Mensajes Selectos Tomo 3

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Capítulo 22—Énfasis en el tema de la salvación 1890-1908

La provisión de salvación—Las penitencias, las mortificaciones de la carne, la constante confesión del pecado sin arrepentimiento sincero, los ayunos, las fiestas religiosas y las ceremonias externas que no van acompañados de una verdadera devoción: todas estas cosas no tienen valor alguno. El sacrificio de Cristo es suficiente; él hizo una ofrenda total y eficaz a Dios, y el esfuerzo humano sin el mérito de Cristo no tiene valor alguno. No solamente deshonramos a Dios siguiendo esta conducta sino que destruimos nuestra utilidad presente y futura. El dejar de apreciar el valor de la ofrenda de Cristo tiene una influencia degradante: esteriliza nuestras expectativas y nos priva de nuestros privilegios, nos induce a recibir teorías inseguras y peligrosas concernientes a la salvación que fue comprada para nosotros a un precio infinito. Pero no debe entenderse que el plan de salvación consiste en que el poder divino se comunica a la persona para hacer que su esfuerzo [empeño] humano tenga éxito total. 3MS 216.1

Ser perdonados en la forma en que Cristo perdona es no solamente ser perdonados, sino ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El Señor dice: “Te daré un corazón nuevo”. La imagen de Cristo debe ser estampada en la mente misma, en el corazón y en el alma. El apóstol dice: “Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. 1 Corintios 2:16. Sin el proceso transformador que puede venir sólo por medio del poder divino, las tendencias originales a pecar permanecen en el corazón con toda su fuerza para forjar nuevas cadenas, para imponer una esclavitud que nunca podrá ser quebrantada por el poder humano. Pero los hombres nunca podrán entrar en el cielo con sus viejos gustos, inclinaciones, ídolos, ideas y teorías. El cielo no sería un lugar de gozo para ellos, pues todas las cosas contrariarían sus gustos, apetitos e inclinaciones, y se opondrían dolorosamente a los rasgos naturales y cultivados de su carácter. 3MS 216.2

La felicidad es el resultado de la santidad y la conformidad con la voluntad de Dios. Los que desean ser santos en el cielo, deberán primero ser santos en la tierra; porque cuando dejemos esta tierra llevaremos nuestro carácter con nosotros, y esto significa sencillamente que llevaremos algunas de las características celestiales que nos fueron impartidas [en la tierra] por la justicia de Cristo.—The Review and Herald, 19 de agosto de 1890. 3MS 217.1

La justificación y la santificación se logran por fe: 1890—Cuando por el arrepentimiento y la fe aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, el Señor perdona nuestros pecados y nos libra de la penalidad prescrita para la transgresión de la ley. El pecador aparece delante de Dios como una persona justa; goza del favor del cielo, y por el Espíritu tiene comunión con el Padre y con el Hijo. 3MS 217.2

Luego hay aún otra obra que debe ser hecha, y ésta es de naturaleza progresiva. El alma debe ser santificada por la verdad. Y esto también se logra por fe, pues es solamente por la gracia de Cristo, la cual recibimos por la fe, como el carácter puede ser transformado. 3MS 217.3

Es importante que entendamos claramente la naturaleza de la fe. Hay muchos que creen que Cristo es el Salvador del mundo, que el Evangelio es real y que revela el plan de salvación, y sin embargo no poseen fe salvadora. Están intelectualmente convencidos de la verdad, pero esto no es suficiente; para ser justificado, el pecador debe tener esa fe que se apropia de los méritos de Cristo para su propia alma. Leemos que los demonios “creen y tiemblan”, pero su creencia no les proporciona justificación, ni tampoco la creencia de los que asienten en forma meramente intelectual a las verdades de la Biblia recibirán los beneficios de la salvación. Esa creencia no alcanza el punto vital, porque la verdad no compromete el corazón ni transforma el carácter. 3MS 218.1

En la fe genuina y salvadora hay confianza en Dios por creer en el gran sacrificio expiatorio hecho por el Hijo de Dios en el Calvario. En Cristo, el creyente justificado contempla su única esperanza y su único Libertador. Puede existir una creencia sin confianza; pero la confianza no puede existir sin fe. Todo pecador traído al conocimiento del poder salvador de Cristo, manifestará esta confianza en grado creciente a medida que avanza en experiencia.—The Signs of the Times, 3 de noviembre de 1890. 3MS 218.2

