Obreros Evangélicos

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La remisión de pecados

“A los que remitiereis los pecados—dijo Cristo,—les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos.” Cristo aquí no da a nadie libertad para juzgar a los demás. En el sermón del monte, lo prohibió. Es prerrogativa de Dios. Pero coloca sobre la iglesia organizada una responsabilidad por sus miembros individuales. La iglesia tiene el deber de amonestar, instruir y si es posible restaurar a aquellos que caigan en el pecado. “Redarguye, reprende, y exhorta—dice el Señor,—con toda paciencia y doctrina.”5 Obrad fielmente con los que hacen mal. Amonestad a toda alma que está en peligro. No dejéis que nadie se engañe. Llamad al pecado por su nombre. Declarad lo que Dios ha dicho respecto de la mentira, la violación del sábado, el robo, la idolatría y todo otro mal: “Los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Si persisten en el pecado, el juicio que habéis declarado por la Palabra de Dios es pronunciado sobre ellos en el cielo. Al elegir pecar niegan a Cristo; la iglesia debe mostrar que no sanciona sus acciones, o ella misma deshonra a su Señor.46 Debe decir acerca del pecado lo que Dios dice de él. Debe tratar con él como Dios lo indica, y su acción queda ratificada en el cielo. El que desprecia la autoridad de la iglesia, desprecia la autoridad de Cristo mismo. OE 519.1

Pero el cuadro tiene un aspecto más halagüeño. “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos.” Dad el mayor relieve a este pensamiento. Al trabajar por los que yerran, dirigid todo ojo a Cristo. Tengan los pastores tierno cuidado por el rebaño de la dehesa del Señor. Hablen a los que yerran de la misericordia perdonadora del Salvador. Estimulen al pecador a arrepentirse, y a creer en aquel que puede perdonarlo. Declaren, sobre la autoridad de la Palabra de Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.”7 A todos los que se arrepienten se les asegura: “El tendrá misericordia de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados.”8 OE 520.1

Sea el arrepentimiento del pecador aceptado por la iglesia con corazón agradecido. Condúzcase al arrepentido de las tinieblas de la incredulidad a la luz de la fe y de la justicia. Colóquese su mano temblorosa en la mano amante de Jesús. Una remisión tal es ratificada en el cielo.—El Deseado de Todas las Gentes, 734, 735. OE 520.2