Obreros Evangélicos

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Efecto de la recepción del espíritu

Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obedece a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en si mismo. Para él, Cristo es todo y está en todo. Recibe con mansedumbre la verdad que le es constantemente revelada, y da al Señor toda la gloria, diciendo: “Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu.” “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado.”4 OE 304.1

El Espíritu revelador también obra en él los frutos de justicia. Cristo está en él, como “fuente de agua que salte para vida eterna.”5 El es un sarmiento de la Vid verdadera y produce ricos racimos de fruta para gloria de Dios. ¿Cuál es el carácter del fruto producido?—El fruto del Espíritu es “caridad,” no odio; “gozo,” no descontento y aflicción; “paz,” no irritación, ansiedad y pruebas fabricadas. Es “tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.”6 OE 304.2

Los que tienen este Espíritu son fervientes colaboradores con Dios; tienen la cooperación de los seres celestiales, y sienten el peso del mensaje que llevan. Hablan palabras de sólido criterio, y del tesoro del corazón sacan cosas puras y sagradas, según el ejemplo de Cristo. OE 304.3

El mensaje que debemos proclamar no es un mensaje cuya declaración necesitemos rehuir. Sus defensores no deben tratar de encubrirlo, de ocultar su origen y propósito. Como quienes han hecho votos solemnes a Dios, y quienes han sido comisionados como mensajeros de Cristo, como dispensadores de los misterios de la gracia, nos hallamos bajo la obligación de declarar fielmente todo el consejo de Dios. OE 305.1

No debemos restar prominencia a las verdades especiales que nos han separado del mundo, y nos han hecho lo que somos; porque están llenas de intereses eternos. Dios nos ha dado luz acerca de lo que acontece ahora, y por la pluma y de viva voz debemos proclamar la verdad al mundo. Pero es la vida de Cristo en el alma, es el activo principio del amor impartido por el Espíritu Santo, lo único que puede hacer fructificar nuestras palabras. El amor de Cristo es la fuerza y potencia de todo mensaje que para Dios haya salido alguna vez de labios humanos. OE 305.2