Resistiendo la tentación: 1891—Muchos parecen pensar que es imposible no caer bajo la tentación, que ellos no tienen poder para vencer, y pecan contra Dios pronunciando con sus labios palabras de desaliento y de duda, en lugar de palabras de fe y valor. Cristo fue tentado en todo punto en que lo somos nosotros, y sin embargo se mantuvo sin pecado. El dijo: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”. ¿Qué significa esto? Significa que el príncipe del mal no podía encontrar ninguna posición ventajosa en Cristo para tentarlo; y lo mismo puede ocurrir con nosotros”.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1891. 3MS 218.3

La perfección no se alcanza en un solo salto: 1891—Miramos más allá del tiempo. Miramos la eternidad. Tratemos de vivir de tal manera que Cristo pueda decir: “Bien, buen siervo y fiel”. Viva cada uno de nosotros de esa manera. Podemos cometer errores; podemos errar; pero Dios no nos dejará en el error. “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Hay esperanza para nosotros. Somos presos de esperanza. 3MS 219.1

Apropiémonos de las ricas promesas de Dios. El jardín de Dios está lleno de ricas promesas. Recojámoslas; llevémoslas con nosotros; mostremos que creemos en Dios. Aceptemos al pie de la letra su Palabra; no sea hallado ninguno de nosotros desconfiando de Dios o dudando de él. 3MS 219.2

Seamos cristianos que crecen. No debemos detenernos. Debemos estar hoy más adelante de lo que estábamos ayer, aprendiendo todos los días a ser más confiados, a descansar más plenamente en Jesús. Así tenemos que crecer. No alcanzaréis la perfección de un solo salto. La santificación es una obra de toda la vida... 3MS 219.3

Recuerdo que en 1843 había un hombre y su esposa... que esperaban que el Señor viniera en 1844, y estaban aguardando y velando. Todos los días oraban a Dios. Antes de decirse “Buenas noches”, solían decir: “Tal vez el Señor venga cuando dormimos y queremos estar listos”. El esposo preguntaba a la esposa si durante el día él había dicho alguna palabra que ella pensaba que no estaba de acuerdo con la verdad y la fe que profesaban, y ella le hacía la misma pregunta. Entonces se postraban delante del Señor y le pedían que si habían pecado en pensamiento, en palabra o en acción, les perdonara la transgresión. Queremos ahora esa misma sencillez. 3MS 219.4

Necesitáis ser como niños, dependiendo de un Salvador crucificado y resucitado, y entonces seréis fortalecidos. ¿Cómo? Los ángeles de Dios os rodearán como un muro de fuego. La justicia de Cristo, que reclamáis, va delante de vosotros, y la gloria de Dios es vuestra retaguardia. Dios santifica las lenguas; Dios santifica los pensamientos; Dios santifica nuestras mentes, para que nos espaciemos en temas celestiales, y para que podamos impartir ese conocimiento y esa luz a otros. Hay un gran progreso en perspectiva para nosotros; no nos detengamos aquí. Que el Señor os ayude a sacar el mayor provecho de vuestras responsabilidades.—Manuscrito 9, 1891. 3MS 220.1

La justificación explicada: 1891—La justificación por la fe es un misterio para muchos. El pecador es justificado por Dios cuando se arrepiente de sus pecados. El ve a Jesús en la cruz del Calvario. ¿Por qué todo este sufrimiento? La ley de Jehová ha sido quebrantada. La ley del gobierno de Dios en el cielo y en la tierra ha sido transgredida, y según se ha pronunciado, la penalidad del pecado es la muerte. Pero “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¡Oh, qué amor! ¡Qué amor incomparable! ¡Cristo, el Hijo de Dios, muriendo’por el hombre culpable! 3MS 220.2

El pecador ve la espiritualidad de la ley de Dios y sus eternas obligaciones. Ve el amor de Dios al proveer a un sustituto y una seguridad para el hombre culpable, y ese sustituto es Alguien igual a Dios. Esta manifestación de gracia para con el mundo en el don de la salvación llena al pecador de asombro. Este amor de Dios hacia el hombre derriba toda barrera. El hombre viene a la cruz, que ha sido puesta a mitad de camino entre la divinidad y la humanidad, y se arrepiente de sus pecados de transgresión, porque Cristo ha estado atrayéndolo hacia él. El no espera que la ley lo limpie de pecado, porque no existe ningún elemento perdonador en la ley para salvar a los transgresores de ella. El mira el sacrificio expiatorio como su única esperanza, en virtud del arrepentimiento delante de Dios—porque las leyes de su gobierno han sido violadas—, y considera la fe en nuestro Señor Jesucristo como lo único que puede salvar al pecador y limpiarlo de toda transgresión. 3MS 220.3

