Obreros Evangélicos

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La suficiencia propia

Algunos de los que se proponen ser obreros misioneros se creen tan capaces que no necesitan este ejercicio particular; pero los que abrigan tales sentimientos son justamente quienes más necesidad tienen de cabal preparación. Cuando sepan mucho más acerca de la verdad y de la importancia de la obra, se darán cuenta de su ignorancia e ineficiencia. Cuando examinen detenidamente su propio corazón, verán que están en tal contraste con el carácter puro de Cristo que clamarán: “Para estas cosas, ¿quién es suficiente?” Entonces se esforzarán en profunda humildad por colocarse en íntima conexión con Cristo. Mientras traten de vencer las inclinaciones egoístas del corazón natural, pondrán sus pies en las huellas de Jesús. “El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples.”2 Pero aquellos que tienen alta estima de su propia capacidad y conocimiento, están tan llenos de su propia importancia que no dan a la Palabra de Dios oportunidad de entrar para instruirlos e iluminarlos. OE 80.4

A muchos les parece que son aptos para una obra acerca de la cual no saben casi nada; y si empiezan a trabajar llenos del sentimiento de su importancia propia, dejarán de recibir aquel conocimiento que deben obtener en la escuela de Cristo. Se verán condenados a luchar con muchas dificultades, para las cuales estarán completamente sin preparación. Carecerán de experiencia y sabiduría mientras no reconozcan su gran ineficiencia. OE 81.1

Se ha perdido muchísimo para la causa por la labor deficiente de hombres que poseen capacidad, pero que no han recibido la debida preparación. Se han dedicado a una obra que no sabían dirigir, y como resultado han logrado tan sólo poco. No han hecho ni una décima parte de lo que podrían haber hecho si hubiesen recibido la debida disciplina al principio. Se asimilaron algunas ideas, lograron trazar el orden de algunos discursos, y allí acabó su progreso. Se creyeron competentes para ser maestros, cuando apenas habían aprendido el a b c del conocimiento de la verdad. Desde entonces han venido tropezando, sin hacer justicia ni a sí mismos ni a la obra. No parecen tener suficiente interés para despertar sus energías dormidas, ni para ejercitar sus facultades para llegar a ser obreros eficientes. No se han esmerado en formar planes cabales y bien ideados, y su obra muestra deficiencias por todas partes. OE 81.2

Algunos han renunciado, desalentados, y se han dedicado a otros empleos. Si éstos hubiesen puesto paciente y humildemente sus pies en el peldaño inferior de la escalera, y luego, con energía perseverante, trepado paso a paso, aprovechando diligentemente los privilegios y oportunidades que estuviesen a su alcance, podrían haber llegado a ser obreros capaces y útiles, que pudiesen dar plena prueba de su ministerio, y de quienes el Maestro no se avergonzaría. OE 82.1

Si aquellos que se proponen trabajar por la salvación de las almas fían en su propia sabiduría limitada, fracasarán inevitablemente. Si tienen humilde opinión de sí mismos, y fían plenamente en las promesas de Dios, él no los desamparará nunca. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”3 Tenemos el privilegio de ser dirigidos por un sabio Consejero. OE 82.2

Dios puede hacer a los hombres humildes poderosos en su servicio. Los que responden obedientes al llamado del deber, desarrollando sus capacidades hasta el máximo grado, pueden estar seguros de que recibirán ayuda divina. Los ángeles vendrán como mensajeros de luz en ayuda de aquellos que quieran hacer todo lo que puedan de su parte, y después confíen en que Dios cooperará con sus esfuerzos. OE 82.3

A todos los que han decidido ser obreros para Dios debe hacérseles sentir que deben dar pruebas de que son hombres convertidos. Un joven que no tenga un carácter sano y virtuoso, no honrará la verdad. Cada obrero debe ser puro de corazón; en su boca no debe hallarse mentira. Debe tener presente que, para tener éxito, ha de tener a Cristo a su lado, y que toda práctica pecaminosa, por secreta que sea, está abierta a la vista de Aquel con quien tenemos que tratar. OE 83.1

El pecado ha mancillado la imagen divina en el hombre. Esta puede ser restaurada por Cristo, pero es únicamente por la oración ferviente y la conquista del yo como podemos llegar a ser partícipes de la naturaleza divina.... OE 83.2

Los que realmente se esfuercen en la viña del Señor serán hombres de oración, fe, abnegación,—hombres que dominarán los apetitos y pasiones naturales. En su vida darán evidencia del poder de la verdad que presentan a otros; y sus labores no quedarán sin efecto. OE 83.3