Notas biográficas de Elena G. de White

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Confiando en Dios

Mientras así pensaba, una porción de la visión que me fuera dada en Rochester, Nueva York, el 25 de diciembre de 1865, vino como un relámpago a mi mente, e inmediatamente la relaté a mi esposo. NBEW 194.1

Se me mostró un conjunto de árboles, cercanos los unos a los otros, que formaban un círculo. Por encima de estos árboles había una vid que los cubría por arriba y descansaba sobre ellos, formando una glorieta. Pronto vi que los árboles se sacudían de un lado a otro, como si fueran movidos por un fuerte viento. Una rama de la viña tras otra era sacudida de su soporte, hasta que la vid quedó librada de los árboles, salvo unas pequeñas ramitas que quedaron adheridas a las ramas inferiores. Luego vino una persona que cortó los zarcillos adheridos de la vid y la dejó postrada en tierra. NBEW 194.2

Muchos pasaron por ese lugar y observaron con lástima la escena, y yo esperé ansiosamente que una mano amiga la levantara; pero no se ofreció ninguna ayuda. Pregunté por qué ninguna mano levantaba la vid. En seguida vi a un ángel llegar hasta la vid aparentemente abandonada. El abrió sus brazos y los colocó debajo de la vid, y la levantó, de manera que quedara erguida, y dijo: “Yérguete hacia el cielo, y que tus ramas se entrelacen en torno a Dios. Has sido sacudida de todo soporte humano. Tú puedes mantenerte firme con la fuerza de Dios y florecer con él. Depende sólo de Dios, y nunca dependerás en vano, ni serás sacudida de allí”. NBEW 194.3

Al mirar la vid abandonada que era atendida por el ángel, sentí un alivio inexpresable que me reportaba gozo. Me volví al ángel y le pregunté qué significaban estas cosas. El dijo: “Tú eres la vid. Tú experimentarás todas estas cosas, y entonces, cuando esto ocurra, entenderás plenamente la figura de la vid. Dios será para ti un auxilio presente en tiempo de dificultad”. NBEW 195.1

Desde este tiempo en adelante resolví cumplir con mi deber, y siempre me sentí libre para presentar mi testimonio al pueblo. Después de volver de Monterey a Battle Creek, creí que era mi deber avanzar con el poder de Dios, y liberarme de las sospechas y los informes que circulaban en perjuicio nuestro. Presenté mi testimonio, y relaté las cosas que se me habían mostrado relativas a la historia pasada de algunos de los presentes, amonestándolos acerca de sus peligros y reprobando sus conducta errónea. Declaré que yo había sido puesta en las posiciones más desagradables. Cuando familias e individuos me eran presentados en visión, frecuentemente lo que se me mostraba tenía relación con la vida privada de ellos, y reprobaba sus pecados secretos. He trabajado con algunas personas durante meses con respecto a errores de los cuales los otros nada sabían. Cuando mis hermanos vieron a estas personas tristes; cuando las oyeron expresar dudas con respecto a su aceptación por parte de Dios, y también exteriorizaron sentimientos de desánimo, me censuraron, como si yo fuera culpable de que estas personas estuvieran pasando por una prueba. NBEW 195.2

Los que me censuraban de esta manera ignoraban completamente de qué estaban hablando. Protesté contra las personas que se sentaban como inquisidores para juzgar mi conducta. El reprobar pecados privados ha sido la tarea desagradable que se me ha asignado. Si, con el fin de evitar la sospecha y los celos, diera yo una total explicación de mi conducta, e hiciera público aquello que debe mantenerse privado, pecaría contra Dios y perjudicaría a los individuos. Yo tengo que mantener en privado los reproches relativos a errores particulares guardándolos para mí sola, restringidos en mi propio pecho. Que otros juzgen como quieran, pero yo nunca traicionaré la confianza que depositaron en mí los errantes y arrepentidos. Nunca revelaré a los demás aquello que solamente debe ser presentado a las personas culpables. Dije a los que estaban reunidos que debían dejar de intervenir y permitirme actuar con libertad en el temor de Dios. NBEW 195.3