La obra mediatoria de Cristo comenzó en el mismo momento en que comenzó la culpabilidad, el sufrimiento y la miseria humana, tan pronto como el hombre se convirtió en un transgresor. La ley no fue abolida para salvar al hombre y para lograr su unión con Dios. Pero Cristo asumió el papel de ser su garante y libertador al hacerse pecado por el hombre, a fin de que el hombre viniera a ser la justicia de Dios en y por medio de Aquel que era [y es] Uno con el Padre. Los pecadores pueden ser justificados por Dios únicamente cuando él perdona sus pecados, los libra del castigo que merecen, y los trata como si fueran verdaderamente justos y como si no hubieran pecado, recibiéndolos en el favor divino y tratándolos como si fueran justos. Son justificados únicamente por la justicia de Cristo que se acredita al pecador. El Padre acepta al Hijo, y en virtud del sacrificio expiatorio de su Hijo, acepta al pecador. 3MS 221.1

Una fe general no es suficiente—Muchos tienen una fe general, y dan su asentimiento al cristianismo como la única esperanza para las almas que perecen; pero creer esto [sólo] intelectualmente no es suficiente para la salvación del alma... 3MS 221.2

Se necesita no sólo fe sino confianza en Dios. Esta es la verdadera fe de Abrahán, una fe que produjo frutos. “Abrahán creyó a Dios, y le fue contado por justicia”. Santiago 2:23. Dios le dijo que ofreciera a su hijo en sacrificio, y ésa fue la misma voz que le habló para decirle que saliera de su tierra y fuera al lugar que Dios le mostraría. Abrahán fue salvado por la fe en Cristo tan ciertamente como el pecador se salva hoy por la fe en Cristo. 3MS 221.3

La fe que justifica siempre produce: primero arrepentimiento verdadero y luego buenas obras, que son el fruto de esa fe. No hay fe salvadora que no produzca buenos frutos. Dios dio a Cristo a nuestro mundo para que llegara a ser el Sustituto del pecador. Cuando el pecador ejerce verdadera fe en el costoso sacrificio expiatorio, reclamando a Cristo como el Salvador personal, inmediatamente es justificado delante de Dios, porque está perdonado. 3MS 222.1

Cómo vencer: 1891—Juan señaló al pueblo “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. El dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Mucho está implicado en esta expresión: “quita”. La pregunta es: “¿Seguiremos pecando como si fuera una imposibilidad para nosotros vencer? ¿Cómo hemos de vencer? Como Cristo venció: ésa es la única manera de vencer. El oró a su Padre celestial. Nosotros podemos hacer lo mismo... Cuando sois tentados a hablar mal y a obrar mal, resistid a Satanás y decid: No someteré mi voluntad a tu dominio. Cooperaré con el poder divino y por gracia seré vencedor.—Manuscrito 83, 1891. 3MS 222.2

Cristo compensa nuestras deficiencias inevitables: 1891—Jesús ama a sus hijos, aunque ellos yerren. Pertenecen a Jesús y debemos tratarlos como la compra hecha con la sangre de Cristo Jesús. Toda conducta irrazonable manifestada para con ellos es anotada en los libros como hecha en contra de Cristo. El mantiene sus ojos sobre ellos, y cuando hacen lo mejor que pueden, clamando a Dios por su ayuda, estad seguros de que su servicio será aceptado, aunque sea imperfecto. 3MS 222.3

Jesús es perfecto. La justicia de Cristo les es acreditada a ellos, y él dirá: Quitadle las vestiduras viles, y vestidlo de ropas de gala Zacarías 3:4. Jesús compensa nuestras inevitables deficiencias. Donde los cristianos son mutuamente fieles el uno al otro, veraces y leales al Capitán de las huestes del Señor, y nunca traicionan lo que se les confió, entregándolo en manos del enemigo, serán transformados conforme al carácter de Cristo. Jesús morará en sus corazones por la fe Carta 17a, 1891. Véase también una declaración similar hecha en 1885, en Faith and Works, 50. 3MS 222.4

