré su cerca, y será para ser hollada; haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerá el cardo y las espinas: y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella. Ciertamente... esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor”.11 PVGM 233.2
Mediante Moisés, el Señor había presentado delante de su pueblo el resultado de la infidelidad. Al rehusar guardar su pacto, se habían de apartar de la vida de Dios, y su bendición no podía venir sobre ellos. “Guárdate—dijo Moisés—, que no te olvides de Jehová tu Dios, para no observar sus mandamientos, y sus derechos, y sus estatutos, que yo te ordeno hoy: que quizás no comas y te hartes, y edifiques buenas casas en que mores, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se te aumente, y se eleve luego tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios... Y digas en tu corazón: Mi poder y la fortaleza de mi mano me han traído esta riqueza... Mas será, si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios, y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres, y a ellos te encorvares, protéstolo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. Como las gentes que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis; por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios”.12 PVGM 233.3
La advertencia no fue tenida en cuenta por el pueblo judío. Se olvidaron de Dios, y perdieron de vista su elevado privilegio como representantes suyos. Las bendiciones que habían recibido no proporcionaron ninguna bendición al mundo. Todas sus ventajas fueron empleadas para su propia glorificación. Privaron a Dios del servicio que él requería de ellos, y robaron a sus prójimos la dirección religiosa y el ejemplo santo. A semejanza de los habitantes del mundo antediluviano, siguieron todos los pensamientos de su mal corazón. Así ellos hicieron aparecer como una farsa las cosas sagradas, diciendo: “Templo de Jehová, templo de Jehová es éste”,13 mientras que al mismo tiempo representaban indebidamente el carácter de Dios, deshonrando su nombre y profanando su santuario. PVGM 234.1
Los labradores que habían sido encargados de la viña del Señor, fueron infieles a la confianza depositada en ellos. Los sacerdotes y los maestros no fueron fieles instructores del pueblo. No mantuvieron delante de él la bondad y la misericordia de Dios y su derecho a su amor y servicio. Estos labradores buscaron su propia gloria. Deseaban apropiarse de los frutos de la viña. Tenían el propósito de atraer la atención y el homenaje hacia sí. PVGM 234.2
El pecado de estos dirigentes de Israel, no era como el pecado de un transgresor vulgar. Ellos estaban colocados bajo la más solemne obligación hacia Dios. Se habían comprometido a enseñar un “así dice Jehová”, y a manifestar estricta obediencia en su vida práctica. En vez de hacer esto, pervertían las Escrituras. Colocaban pesadas cargas sobre los hombres, estableciendo ceremonias forzosas en todos los asuntos de la vida. El pueblo vivía en una inquietud continua; pues no podía cumplir con los requisitos impuestos por los rabinos. Cuando vieron la imposibilidad de guardar los mandamientos hechos por los hombres, se tornaron descuidados respecto a los mandamientos de Dios. PVGM 234.3
El Señor le había enseñado a su pueblo que él era el propietario de la viña, y que todas sus posesiones les habían sido confiadas a fin de que fuesen usadas para él. Pero los sacerdotes y los maestros no realizaban su sagrado oficio como si hubiesen estado manejando la propiedad de Dios. Le robaban sistemáticamente los medios y las facilidades confiados a ellos para el adelanto de su obra. Su avaricia y ambición hacían que fuesen despreciados aun por los paganos. Así se le dio ocasión al mundo gentil de interpretar mal el carácter de Dios y las leyes de su reino. PVGM 235.1
Dios soportó a su pueblo con corazón paternal. Lo constriñó con misericordias dadas y misericordias retiradas. Pacientemente le presentó sus pecados, y con tolerancia esperó su reconocimiento. Fueron enviados profetas y mensajeros para que insistiesen ante los labradores en las demandas de Dios; pero en vez de ser bienvenidos, fueron tratados como enemigos. Los labradores los persiguieron y los mataron. Dios todavía envió otros mensajeros, pero ellos recibieron el mismo trato que los primeros, sólo que los labradores mostraron aún un odio más resuelto. PVGM 235.2
Como un último recurso, Dios envió a su Hijo diciendo: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero su resistencia los había vuelto vengativos, y dijeron entre sí: “Este es el heredero; venid, matémosle, y tomemos su heredad”. Entonces se nos dejará gozar de la viña y hacer lo que nos plazca con el fruto. PVGM 235.3
