Mensajes Selectos Tomo 3

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Capítulo 10—Una mensajera inspirada

Relato de experiencias ocurridas como mensajera de Dios—Durante medio siglo he sido la mensajera del Señor, y mientras siga viviendo seguiré llevando los mensajes que Dios me dé para su pueblo. No me atribuyo ninguna gloria a mí misma. En mi juventud el Señor me hizo su mensajera, para comunicar a su pueblo testimonios de ánimo, de advertencia, de reproche. Durante sesenta años he estado en comunicación con los mensajeros celestiales y aprendiendo constantemente con referencia a las cosas divinas, y con respecto a la manera en que Dios está trabajando continuamente para sacar a las almas del error de sus caminos y traerlas a la luz de Dios. 3MS 79.1

Muchas almas han sido ayudadas porque han creído que los mensajes que me fueron dados eran enviados como una muestra de misericordia hacia los errantes. Cuando he visto a los que necesitaban una fase diferente de la experiencia cristiana, se los he dicho para su bien presente y eterno. Y mientras siga viviendo haré mi obra fielmente, ya sea que los hombres y mujeres presten atención y reciban y obedezcan, o hagan lo contrario. Mi obra me fue asignada claramente, y recibiré gracia para ser obediente. 3MS 79.2

Amo a Dios. Amo a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, y siento un intenso interés en toda alma que pretende ser un hijo de Dios. Estoy determinada a ser un mayordomo fiel mientras el Señor me dé vida. No fallaré ni me desanimaré. 3MS 80.1

Pero durante meses mi alma ha estado pasando por una intensa agonía debido a los que han recibido los sofismas de Satanás y están comunicándolos a otros,1 haciendo toda interpretación concebible y en variadas formas, para destruir la confianza en el mensaje del Evangelio para esta última generación y en la obra especial que Dios me ha dado para hacer. Yo sé que el Señor me ha dado esta obra, y no necesito presentar ninguna excusa por lo que he hecho. 3MS 80.2

En mi experiencia estoy recibiendo constantemente evidencia del poder sostenedor y obrador de milagros de Dios sobre mi cuerpo y mi alma, los cuales he dedicado al Señor. No me pertenezco a mí misma; he sido comprada por precio y tengo tal seguridad de que el Señor está obrando en mi favor, que debo reconocer su abundante gracia... 3MS 80.3

¿Por qué tengo que quejarme? El Señor me ha levantado tantas veces de la enfermedad, me ha sostenido tan maravillosamente, que nunca podré dudar. Tengo tantas evidencias inconfundibles de sus bendiciones especiales, que no abrigo ninguna posibilidad de dudar. El me da libertad para presentar su verdad ante gran número de personas. No sólo me es concedida una ayuda especial mientras estoy delante de las grandes congregaciones, sino que cuando estoy usando la pluma me son dadas presentaciones maravillosas del pasado, del presente y del futuro.—Carta 86, 1906. 3MS 80.4

Me han sido dadas lengua y expresión—De toda las preciosas seguridades que Dios me ha dado con respecto a mi obra, ninguna ha sido más preciosa para mí que ésta: que él me daría lengua y expresión donde quiera que yo fuera. En lugares donde había la mayor oposición, toda lengua fue silenciada. He presentado el mensaje sencillo en forma oral a nuestro propio pueblo y a la multitud, y mis palabras han sido aceptadas como procedentes del Señor.—Carta 84, 1909. 3MS 80.5

El mensaje de Elena G. de White ha sido consecuente a través de los años—Muchos ciudadanos de Battle Creek asistieron a la reunión del domingo por la tarde. Prestaron la mejor atención. En esa reunión tuve la oportunidad de declarar decididamente que mis puntos de vista no han cambiado. La bendición del Señor descansó sobre muchos de aquellos que oyeron las palabras. Dije: “Estaréis ansiosos de saber lo que la Sra. White cree. La habéis oído hablar muchas veces... Ella tiene que prestar al Maestro el mismo servicio que cuando se dirigió al pueblo de Battle Creek hace años. Recibe lecciones del mismo Instructor. Las directivas que le fueron dadas son éstas: ‘Recibe los mensajes que te doy, para que el pueblo pueda tenerlos’. Los mensajes han sido escritos como Dios me los ha dado”.—Carta 39, 1905. 3MS 81.1

La confianza de E. G. de White en la fuente divina de su revelación—¡Qué batalla estoy obligada a librar! Mis hermanos parecen juzgar que tomo una posición que no es necesaria. Ellos no ven que Dios en su propia sabiduría me ha hecho revelaciones que no pueden ser contradichas o disputadas con éxito. Nada puede borrar lo que me fue presentado y grabado en las tablas de mi alma. Toda la oposición y las negaciones para anular mi testimonio solamente me obligan, por la urgencia del Espíritu de Dios, a repetirlo en forma más decidida y a permanecer en la luz revelada con todo el poder de la fortaleza que Dios me ha dado.—Manuscrito 25, 1890. 3MS 81.2