Id a Cristo tan pronto como cometéis un pecado: 1892—Muchos no oran. Se sienten bajo la condenación del pecado y creen que no deben ir a Dios hasta que no hayan hecho algo para merecer su favor o hasta que Dios haya olvidado sus transgresiones. Dicen: “No puedo levantar manos santas delante de Dios sin ira o dudas, y por lo tanto no puedo ir”. Así permanecen lejos de Cristo, y al hacerlo están pecando todo el tiempo, pues sin él no podréis hacer más que lo malo. 3MS 223.1

Tan pronto como cometéis un pecado debéis correr al trono de gracia y contarle todo a Jesús. Debéis llenaros de dolor por el pecado, porque con el pecado habéis debilitado vuestra propia espiritualidad, agraviado a los ángeles del cielo y herido el amante corazón de vuestro Redentor. Cuando habéis pedido a Jesús con un alma contrita su perdón, creed que él os ha perdonado. No dudéis de su divina misericordia ni rehuséis el consuelo de su amor infinito (Bible Echo, 1 de febrero de 1892. Discurso pronunciado en Melbourne, Australia, el 19 de diciembre de 1891). 3MS 223.2

¿Qué pasa si pecamos después de haber sido perdonados?, 1892—Es el Espíritu Santo el que nos imparte arrepentimiento. Jesús nos atrae hacia él mediante el agente de su divino Espíritu; y por fe en su sangre somos limpiados de pecado: “Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado... Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:7, 9. 3MS 223.3

Pero supongamos que pecamos después de haber sido perdonados, después que hemos llegado a ser hijos de Dios. ¿Necesitamos en este caso desesperarnos? No, pues Juan escribe: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo”. 1 Juan 2:1. Jesús está en las cortes del cielo intercediendo por nosotros ante el Padre. El presenta nuestras oraciones mezclando con ellas el incienso precioso de sus propios méritos, para que nuestras oraciones sean aceptables al Padre. El pone fragancia en nuestras oraciones y el Padre nos escucha porque pedimos precisamente lo que necesitamos, y llegamos a ser para otros sabor de vida para vida. 3MS 224.1

Jesús vino a sufrir en nuestro favor, para poder impartirnos su justicia. Hay para nosotros una sola vía de escape, y ésta consiste en llegar a ser participantes de la naturaleza divina. 3MS 224.2

Pero muchos dicen que Jesús no era como nosotros, que no era como nosotros en el mundo, que él era divino, y que nosotros no podemos vencer como él venció. Pero Pablo escribe: “Porque ciertamente [Cristo] no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Hebreos 2:16-18. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Hebreos 4:15-16. Jesús dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Apocalipsis 3:21. 3MS 224.3

Jesús rodeó a la raza [humana] con su humanidad, y unió la divinidad con la humanidad; así se le comunicó al ser humano poder moral por medio de los méritos de Jesús. Los que llevan su nombre deben santificarse a sí mismos por su gracia, para poder ejercer una influencia santificadora sobre todos aquellos con quienes se asocian.—The Review and Herald, 1 de marzo de 1892. 3MS 225.1

No hay tiempo para cruzarse de brazos: 1892—Cuando llegamos a sentir nuestra completa dependencia de Cristo para la salvación, ¿debemos de cruzarnos de brazos y decir: “No tengo nada que hacer; estoy salvado; Jesús lo ha hecho todo por mí”? No. Tenemos que poner a trabajar toda energía para que podamos llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Debemos estar continuamente velando, esperando, orando y trabajando. 3MS 225.2

Pero aunque hagamos todo lo que podamos, no podemos pagar el rescate por nuestras almas. No podemos hacer nada para generar fe, pues la fe es el don de Dios; ni tampoco podemos perfeccionarla, porque Cristo es el consumador de nuestra fe. Todo viene de Cristo. Todo nuestro anhelo de una nueva vida viene de Cristo, y esto es una evidencia de que él nos está atrayendo a sí mismo, y de que estamos respondiendo a su poder de atracción.—Bible Echo, 15 de mayo de 1892. 3MS 225.3