Los gobernantes judíos no amaban a Dios; por lo que se apartaron de él, y rechazaron todos sus ofrecimientos de hacer un justo arreglo. Cristo, el Amado de Dios, vino para presentar las demandas del Dueño de la viña, pero los labradores lo trataron con marcado desprecio, diciendo: Este hombre no nos gobernará. Tenían envidia de la belleza de carácter de Cristo. La forma de enseñar que Cristo tenía era muy superior a la de ellos, y temían su éxito. El los reconvino, desenmascarando su hipocresía y mostrándoles los resultados seguros de su proceder. Esto los irritó hasta la locura. Se sentían requemados bajo los reproches que no podían acallar. Aborrecían la elevada norma de justicia que Cristo presentaba continuamente. Veían que sus enseñanzas los estaban colocando en el lugar en donde su egoísmo iba a quedar al descubierto, y determinaron matarlo. Aborrecían su ejemplo de veracidad y piedad, y la elevada espiritualidad revelada en todo lo que hacía. Su vida entera era un reproche para el egoísmo de ellos, y cuando se presentó la prueba final, la prueba que significaba obediencia para vida eterna o desobediencia para muerte eterna, rechazaron al Santo de Israel. Cuando se les pidió que escogieran entre Cristo y Barrabás, clamaron: “Suéltanos a Barrabás”. Y cuando Pilato preguntó: “¿Qué pues haré de Jesús?” gritaron ferozmente: “Crucifícale”. “¿A vuestro rey he de crucificar?” preguntó Pilato, y de los sacerdotes y magistrados se elevó la respuesta: “No tenemos rey sino a César”. Cuando Pilato se lavó las manos diciendo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo”, los sacerdotes se unieron con la turba ignorante en su exclamación apasionada: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”.14 PVGM 235.4
Así hicieron su elección los dirigentes judíos. Su decisión fue registrada en el libro que Juan vio en la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre podía abrir. Con todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que este libro sea abierto por el León de la tribu de Judá. PVGM 236.1
Los judíos abrigaban la idea de que eran los favoritos del cielo, y que siempre habían de ser exaltados como iglesia de Dios. Eran los hijos de Abrahán, declaraban, y tan firme les parecía el fundamento de su prosperidad, que desafiaban al cielo y a la tierra a que los desposeyeran de sus derechos. Sin embargo, mediante sus vidas de infidelidad, se estaban preparando para la condenación del cielo y su separación de Dios. PVGM 236.2
En la parábola de la viña, después que Cristo hubo descrito delante de los sacerdotes su acto culminante de impiedad, les hizo la pregunta: “Cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?” Los sacerdotes habían seguido la narración con profundo interés, y sin considerar la relación que el tema tenía con ellos, se unieron con el pueblo en la respuesta: “A los malos destruirá miserablemente, y su viña dará a renta a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos”. PVGM 237.1
Sin advertirlo, habían pronunciado su propia sentencia. Jesús los contempló, y bajo su escudriñadora mirada ellos supieron que leía los secretos de su corazón. Su divinidad irradió delante de ellos con poder inconfundible. Vieron en los labradores el propio retrato de sí mismos, e involuntariamente exclamaron: “¡Dios nos libre!” PVGM 237.2
Solemne y sentidamente Cristo les preguntó: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: la piedra que desecharon los que edificaban, ésta fue hecha por cabeza de esquina; por el Señor es hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él. Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará”. PVGM 237.3
Cristo podría haber impedido la condenación de la nación judía si el pueblo lo hubiera recibido. Pero la envidia y los celos hicieron implacables a los hijos de Israel. Determinaron no recibir a Jesús de Nazaret como el Mesías. Rechazaron la luz del mundo, y de allí en adelante sus vidas estuvieron rodeadas de tinieblas, como las tinieblas de media noche. La condena predicha cayó sobre la nación judía. Sus propias pasiones feroces e indómitas produjeron su ruina. En su ira ciega se destruyeron mutuamente. Su terco orgullo rebelde trajo sobre ellos la ira de sus conquistadores romanos. Jerusalén fue destruida, el templo dejado en ruinas y el terreno arado como un campo. Los hijos de Judá perecieron en las más horribles formas de muerte. Millones fueron vendidos para servir como esclavos en tierras paganas. PVGM 237.4
Como pueblo, los judíos habían dejado de cumplir el propósito de Dios, y la viña les fue quitada. Los privilegios de que habían abusado, la obra que habían menospreciado, fueron confiados a otros. PVGM 238.1