Obreros Evangélicos

69/234

“Que prediques la palabra”

“Requiero yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.”1 OE 153.1

En esta exhortación directa y fuerte se presenta claramente el deber del ministro de Cristo. Tiene que predicar “la palabra,” no las opiniones y tradiciones de los hombres, ni fábulas agradables o historias sensacionales, para encender la imaginación y excitar las emociones. No ha de ensalzarse a sí mismo, sino que, como si estuviera en la presencia de Dios, ha de presentarse a un mundo que perece y predicarle la palabra. No debe notarse en él liviandad, trivialidad ni interpretación fantástica; el predicador debe hablar con sinceridad y profundo fervor, como si fuera la misma voz de Dios que expusiera las Escrituras. Ha de hablar a sus oyentes de aquellas cosas que más conciernan a su bienestar actual y eterno. OE 153.2

Hermanos ministros, al presentaros ante la gente hablad de cosas esenciales, de cosas que instruyan. Enseñad las grandes verdades prácticas que deben embargar la vida. Enseñad el poder salvador de Jesús. “en el cual tenemos redención, ... la remisión de pecados.”2 Esforzaos por hacer comprender a vuestros oyentes el poder de la verdad. OE 153.3

Los predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la fe de los adventistas del séptimo día. Deben estudiarse detenidamente las profecías de Daniel y del Apocalipsis, y en relación con ellas las palabras: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”3 OE 154.1

El capítulo 24 de Mateo me ha sido presentado repetidas veces como algo a que debe ser atraída la atención de todos. Vivimos hoy en el tiempo en que las predicciones de este capítulo se están cumpliendo. Expliquen nuestros predicadores y maestros estas profecías a aquellos a quienes instruyen. Excluyan de sus discursos los asuntos de menor importancia, y presenten las verdades que decidirán el destino de las almas. OE 154.2

El tiempo en que vivimos exige constante vigilancia, y los ministros de Dios han de presentar la luz referente a la cuestión del sábado. Deben advertir a los habitantes del mundo de que Cristo volverá pronto con poder y grande gloria. El último mensaje de amonestación al mundo ha de hacer ver a los hombres la importancia que Dios concede a su ley. Tan claramente ha de ser presentada la verdad que ningún transgresor que la oiga tenga excusa por dejar de discernir la importancia de la obediencia a los mandamientos de Dios. OE 154.3

Se me ha ordenado que diga: Recoged en las Escrituras las pruebas de que Dios santificó el séptimo día y leed estas pruebas ante la congregación. Mostrad a los que no oyeron la verdad que todos los que se apartan de un claro “así dice Jehová,” deberán sufrir el resultado de su conducta. En todos los siglos, el sábado ha sido la prueba de la lealtad hacia Dios. “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel,”4 declara el Señor. OE 154.4