Obreros Evangélicos

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La educación para la obra misionera*

“Coadjutores somos de Dios; y vosotros labranza de Dios sois, edificio de Dios sois.”1 OE 76.1

La tarea del obrero cristiano no es ligera ni falta de importancia. El tiene una alta vocación, a cuyo molde y color se adaptará toda su vida futura. El que se entrega a una obra tan sagrada debe dedicar todas sus energías a su realización. Debe tener un blanco elevado; nunca alcanzará una norma más alta que la que se proponga alcanzar. No puede difundir la luz antes de haberla recibido. Debe aprender antes de poder tener suficiente sabiduría y experiencia para ser maestro, capaz de explicar las Escrituras a aquellos que están en tinieblas. Si Dios ha llamado a hombres para que sean colaboradores suyos, es igualmente cierto que los ha llamado para que procuren obtener la mejor preparación posible para representar debidamente las verdades sagradas y elevadoras de su Palabra. OE 76.2

Los que deseen entregarse a la obra de Dios deben recibir educación y preparación para esta obra, a fin de estar listos para desempeñarla inteligentemente. No deben creer que pueden subir en seguida a los peldaños más altos de la escalera; los que quieran tener éxito deben empezar por el primer peldaño, y subir paso a paso. Se les conceden oportunidades y privilegios para progresar, y ellos deben hacer todo esfuerzo que esté a su alcance para aprender a hacer aceptablemente la obra de Dios. OE 76.3

Dondequiera que trabajen nuestros predicadores, en Europa o en América, deben tratar de despertar a los jóvenes para que se preparen para un servicio activo en el gran campo de batalla de Dios. Todos los que aseveran ser siervos de Cristo tienen una obra que hacer para él. El mismo nombre de siervo implica la idea de salario, trabajo, responsabilidad. A cada uno ha confiado Dios facultades para que las emplee en su servicio. Ha dado a cada uno su trabajo, y exige que toda facultad sea aprovechada para gloria suya. OE 77.1