Obreros Evangélicos

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El camino a Cristo

Muchas más personas de lo que pensamos están anhelando hallar el camino a Cristo. Aquellos que predican el último mensaje de misericordia deben tener presente que Cristo ha de ser ensalzado como refugio del pecador. Algunos predicadores creen que no es necesario predicar el arrepentimiento y la fe; dan por sentado que sus oyentes conocen el Evangelio, y que deben presentarse cosas diferentes a fin de conservar su atención. Pero muchos hay que están en triste ignorancia acerca del plan de salvación; necesitan más instrucción acerca de este tema de suma importancia que en cuanto a cualquier otro. OE 166.3

Los discursos teóricos son esenciales, a fin de que la gente pueda ver la cadena de verdad, que, eslabón tras eslabón se une para formar un todo perfecto; pero ningún discurso debe predicarse jamás sin presentar a Cristo y a él crucificado como fundamento del Evangelio. Los predicadores alcanzarían más corazones sí se explayasen más en la piedad práctica. Con frecuencia, cuando se hacen esfuerzos para presentar la verdad en nuevos campos, los discursos dados son en gran parte teóricos. La gente pierde la tranquilidad por lo que oye. Muchos ven la fuerza de la verdad, y ansian poner sus pies sobre un cimiento seguro. Entonces es el momento propicio para hacer penetrar en la conciencia la religión de Cristo. Si se deja que las reuniones terminen sin esta obra práctica, la pérdida será grande. OE 167.1

A veces hay hombres y mujeres que se deciden en favor de la verdad por causa del peso de las pruebas presentadas, sin estar convertidos. El predicador no habrá hecho su obra antes de haber hecho comprender a sus oyentes la necesidad de un cambio de corazón. En todo discurso deben hacerse fervientes llamados a la gente para que abandone sus pecados y se vuelva a Cristo. Los pecados populares y la disipación moderna deben condenarse, y recomendarse la piedad práctica. Cuando siente en su corazón la importancia de las palabras que pronuncia, el verdadero predicador no puede reprimir su preocupación por las almas de aquellos por quienes trabaja. OE 167.2

¡Ojalá pudiese yo disponer de un lenguaje suficientemente fuerte para producir la impresión que quisiera hacer sobre mis colaboradores en el Evangelio! Hermanos míos, estáis manejando las palabras de vida; estáis tratando con mentes capaces del más elevado desarrollo. Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cristo ascendido al cielo, Cristo que va a volver, debe enternecer, alegrar y llenar de tal manera la mente del predicador, que sea capaz de presentar estas verdades a la gente con amor y profundo fervor. Entonces el predicador se perderá de vista, y Jesús quedará manifiesto. OE 167.3

Ensalzad a Jesús, los que enseñáis a las gentes, ensalzadlo en la predicación, en el canto y en la oración. Dedicad todas vuestras facultades a conducir las almas confusas, extraviadas y perdidas, al “Cordero de Dios.” Ensalzad al Salvador resucitado, y decid a cuantos escuchen: Venid a Aquel que “nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros.”2 Sea la ciencia de la salvación el centro de cada sermón, el tema de todo canto. Derrámese en toda súplica. No pongáis nada en vuestra predicación como suplemento de Cristo, la sabiduría y el poder de Dios. Enalteced la palabra de vida, presentando a Jesús como la esperanza del penitente y la fortaleza de cada creyente. Revelad el camino de paz al afligido y abatido, y manifestad la gracia y perfección del Salvador. OE 168.1