La naturaleza de Cristo es implantada en nosotros: 1894—La verdad, la preciosa verdad, es santificante en su influencia. La santificación del alma por la operación del Espíritu Santo es la implantación de la vida de Cristo en la humanidad, es la gracia de nuestro Señor Jesucristo revelada en el carácter y la gracia de Cristo traducida en un ejercicio activo de buenas obras. Así el carácter se transforma más y más perfectamente a la imagen de Cristo en justicia y santidad de verdad. Hay amplios requisitos en la verdad divina, los cuales consisten en una línea tras otra de buenas obras. Las verdades del Evangelio no están inconexas; unidas, forman una cadena de gemas celestiales, como se observan en la obra personal de Cristo; y como hebras de oro, corren por la totalidad de la obra y la experiencia cristiana. 3MS 225.4

Cristo es el sistema completo de la verdad. El dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Juan 14:6. Todos los verdaderos creyentes tienen su centro en Cristo, y su carácter es irradiado por Cristo; todos se encuentran en Cristo, y circulan en torno a Cristo. La verdad viene del cielo para purificar y limpiar al agente humano de toda contaminación moral. Ella induce a la acción benévola, a un amor bondadoso, tierno y considerado hacia los necesitados, los afligidos, los que sufren. Esto es obediencia práctica a las palabras de Cristo.—Manuscrito 34, 1894. 3MS 226.1

Satanás se jactaba de que estaba santificado: 1894—Satanás afirmaba que estaba santificado, y se exaltó a sí mismo por encima de Dios aun en los atrios del cielo. Tan grande fue su poder engañador, que corrompió a un gran número de ángeles y conquistó la simpatía de ellos para su causa egoísta. Cuando tentó a Cristo en el desierto declaró que estaba santificado, que era un ángel santo de los atrios celestiales; pero Jesús no fue engañado con sus pretensiones, ni tampoco lo serán los que viven de toda palabra que sale de la boca de Dios. 3MS 226.2

Dios no aceptará una obediencia caprichosa e imperfecta. Los que afirman que están santificados, y sin embargo apartan su oído para no oír la ley, demuestran que son los hijos de desobediencia, cuyos corazones carnales no están sujetos a la ley de Dios, ni tampoco lo pueden estar.—Manuscrito 40, 1894. 3MS 226.3

Fe y buenas obras: 1895—Nuestra aceptación por parte de Dios es segura solamente por medio de su amado Hijo, y las buenas obras son únicamente el resultado de la obra de su amor perdonador. Las obras no son ningún crédito para nosotros, y no se nos concede nada debido a nuestras buenas obras por lo cual podamos reclamar una parte en la salvación de nuestras almas. La salvación es un don gratuito de Dios al creyente, que le es concedido solamente por Cristo. El alma atribulada puede encontrar paz por medio de su fe en Cristo, y su paz estará en proporción a su fe y confianza. No puede presentar sus buenas obras como un mérito para la salvación de su alma. 3MS 227.1

¿Pero no son las buenas obras de ningún valor? El pecador que todos los días comete pecado impunemente, ¿es considerado por Dios con el mismo favor como aquel que por medio de la fe en Cristo lucha por lograr su integridad? Las Escrituras contestan: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Efesios 2:10. 3MS 227.2

En su divina disposición, en virtud del favor inmerecido del Señor, él ha ordenado que las buenas obras sean recompensadas. Somos aceptados sólo por los méritos de Cristo; y los actos de misericordia, las acciones de caridad que realizamos, son los frutos de la fe, y llegan a ser una bendición para nosotros; pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus obras. 3MS 227.3

Es la fragancia de los méritos de Cristo lo que hace aceptable para Dios nuestras buenas obras, y es la gracia la que nos capacita para hacer las obras por las cuales él nos recompensa. Nuestras obras en sí mismas, y por sí mismas, no tienen ningún mérito. Cuando hemos hecho todo lo que nos es posible hacer, debemos considerarnos como siervos inútiles. No merecemos ninguna gratitud de parte de Dios. Solamente hemos hecho lo que es nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas con la fuerza de nuestra propia naturaleza pecaminosa. 3MS 227.4

El Señor nos ha pedido que nos acerquemos a él y él se acercará a nosotros; y acercándonos a él recibimos la gracia por la cual podemos hacer las obras que serán recompensadas por él.—The Review and Herald, 29 de enero de 1895. 3MS 228.1