Hacer frente al peligro en forma positiva—Satanás continuará trayendo sus teorías erróneas y afirmando que sus sentimientos son veraces. Seducir los espíritus es su obra. Tengo que encarar el peligro positivamente, negando a cualquiera el derecho de usar mis escritos para que sirvan al propósito del diablo de engañar al pueblo de Dios.2 Dios me ha conservado la vida para que presente los testimonios que me fueron dados, para defender lo que Dios ha defendido y para denunciar todo vestigio de sofismas satánicos. Una cosa seguirá a la otra en los sofismas espirituales, para engañar si es posible, aun a los escogidos.—Manuscrito 126, 1905. 3MS 81.3

Inconmovible frente a la oposición—Pueden lanzarse contra mí los mayores ataques, pero esto no cambiará en lo más mínimo mi misión o mi obra. Hemos tenido que hacer frente a esto una y otra vez. El Señor me ha dado el mensaje desde que tenía solamente 17 años... El mensaje que Dios me ha entregado para llevar ha sido en línea recta, de luz en luz, hacia arriba y hacia adelante, de una verdad a otra verdad más avanzada.—Manuscrito 29, 1897. 3MS 82.1

No exigía el título de “profetisa”—Durante el discurso [pronunciado en Battle Creek, el 2 de octubre de 1904] dije que no pretendía ser profetisa. Algunos se sorprendieron ante esta declaración, y como se está diciendo mucho acerca de esto, daré una explicación. Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi deber llamarme así. Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo. 3MS 82.2

Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo.—Carta 55, 1905; Mensajes Selectos 1:40. 3MS 82.3

La obra de un profeta y más todavía—Ahora he sido instruida de que no debo ser estorbada en mi obra por aquellos que se ocupan en hacer suposiciones acerca de la naturaleza de ella, cuyas mentes están luchando con tantos problemas intrincados referentes a la supuesta obra de un profeta. Mi misión abarca la obra de un profeta, pero no termina allí. Abarca mucho más de lo que puedan comprender las mentes de los que han estado sembrando las semillas de incredulidad. Carta 244, 1906, dirigida a los ancianos de la Iglesia de Battle Creek.—Mensajes Selectos 1:40-41. 3MS 82.4

Ninguna defensa propia—Mi corazón se siente muy triste de que los Hnos. J y K hayan tomado la posición que tienen ahora... Podréis preguntar: “¿Qué efecto tiene esto sobre Ud.?” Solamente dolor, dolor en el alma; pero al mismo tiempo paz, y perfecto descanso y confianza en Jesús. Para defenderme a mí misma, para defender mi posición y mi misión, no quiero ni pronunciar diez palabras. No quiero tratar de dar evidencia de mi obra. “Por sus frutos los conoceréis”.—Carta 14, 1897. 3MS 83.1

Dejar las consecuencias con Dios—A veces siento una gran preocupación durante las noches. Me levanto de mi cama, y camino por la pieza orando al Señor para que me ayude a llevar la carga y a no decir nada que haga creer a la gente que el mensaje que él me ha dado no es la verdad. Cuando puedo depositar esta carga sobre el Señor me siento verdaderamente libre. Gozo de una paz que no puedo expresar. Me siento elevada como si fuera sostenida por los brazos eternos, y la paz y el gozo llenan mi alma. 3MS 83.2

Una y otra vez se me recuerda que no debo tratar de aclarar la confusión y contradicción en la fe y los sentimientos de incredulidad que se expresan. No debo sentirme deprimida, sino que debo hablar las palabras del Señor con autoridad, y entonces dejar con él las consecuencias. 3MS 83.3

El gran Médico me instruye a que presente la palabra que el Señor me da, sea que los hombres le presten atención o no. Se me ha dicho que yo no tengo nada que ver con los resultados, pues Dios, el Señor Jehová mismo, me guardará en perfecta paz si descanso en su amor y hago la obra que él me ha dado para hacer.—Carta 146, 1902. 3MS 83.4

No expondré los pecados conocidos sólo por aquellos que los cometen—Sus hermanos, o muchos de ellos, no saben lo que Ud. mismo y el Señor saben... He determinado que no expondré los pecados de aquellos que profesan creer la verdad, si no que dejaré estas cosas para que ellos mismos las confiesen.—Carta 113, 1893. 3MS 84.1

E. G. White beneficiada por los mensajes dados—Anhelo hablar a grandes congregaciones, pues sé que el mensaje no proviene de mí sino que es lo que el Señor impresiona en mi mente para decir. El nunca me deja sola cuando estoy delante del pueblo con un mensaje. Cuando estoy delante de la gente parece que se me presentaran las cosas más preciosas del Evangelio, y participo del mensaje evangélico y me alimento de la Palabra tanto como cualquiera de los oyentes. Los sermones [míos] me hacen bien, porque recibo nuevas representaciones cada vez que abro mis labios para hablarle a la gente. 3MS 84.2

Nunca podré dudar de mi misión, porque participo de los privilegios y resulto alimentada y vivificada sabiendo que soy llamada a la gracia de Cristo. Cada vez que presento la verdad al pueblo, y llamo la atención de los hermanos a la vida eterna que Cristo ha hecho posible que obtengamos, resulto tan beneficiada como ellos por los más bondadosos descubrimientos de la gracia y el amor y el poder de Dios en favor de su pueblo en la justificación y la reconciliación con Dios.—Manuscrito 174, 1903. 3MS 84.3

El privilegio de ser una mensajera de Dios—Estoy muy agradecida de que el Señor me ha dado el privilegio de ser su mensajera para comunicar preciosas verdades a los demás.—Carta 80, 1911. 3MS 84.4