Obreros Evangélicos

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La iglesia como cometido sagrado

Cuando Cristo ascendió al cielo, dejó la iglesia y todos sus intereses como cometido sagrado a sus seguidores. Y la obra de la iglesia no es dejada al predicador solo, ni a unos pocos dirigentes. Cada miembro debe sentir que tiene parte en un solemne pacto hecho con el Señor de trabajar para promover los intereses de su causa en todas las ocasiones y circunstancias. Cada uno debe tener alguna parte que desempeñar, alguna carga que llevar. Si todos los miembros de la iglesia sintiesen una responsabilidad individual, se lograría mayor progreso en las cosas espirituales. La solemne carga de la responsabilidad que recae sobre ellos los induciría a buscar a menudo a Dios para obtener fuerza y gracia. OE 210.2

El verdadero carácter de la iglesia se mide, no por la elevada profesión que haga, ni por los nombres inscriptos en sus registros, sino por lo que hace en realidad por el Maestro, por el número de obreros perseverantes y fieles con que cuenta. El esfuerzo personal y abnegado logrará más para la causa de Cristo que lo que pueda hacerse por medio de sermones o credos. OE 210.3

Enseñen los predicadores a los miembros de la iglesia que a fin de crecer en espiritualidad, deben llevar la carga que el Señor les ha impuesto,—la carga de conducir almas a la verdad. Aquellos que no cumplan con su responsabilidad deben ser visitados, y hay que orar con ellos y trabajar por ellos. No induzcáis a los miembros a depender de vosotros como predicadores; enseñadles más bien a emplear sus talentos en dar la verdad a los que los rodean. Al trabajar así tendrán la cooperación de los ángeles celestiales, y obtendrán una experiencia que aumentará su fe, y les dará una fuerte confianza en Dios. OE 211.1