Rodeados por la atmósfera del cielo: 1898—“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. 1 Juan 4:19. La verdadera conversión, la verdadera santificación, causarán el cambio de nuestras opiniones y sentimientos mutuos y hacia Dios. “Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. vers. 16. Debemos acrecentar nuestra fe. Debemos conocer la santificación del Espíritu. Debemos buscar a Dios con oración ferviente, para que el Espíritu divino pueda obrar en nosotros. Dios entonces será glorificado por el ejemplo del agente humano. Seremos entonces colaboradores con Dios. 3MS 228.2

La santificación del alma, del cuerpo y del espíritu nos rodeará con la atmósfera del cielo. Si Dios nos ha escogido desde la eternidad es para que podamos ser santos; limpia nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo. No debemos, de ninguna manera, hacer del yo nuestro dios. El se dio a sí mismo para morir por nosotros, a fin de que pudiera purificarnos de toda iniquidad. El Señor continuará esta obra de perfeccionamiento en nuestro favor si permitimos que nos controle. El hace esta obra para nuestro bien y para la gloria de su propio nombre. 3MS 228.3

La importancia de una fe sencilla e implícita—Debemos dar un testimonio vivo ante la gente, presentándoles la simplicidad de la fe. Debemos tomar literalmente la palabra de Dios y creer que él hará precisamente como ha dicho. Si él nos castiga es para que podamos ser participantes de su naturaleza divina. El llevar a cabo en nosotros una obra diaria de santificación compenetra todos los designios y planes divinos. ¿No percibiremos la obra que nos toca hacer? ¿No presentaremos a los demás su deber, el privilegio que ellos tienen de crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo Jesús? 3MS 228.4

“La voluntad de Dios es vuestra santificación”. 1 Tesalonicenses 4:3. No hemos estado avanzando hacia el blanco del premio de nuestra elevada vocación. El yo ha encontrado excesivo lugar. ¡Oh, permitid que la obra sea hecha bajo la dirección especial del Espíritu Santo! El Señor exige todas las facultades de la mente y del ser. Es su voluntad que lleguemos a asemejarnos a él en voluntad, en temperamento, en espíritu, en nuestras meditaciones. La obra de la justicia no puede progresar a menos que ejerzamos una fe implícita. 3MS 229.1

Avanzad cada día bajo el grandioso poder de Dios que obra. El fruto de la justicia es quietud y seguridad para siempre. Si hubiéramos ejercido más fe en Dios y confiado menos en nuestras propias ideas y sabiduría, Dios habría manifestado su poder de una manera señalada en los corazones humanos. Por medio de la unión con él, en base a una fe viva, tenemos el privilegio de disfrutar la virtud y la eficacia de su mediación; por tanto, estamos crucificados con Cristo, muertos con Cristo y resucitados con Cristo para andar en una vida nueva con él.—Carta 105, 1898. 3MS 229.2

Se necesita la verdadera santificación: 1902—Hace dos noches me desperté a las diez, con la grave preocupación relativa a la ausencia de la obra del Espíritu Santo en nuestro pueblo. Me levanté y caminé por la pieza, clamando al Señor que viniera más cerca, mucho más cerca de su pueblo, para concederle un poder tal que lo capacitara para hacer su obra en forma tan poderosa, que por medio de él fuera revelada la gracia abundante de Cristo... 3MS 229.3

En el Sermón del Monte Cristo dio una definición de la verdadera santificación. El vivió una vida de santidad. El era una lección objetiva de lo que sus seguidores deben ser. Tenemos que ser crucificados con Cristo, sepultados con él, y luego vivificados por su Espíritu. Entonces estaremos llenos de su vida. 3MS 230.1

Una obra de toda la vida—Nuestra santificación es el objetivo de Dios en todo su trato con nosotros. El nos ha escogido desde la eternidad para que fuéramos santos. Cristo se dio a sí mismo por nuestra redención, para que por nuestra fe en su poder para salvar del pecado pudiéramos ser completos en él. Al darnos su Palabra, él nos ha dado alimento del cielo. El declara que si comemos su carne y bebemos su sangre, recibiremos la vida eterna. 3MS 230.2

¿Por qué no nos espaciamos más en esto? ¿Por qué no nos esforzamos para que esto se entienda fácilmente, cuando ello significa tanto? ¿Por qué los cristianos no abren sus ojos para ver la obra que Dios requiere que hagan? La santificación es una obra progresiva, de toda la vida. El Señor declara: “La voluntad de Dios es vuestra santificación”. 1 Tesalonicenses 4:3. ¿Tenéis el anhelo de que vuestros deseos e inclinaciones sean traídos en conformidad con la voluntad divina? 3MS 230.3

