Mensajes Selectos Tomo 3

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Capítulo 20—Principios establecidos por Elena G. de White en su ministerio temprano

Apartad vuestra vista de vosotros mismos para fijarla en Jesús, 1850—Dijo el ángel: “Tened fe en Dios”. Vi que algunos trataban arduamente de creer. ¡La fe es tan sencilla!: mirad por sobre ella. Satanás trató de engañar a algunos de los hijos honestos, y consiguió que fijaran la mirada en sí mismos para encontrar allí algo de mérito. Vi que debían desviar su mirada de ellos mismos para fijarla en los méritos de Cristo y arrojarse, tan dependientes y faltos de méritos como son, en los brazos de su misericordia, y por la fe obtener fuerza y alimento de él.—Carta 8, 1850. 3MS 163.1

Depender solamente de los méritos de Jesús, 1862—Cada miembro de la familia debe tener en cuenta que todos tienen que hacer tanto como puedan en la tarea de resistir a nuestro engañoso adversario, y cada uno debe, con fervientes oraciones y fe perseverante, depender de los méritos de la sangre de Cristo y reclamar su fuerza salvadora. 3MS 163.2

Los poderes de las tinieblas circundan al alma y quitan a Jesús de nuestra vista, y a veces sólo podemos esperar con dolor y asombro hasta que pase la nube. Estas ocasiones son a veces terribles. La esperanza parece desaparecer, y la desesperación se posesiona de nosotros. En estas horas tremendas debemos aprender a confiar, a depender exclusivamente de los méritos de la expiación, y con toda nuestra desesperada falta de méritos confiarnos a los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Nunca pereceremos mientras hagamos esto: ¡Nunca!—Testimonies for the Church 1:309-310 (1862). 3MS 164.1

Una verdad que santifique la vida, 1869—El Hno. y la Hna. P. tienen una obra que hacer para poner en orden su casa y sus corazones... El [Hno. P.] no ha visto ni sentido la necesidad del Espíritu de Dios en su corazón para que influya en su vida, sus palabras y sus actos. El ha hecho de su experiencia religiosa nada más que una forma. 3MS 164.2

El ha visto y ha reconocido la teoría de la verdad, pero no se ha familiarizado con la obra especial de santificación por medio de la verdad. Ha aparecido el yo. Si en la reunión se dice algo que no está de acuerdo con él, lo refuta, no con amor y humildad, sino ásperamente, con palabras severas y cortantes. Este lenguaje fuerte no es propio que lo use ningún cristiano, especialmente uno que necesita, él mismo, una experiencia mucho mayor, y que tiene muchos errores que corregir.—Manuscrito 2, 1869. 3MS 164.3

El fruto que produce la verdadera santificación, 1874—Ud. ha sostenido ideas con respecto a una santificación y una santidad que no han sido de la clase verdadera, que no producen frutos de la debida calidad. La santificación no es una obra externa; no consiste en orar y exhortar en las reuniones, sino que se posesiona de la verdadera vida y modela las palabras y las acciones, transformando el carácter... 3MS 164.4

Parece que hay importantes puestos que deben ser llenados por hombres que estén debidamente santificados, que tengan el espíritu del Maestro. Y existe la más positiva necesidad de vencer el yo para que la obra de ellos y su esfuerzo no se eche a perder por los defectos que hay en su carácter.—Manuscrito 6, 1874. 3MS 165.1

El carácter perfeccionado por Enoc y Elías: 1874—A partir de Adán, unas pocas personas de cada generación, resistieron toda astucia y se mantuvieron como nobles representantes de lo que está en el poder del hombre hacer y ser: Cristo obrando con los esfuerzos humanos, ayudando al hombre a vencer el poder de Satanás. Enoc y Elías son los correctos representantes de lo que la raza podría ser mediante la fe en Jesucristo, si eligiera serlo. Satanás se veía grandemente perturbado porque estos hombres nobles y santos se mantenían inmaculados en medio de la corrupción moral que los rodeaba, perfeccionando caracteres justos, y fueron contados dignos de ser trasladados al cielo. Como mantuvieron inquebrantable su poder moral en noble rectitud, venciendo las tentaciones de Satanás, éste no pudo colocarlos bajo el dominio de la muerte. El se alegró de que tuvo el poder de vencer a Moisés con sus tentaciones, y de que pudiera echar a perder su ilustre carácter e inducirlo al pecado al arrogarse para sí, ante el pueblo, la gloria que pertenecía a Dios.—The Review and Herald, 3 de marzo de 1874. 3MS 165.2

La fe y las obras en la salvación, 1878—Todas vuestras obras no pueden salvaros; sin embargo, es imposible que seáis salvos sin buenas obras. Todo sacrificio hecho en favor de Cristo será para vuestra ganancia eterna The Review and Herald, 21 de marzo de 1878. 3MS 165.3

La confianza en Cristo es esencial, 1879—Ud. ha amado a Cristo, y sin embargo su fe a veces ha sido débil y sus conceptos confusos; pero Jesús es su Salvador. No lo salva porque Ud. sea perfecto, sino porque Ud. lo necesita a él, y en su imperfección ha confiado en él. Jesús lo ama, precioso hijo mío. Ud. puede cantar: “Bajo la sombra de tu trono todavía podemos morar seguros; tu brazo es suficiente, y nuestra defensa es segura”.—Carta 46, 1879. 3MS 166.1

Las obras de justicia pesadas en el juicio, 1881—Los ministros a veces dicen a la gente que no tienen nada que hacer, sino creer, que Jesús lo ha hecho todo, y que sus obras no son nada. Sin embargo, la Palabra de Dios declara sencillamente que en el juicio las balanzas serán equilibradas justamente, y que las decisiones se basarán en la evidencia presentada. 3MS 166.2

Un hombre llega a ser el gobernante de diez ciudades, otro de cinco, y otro de dos; y cada hombre recibirá exactamente en proporción al progreso que ha hecho con los talentos que se le han confiado. Nuestros esfuerzos en las obras de justicia, en nuestro propio favor y por la salvación de las almas, tendrán una influencia decidida en nuestra recompensa.—The Review and Herald, 25 de octubre de 1881. 3MS 166.3

La única esperanza de Elena de White estaba en Cristo, 1881—En mi reciente pesar casi tuve una visión de la eternidad. Fui llevada, por así decirlo, ante el gran trono blanco, y observé mi vida como aparecerá allí. No puedo encontrar nada de lo cual jactarme, ningún mérito a mi favor. 3MS 166.4

“Indigna, indigna del menor de tus favores, oh Dios mío”, es mi clamor. Mi única esperanza es un Salvador crucificado y resucitado. Reclamo los méritos de la sangre de Cristo. Cristo salvará hasta lo sumo a todos los que ponen su confianza en él.—The Review and Herald, 1 de noviembre de 1881. 3MS 166.5

Luchad por la perfección del carácter, 1882—Nunca podremos ver a nuestro Señor en paz, a menos que nuestras almas estén inmaculadas. Debemos llevar la perfecta imagen de Cristo. Cada pensamiento debe ser puesto en sujeción a la voluntad de Cristo. Como lo expresa el gran apóstol, debemos alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Nunca llegaremos a esta condición sin un esfuerzo ferviente. Debemos luchar diariamente contra el mal externo y el pecado interior, si queremos alcanzar la perfección del carácter cristiano.—The Review and Herald, 30 de mayo de 1882. 3MS 167.1