Obreros Evangélicos

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El sostén del evangelio

El Señor ha hecho depender la proclamación del Evangelio de las labores y donativos voluntarios de todo su pueblo. El que proclama el mensaje de misericordia a los hombres caídos tiene también otra obra que hacer, a saber, la de presentar a la gente el deber de sostener la obra de Dios con sus recursos. Debe enseñarle que una porción de sus recursos pertenece a Dios, y ha de ser dedicada de una manera sagrada a su obra. Y debe presentar esta lección tanto por su ejemplo como por sus preceptos; debe cuidar de que, por su propia conducta, no reduzca la fuerza de su enseñanza. OE 236.1

Aquello que ha sido puesto aparte según las Escrituras como perteneciente al Señor, constituye la renta del Evangelio, y ya no es nuestro. No comete menos que un sacrilegio el hombre que saca de la tesorería de Dios para servirse a sí mismo o a otros en sus negocios seculares. Algunos han sido culpables de sacar del altar de Dios lo que le había sido dedicado especialmente. Todos deben considerar este asunto en la debida luz. Cuando se halle en estrecheces, no tome nadie dinero consagrado a propósitos religiosos para emplearlo para su propio beneficio, acallando su conciencia con decir que lo devolverá en algún tiempo futuro. Mucho mejor será reducir los gastos para que correspondan a los ingresos, restringir las necesidades y vivir dentro de los recursos de uno, que emplear el dinero del Señor para fines seculares. OE 236.2

Dios ha dado indicaciones especiales acerca del uso del diezmo. El no se propone que su obra quede estorbada por falta de recursos. A fin de que no se haga la obra al azar ni se cometan errores, él ha presentado muy claramente nuestro deber acerca de estos puntos. La porción que Dios se ha reservado no ha de ser dedicada a ningún otro propósito que el especificado por él. No se sienta nadie libre para retener su diezmo, a fin de emplearlo según su criterio. No se ha de emplear para uso propio en caso de emergencia, ni debe dársele la aplicación que parezca conveniente, ni siquiera en lo que pueda considerarse como obra del Señor. OE 236.3