Como cristianos nos hemos comprometido a realizar y cumplir nuestras responsabilidades, y a mostrar al mundo que tenemos una estrecha relación con Dios. De esta manera Cristo ha de ser representado por las palabras y las obras piadosas de sus discípulos. 3MS 230.4

Dios demanda de nosotros perfecta obediencia a su ley, que es la expresión de su carácter. “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”. Romanos 3:31. Esta ley es el eco de la voz de Dios, que nos dice: “Más santos, aún más santos. Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Sí, anhelad la justicia. Sentid hambre y sed de justicia”. La promesa es: seréis saciados. Estén colmados vuestros corazones de un intenso anhelo de su justicia, cuya obra Dios declara que es paz, y su efecto reposo y seguridad para siempre. Isaías 32:17. 3MS 230.5

Participantes de la naturaleza divina—Es nuestro privilegio ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Dios ha dicho claramente que él pide que seamos perfectos, y como él exige esto, ha hecho provisión para que seamos participantes de la naturaleza divina. Sólo así podemos obtener el éxito en nuestra lucha por la vida eterna. El poder es dado por Cristo. “A todos los que le recibieron, ... les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12. 3MS 231.1

Dios exige de nosotros la conformidad con su imagen. La santidad es el reflejo que emite su pueblo de los rayos brillantes de su gloria. Pero a fin de reflejar esa gloria, el hombre debe trabajar con Dios. El corazón y la mente deben vaciarse de todo lo que conduce al mal. La Palabra de Dios debe ser leída y estudiada con un deseo ferviente de obtener de ella poder espiritual. El pan de vida debe comerse y digerirse para que llegue a ser una parte de la vida. Así ganamos la vida eterna. Entonces será contestada la oración del Salvador: “Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad”.—Carta 153, 1902. 3MS 231.2

Las opiniones y las prácticas deben conformarse con la Palabra de Dios—Hay muchos que pretenden que han sido santificados para Dios, y sin embargo cuando se les presenta la gran norma de justicia se disgustan grandemente y manifiestan un espíritu que prueba que no conocen nada de lo que significa ser santificado. No tienen la mente de Cristo. Los que son plenamente santificados reverenciarán y obedecerán la Palabra de Dios tan pronto como les es abierta, y expresarán un fuerte deseo de conocer lo que es verdad sobre todo punto de doctrina. Un sentimiento exaltado no es evidencia de santificación. La declaración: “Soy salvo, soy salvo”, no prueba que el alma es salva o santificada. 3MS 231.3

A muchos que alcanzan una gran excitación se les dice que están santificados, cuando en realidad ellos no tienen ninguna comprensión inteligente de lo que el término significa, porque no conocen las Escrituras o el poder de Dios. Se vanaglorían de que están en conformidad con la voluntad de Dios porque se sienten felices; pero cuando son probados, cuando la Palabra de Dios es presentada para aplicarla a su experiencia, cierran sus oídos para no oír la verdad, y dicen: “Yo estoy santificado”. Y esto pone fin a la controversia. No quieren tener nada que hacer con escudriñar las Escrituras para saber qué es verdad; prueban así que están terriblemente autoengañados. La santificación significa muchísimo más que una explosión de los sentimientos. 3MS 232.1

La excitación no es santificación. Solamente la entera conformidad a la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos es santificación, y la voluntad de Dios está expresada en su santa ley. El guardar todos los mandamientos de Dios es santificación. La Palabra de Dios ha de ser nuestro guía, y no las ideas y opiniones de los hombres.—The Review and Herald, 25 de marzo de 1902. 3MS 232.2

La santificación, una experiencia en el crecimiento continuo: 1908—Si mantenemos nuestras mentes fijas en Cristo, él vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia temprana y tardía sobre la tierra. Como el Sol de justicia, él saldrá con salud en sus alas. Podemos crecer como el lirio, revivir como la planta de maíz, prosperar como la vid. 3MS 232.3

Mirando constantemente a Cristo como nuestro Salvador personal, y tomándolo como nuestro modelo para imitarlo, creceremos en él en todas las cosas. Nuestra fe aumentará, nuestra conciencia será santificada. Llegaremos a ser más y más semejantes a Cristo en todas nuestras obras y palabras. Gracias a Dios creeremos en su Palabra. “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.—Carta 106, 1908. 3MS 233.1