Mente, Cáracter y Personalidad 1

44/46

Capítulo 36—Principios de motivación

El éxito requiere una meta—El éxito en cualquier actividad requiere una meta definida. El que desea lograr verdadero éxito en la vida debe mantener constantemente en vista esa meta digna de su esfuerzo.—La Educación, 262 (1903). 1MCP89 349.1

Apuntar tan alto como sea posible—El lugar definido señalado para nosotros en la vida lo determinan nuestras aptitudes. No todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficiencia el mismo trabajo. Dios no espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro, ni que el olivo alcance la altura de la majestuosa palmera. Pero todos deberíamos aspirar a la altura a que la unión del poder humano con el divino nos permita alcanzar.—La Educación, 267 (1903). 1MCP89 349.2

Los estudiantes han de tener una meta real—Enseñe a los estudiantes a usar para los propósitos más elevados y santos los talentos que Dios les ha dado, para que puedan realizar el mayor bien posible en este mundo. Los estudiantes necesitan aprender lo que significa tener una meta real en la vida, y a obtener una comprensión exaltada de lo que significa la verdadera educación.—Special Testimonies, Serie B, 11:16, 14 de nov. de 1905. 1MCP89 349.3

Cristo estimula a tener blancos elevados—Quisiera estimular nuestros más elevados blancos, asegurar nuestro más selecto tesoro.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 308; 264 (1900). 1MCP89 350.1

Dejar de alcanzar el potencial de uno—Muchos no llegan a ser lo que debieran porque no emplean el poder que hay en ellos. No echan mano, como deberían hacerlo, de la fuerza divina. Muchos se desvían de la actividad en la cual alcanzarían verdadero éxito. En procura de más honores, o de una tarea más agradable, intentan algo para lo cual no están preparados. 1MCP89 350.2

Más de un hombre cuyos talentos se adaptan a una vocación determinada, desea ser profesional; y el que hubiera tenido éxito como agricultor, artesano o enfermero, ocupa inadecuadamente el puesto de pastor, abogado o médico. Hay otros que debieran haber ocupado un puesto de responsabilidad, pero por falta de energía, aplicación o perseverancia, se contentan con un puesto más fácil.—La Educación, 267 (1903). 1MCP89 350.3

Grandes posibilidades en la vida—Y en cuanto a las posibilidades de la vida, ¿quién es capaz de decidir cuál es grande y cuál pequeña? ¡Cuántos obreros que ocupan lugares humildes en la vida, al crear factores de bendición para el mundo, han logrado resultados que los reyes envidiarían!—La Educación, 266 (1903). 1MCP89 350.4

“Algo mejor”—la ley de la verdadera vida—“Algo mejor”, es el santo y seña de la educación, la ley de toda vida verdadera. Al pedirnos Cristo que abandonemos alguna cosa, nos ofrece en su lugar otra mejor. 1MCP89 350.5

A menudo los jóvenes albergan propósitos y anhelan ocupaciones y placeres que no parecen malos, pero que distan mucho de ser buenos. Desvían la vida de su más noble propósito. Las medidas arbitrarias o la acusación directa pueden no servir para inducir a esos jóvenes a renunciar a lo que desean. Diríjaseles a algo mejor que la ostentación, la ambición o la complacencia. Póngaselos en contacto con una belleza más verdadera, con principios más elevados y con vidas más nobles. Permítaseles ver a Aquel que es “del todo amable”. 1MCP89 350.6

Una vez que la mirada se fija en él, la vida halla su centro. El entusiasmo, la devoción generosa, el ardor apasionado de la juventud hallan en esto su verdadero objeto. El deber llega a ser un deleite y el sacrificio un placer. Honrar a Cristo, asemejarse a él, es la ambición superior de la vida, y su mayor gozo.—La Educación, 296, 297 (1903). 1MCP89 351.1

