Mensajes Selectos Tomo 3

55/224

Lo que alcanza la encarnación

El Señor no creó al hombre para que fuera redimido, sino para que tuviera [siempre] su imagen. Pero, debido al pecado, el hombre perdió la imagen de Dios. Y es solamente por la redención del hombre como Dios puede llevar a cabo su propósito en su favor al hacerlo un hijo de Dios. 3MS 152.1

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad... Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”. Juan 1:12-16. 3MS 152.2

Debido al rescate que se pagó por el hombre, éste, por elección propia, por su obediencia, puede alcanzar el propósito de Dios; y por la gracia que se da por medio del Señor puede llevar la imagen que fue grabada sobre él al principio, y que perdió más tarde por la caída... 3MS 152.3

La obediencia de Cristo no se diferencia en nada de la nuestra—El gran Maestro vino a nuestro mundo, no solamente para expiar el pecado, sino para ser un maestro tanto por precepto como por ejemplo. Vino para mostrar al hombre cómo guardar la ley en la humanidad, de manera que no tuviera excusa por seguir su propio juicio defectuoso. Vemos la obediencia de Cristo, su vida sin pecado. Su obediencia de toda la vida es un reproche para la humanidad desobediente. La obediencia de Cristo no ha de ser puesta a un lado como si fuera algo completamente diferente de la obediencia que él requiere de nosotros individualmente. Cristo nos ha mostrado que es posible que toda la humanidad obedezca las leyes de Dios... 3MS 152.4

La obra de Cristo no fue el servicio de un corazón dividido. Cristo vino no para hacer su propia voluntad sino la voluntad del que le envió. Jesús dice: “Andad en mis pisadas como hijos, con toda obediencia. Yo obedezco como si estuviera en sociedad con la gran firma. Vosotros debéis obedecer como socios con el Hijo de Dios. A menudo no veréis el sendero claro; entonces pedid a Dios, y él os dará sabiduría y valor y fe para avanzar, y dejad todos los problemas con él”. Necesitamos comprender, hasta donde sea posible, la naturaleza verdaderamente humana de nuestro Señor. Lo divino y lo humano estaban uniéndose en Cristo, y ambos eran completos. 3MS 153.1

Nuestro Salvador asumió la verdadera relación de un ser humano como el Hijo de Dios. Somos hijos e hijas de Dios. Para saber cómo comportarnos en forma circunspecta, debemos seguir adonde Cristo nos indica con su ejemplo. Durante treinta años vivió la vida de un hombre perfecto, cumpliendo las más altas normas de perfección. Que el hombre pues, por imperfecto que sea, espere en Dios, y no diga: “Si yo tuviera una disposición diferente serviría a Dios”; sino que se presente al Señor para rendir un servicio verdadero... “Esa naturaleza ha sido redimida por mí [dice Jesús]. ‘A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios’. Juan 1:12. Vosotros no estáis degradados, sino que sois elevados, ennoblecidos, refinados por mí. Podéis encontrar refugio en mí. Podéis obtener la victoria y ser más que victoriosos en mi nombre”.—Carta 69, 1897. 3MS 153.2