Desarrollar las motivaciones más elevadas para progresar—Los que se están preparando para ser médicos y enfermeros deberían recibir una instrucción diaria que desarrollará las motivaciones más elevadas para el progreso. Deberían asistir a nuestros colegios y escuelas de preparación; y los maestros de estas instituciones de enseñanza deberían percibir su responsabilidad de trabajar y orar con los estudiantes. En estas escuelas, los estudiantes deberían aprender a ser verdaderos misioneros médicos, firmemente unidos al ministerio evangélico.—Special Testimonies, Serie B, 11:12, 14 de nov. de 1905. 1MCP89 351.2

La falta de metas del hombre insensato—Los ideales de este hombre no eran más elevados que los de las bestias que perecen. Vivía como si no hubiese Dios, ni cielo, ni vida futura; como si todo lo que poseía fuese suyo propio, y no debiese nada a Dios ni al hombre. El salmista describió a este hombre rico cuando declaró: “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios”.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 202; 176 (1900). 1MCP89 351.3

Una vida sin metas es una muerte viviente—Una vida sin metas es una muerte viviente. La mente debería espaciarse en temas relacionados con nuestros intereses eternos. Esto favorecerá la salud del cuerpo y de la mente.—The Review and Herald, 29 de julio de 1884; Counsels on Health, 51. 1MCP89 351.4

Los hongos se arraigan en la falta de metas—Una de las principales causas de la ineficacia mental y la debilidad moral es la falta de concentración para lograr fines importantes. Nos enorgullecemos de la vasta difusión de las publicaciones, pero esa gran cantidad de libros—aun de los que en sí mismos no son perjudiciales—puede ser definidamente dañina... 1MCP89 352.1

Gran parte de los periódicos y libros que, como las ranas de Egipto, se esparcen por la tierra, no son solamente vulgares, inútiles y debilitantes, sino que corrompen y destruyen el alma. 1MCP89 352.2

La mente y el corazón indolentes, que no tienen propósito definido, son fácil presa del maligno. El hongo se arraiga en organismos enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente ociosa. Diríjase la mente a ideales elevados y santos, dése a la vida un propósito noble, absorbente, y el enemigo hallará poco terreno para afirmarse.—La Educación, 189, 190 (1903). 1MCP89 352.3

La falta de metas predispone a la intemperancia—A fin de llegar a la raíz de la intemperancia, debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideales, las malas compañías, pueden ser las causas que predisponen a la intemperancia.—La Educación, 202, 203 (1903). 1MCP89 352.4

Pocos males deben ser más temidos—Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se interesan en el bienestar de la juventud... Estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentan la antipatía hacia el trabajo útil, y desarrollan una disposición a evitar las responsabilidades y deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las realidades serias de la vida y sus apacibles satisfacciones. Así se abre la puerta a la disipación y a la ilegalidad, con sus terribles resultados.—La Educación, 210, 211 (1903). 1MCP89 352.5

Ninguno ha de vivir sin metas—Todos deben ministrar. El [el que ministra] debe usar cada facultad física, moral y mental por medio de la santificación del Espíritu para que pueda colaborar con Dios. Todos están moralmente obligados a dedicarse activamente y sin reservas al servicio de Dios. Deben cooperar con Jesucristo en la gran obra de ayudar a otros. Cristo murió por cada ser humano. Ha rescatado a cada uno dando su vida en la cruz. Hizo esto para que el hombre no viviera una vida egoísta y sin objeto, sino para que pudiera vivir para Jesucristo quien murió por su salvación. No todos están llamados a entrar en el ministerio, y sin embargo deben ministrar a otros. Es un insulto para el Espíritu Santo de Dios el que alguien prefiera una vida de complacencia propia.—Carta 10, 1897; Comentario Bíblico Adventista 4:1181. 1MCP89 353.1

Deben cultivarse los motivos correctos—Los verdaderos motivos del servicio han de ser mantenidos ante ancianos y jóvenes. Se debe enseñar a los estudiantes de tal manera que se desarrollen como hombres y mujeres útiles. Se ha de emplear todo medio que los eleve y ennoblezca. Se les ha de enseñar a usar de la mejor manera posible sus facultades. Los poderes físicos y mentales deben ser ejercitados por igual. Se deben cultivar hábitos de orden y disciplina. Ha de mantenerse ante los estudiantes el poder que ejerce una vida pura y fiel. Esto les ayudará en la preparación para el servicio útil. Diariamente crecerán más puros y fuertes, mejor preparados mediante la gracia de Dios y el estudio de su Palabra para realizar esfuerzos agresivos contra el mal.—The Review and Herald, 22 de agosto de 1912; Fundamentals of Christian Education, 543. 1MCP89 353.2

Los actos revelan las motivaciones—Los actos revelan los principios y las motivaciones. Muchos que pretenden ser plantas en la viña del Señor llevan frutos que muestran que son sólo espinos y zarzas. Una iglesia entera puede aprobar la conducta equivocada de algunos de sus miembros, pero esa sanción no demuestra que el error sea correcto. No se pueden transformar en uvas los frutos de las zarzas.—Testimonies for the Church 5:103 (1882). 1MCP89 353.3

Se juzgarán los motivos, no las apariencias—Es un deber importante para todos familiarzarse con el tenor de su conducta diaria y con los motivos que impulsan sus actos. Necesitan conocer los motivos específicos que impulsan los actos específicos. Cada hecho de su vida es juzgado, no por su apariencia externa, sino por los motivos que dictan ese acto.—Testimonies for the Church 3:507 (1875). 1MCP89 354.1

Los seguidores de Cristo encuentran nuevas motivaciones—Ninguna ciencia equivale a la que desarrolla el carácter de Dios en la vida del estudiante. Los que llegan a ser discípulos de Cristo encuentran que se les proporcionan nuevos motivos de acción y que adquieren nuevos pensamientos, de los que deben resultar nuevas acciones. Pero los tales pueden progresar únicamente por medio de conflictos; porque hay un enemigo que contiende siempre contra ellos, presentándoles tentaciones que hacen que el alma dude y peque. Hay tendencias al mal, hereditarias y cultivadas, que deben ser vencidas. El apetito y la pasión han de ser puestos bajo el dominio del Espíritu Santo. No tiene término la lucha de este lado de la eternidad. Pero, aunque hay que sostener batallas constantes, también hay preciosas victorias que ganar; y el triunfo sobre el yo y el pecado es de más valor de lo que la mente puede estimar.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 21; 20 (1913). 1MCP89 354.2

Dos poderes motivadores contrarios—La Biblia es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto. El estudiante debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe entre sus partes. Debería adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la redención. Debería comprender la naturaleza de los dos principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas de la historia y la profecía, hasta la gran culminación. Debería verificar cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo en su mismo caso cada acto de su vida revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar.—La Educación, 190 (1903). 1MCP89 354.3

Todo acto tiene un carácter doble—Todo curso de acción tiene un doble carácter e importancia. Es virtuoso o malo, correcto o erróneo, de acuerdo con el motivo que lo impela. La frecuente repetición de un hábito erróneo deja una impresión permanente en la mente del que lo ejecuta y también en la mente de los que están relacionados con él en alguna manera, ya sea espiritual o temporal. Los padres o maestros que no prestan atención a las pequeñas acciones que no son correctas, establecen esos hábitos en los jóvenes.—The Review and Herald, 17 de mayo de 1898; Conducción del Niño, 186, 187. 1MCP89 355.1

Los actos derivan su valor de los motivos—Cada acto deriva su valor del motivo que lo impulsa, y si los motivos no son elevados, puros y abnegados, la mente y el carácter nunca serán bien equilibrados...—The Youth’s Instructor, 7 de abril de 1898; HHD 173. 1MCP89 355.2

Los motivos dan carácter a las acciones—Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos, marcándolos con ignominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por más precioso. Los pequeños deberes cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin ostentación, y que a los ojos humanos pueden parecer sin valor, se destacan con frecuencia más altamente a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable para Dios que el don más costoso. La pobre viuda dio lo que necesitaba para vivir al dar lo poco que dio. Se privó de alimento para entregar esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe, creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fue este espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del Salvador.—El Deseado de Todas las Gentes, 567 (1898). 1MCP89 355.3

Dios revela los motivos—Dios guía a su pueblo hacia adelante, paso a paso. Lo pone en posiciones calculadas para manifestar los motivos del corazón. Algunos permanecen firmes en un punto, pero fallan en el punto siguiente. En cada paso dado hacia adelante el corazón es probado y vuelto a probar una vez más. Si la gente encuentra que su corazón se opone a la recta obra de Dios debiera convencerse de que tiene una obra que hacer para vencer, o bien serán rechazados finalmente por el Señor.—The Review and Herald, 8 de abril de 1880; Nuestra Elavada Vocacion, 164. 1MCP89 356.1

Nuestros motivos secretos deciden el destino—Nuestros actos, nuestras palabras, hasta nuestros más secretos motivos, todo tiene su peso en la decisión de nuestro destino para dicha o desdicha. Podremos olvidarlos, pero no por eso dejarán de testificar en nuestro favor o contra nosotros.—El Conflicto de los Siglos, 540, 541 (1911). 1MCP89 356.2

Dios estima a los hombres por la pureza de sus motivos—No estima Dios a los hombres por su fortuna, su educación o su posición social. Los aprecia por la pureza de sus móviles y la belleza de su carácter. Se fija en qué medida poseen el Espíritu Santo, y en el grado de semejanza de su vida con la divina. Ser grande en el reino de Dios es ser como un niño en humildad, en fe sencilla y en pureza de amor.—El Ministerio de Curación, 379 (1905). 1MCP89 356.3

Dios juzga por los motivos—Hay mucho en la conducta de un ministro que él puede mejorar. Muchos ven y sienten su necesidad, pero parecen ignorar la influencia que ejercen. Son conscientes de sus actos mientras los realizan, pero los dejan escapar de su memoria, y por lo tanto no se reforman. 1MCP89 356.4

Si los ministros repasaran cuidadosa y deliberadamente sus actos de cada día, con el objeto de familiarizarse con sus propios hábitos de vida, se conocerían mejor a sí mismos. Mediante un cuidadoso escrutinio de su vida diaria bajo todas las circunstancias, conocerían sus propios motivos, los principios que los impulsan. Este repaso diario de nuestros actos, para ver si la conciencia los aprueba o los condena, lo necesitan hacer todos los que deseen llegar a la perfección del carácter cristiano. 1MCP89 357.1

Se descubrirá que muchos actos que pasan como buenas obras, aun actos de benevolencia, cuando se los investiga con cuidado, son impulsados por motivos equivocados. Muchos reciben aplausos por virtudes que no poseen. El Investigador de los corazones inspecciona los motivos, y a menudo los hechos que son muy aplaudidos por los hombres son registrados por El como procedentes de motivos egoístas y baja hipocresía. Cada acto de nuestra vida, sea excelente y digno de alabanza o sea merecedor de censura, es juzgado por el Investigador de los corazones de acuerdo con los motivos que lo impulsaron.—Testimonies for the Church 2:511, 512 (1870). 1MCP89 357.2

A veces es difícil discernir los motivos—En medio de los cuidados de una vida activa a veces es difícil discernir nuestros propios motivos, pero se hace un progreso diario ya sea hacia el mal o hacia el bien.—Testimonies for the Church 5:420 (1889). 1MCP89 357.3

La verdadera conversión cambia los motivos—La verdadera conversión es un cambio decidido de sentimientos y motivos; es una separación de las conexiones mundanas, un alejamiento de su atmósfera espiritual, un retiro del poder que controla sus pensamientos, opiniones e influencias.—Testimonies for the Church 5:82, 83 (1889). 1MCP89 357.4

Los grandes poderes motivadores—Las grandes fuerzas motrices del alma son la fe, la esperanza y el amor; y a ellas se dirige el estudio de la Biblia, hecho debidamente. La hermosura exterior de las Escrituras, la belleza de las imágenes y la expresión, no es sino el engarce, por así decirlo, de su verdadera joya: La belleza de la santidad. En la historia que ofrece de los hombres que anduvieron con Dios, podemos ver fulgores de su gloria. En el que es “del todo amable” contemplamos a Aquel de quien toda la belleza del cielo y de la tierra no es más que un pálido reflejo. “Y yo, si fuere levantado de la tierra—dijo—, a todos atraeré a mí mismo”. Juan 12:32.—La Educación, 192 (1903). 1MCP89 357.5