Mensajes Selectos Tomo 2

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31—Experiencias personales

Primeras experiencias en el tratamiento de la pulmonía

En el vierno de 1864, mi Guillermito contrajo repentinamente una violenta fiebre pulmonar. Acabábamos de sepultar a nuestro hijo mayor que había fallecido a causa de esa enfermedad, y estábamos muy ansiosos por Guillermito, pues temíamos que él también muriera. Decidimos que no llamaríamos a un médico, sino que haríamos lo mejor que pudiésemos mediante el uso del agua y rogando al Señor en favor del niño. Invitamos a unas pocas personas que tenían fe a que unieran sus oraciones con las nuestras. Tuvimos la consoladora seguridad de la presencia y la bendición de Dios. 2MS 350.1

Al día siguiente Guillermito estaba muy enfermo y deliraba. Parecía no verme ni oírme cuando le hablaba. Su corazón no funcionaba con regularidad, sino que latía con una agitación constante. Continuamos intercediendo por él delante de Dios; seguimos aplicándole agua en abundancia sobre la cabeza; mantuvimos constantemente unas compresas sobre sus pulmones, y pronto pareció estar tan lúcido como siempre. Experimentaba un dolor agudo en el lado derecho y no podía acostarse sobre ese lado ni un momento. Hicimos desaparecer este dolor mediante compresas de agua fría, variando la temperatura del agua de acuerdo con la intensidad de la fiebre. Tuvimos mucho cuidado de mantenerle los pies y las manos calientes. 2MS 350.2

Esperábamos que la crisis se produjera en el séptimo día. Tuvimos poquísimo descanso durante su enfermedad, y nos vimos obligados a dejarlo al cuidado de otros durante la cuarta y quinta noches. Mi esposo y yo nos sentimos muy ansiosos el quinto día. El niño tuvo una nueva hemorragia, y tosía considerablemente. Mi esposo pasó mucho tiempo en oración. Esa noche dejamos a nuestro hijo al cuidado de manos expertas. Antes de retirarnos a descansar mi esposo oró larga y fervorosamente. De repente desapareció su deseo apremiante de orar, y le pareció como si una voz le hubiese dicho: “Ve a descansar, que yo me encargaré del niño”. 2MS 351.1

Yo me había acostado enferma, y no pude dormir por la ansiedad durante varias horas. Sentía que me faltaba el aire. Aunque dormíamos en una habitación amplia, me levanté, abrí la puerta que daba a una gran sala, y al punto sentí alivio, y pronto me dormí. Soñé que un médico experimentado estaba junto a mi hijo, observaba cada respiración, y tenía una mano sobre su corazón y con la otra le tomaba el pulso. Se volvió hacia nosotros y nos dijo: “La crisis ha pasado. Su peor noche ha quedado atrás. Se recuperará rápidamente porque no tiene que luchar contra la influencia perjudicial de las drogas. La naturaleza ha realizado noblemente su obra para librar el organismo de las impurezas”. Le hablé de mi condición agobiada, de la falta de aire, y del alivio que obtuve al abrir la puerta. 2MS 351.2

El me dijo: “Eso que la alivió, también aliviará a su hijo. El necesita aire. Lo habéis mantenido demasiado caliente. El aire calentado por una estufa es perjudicial, y si no fuera por el aire que penetra a través de las aberturas de las ventanas, se tornaría tóxico y destruiría la vida. El calor de la estufa destruye la vitalidad del aire, y debilita los pulmones. Los pulmones del niño han sido debilitados porque se ha mantenido demasido caliente el ambiente de la habitación. Los enfermos se debilitan por la enfermedad y necesitan todo el aire vigorizador que puedan soportar a fin de fortalecer los órganos vitales y resistir la enfermedad. Y sin embargo, en la mayoría de los casos se excluyen el aire y la luz de la habitación del enfermo justamente en el momento cuando más los necesita, como si fueran enemigos peligrosos”. 2MS 351.3

Este sueño y la experiencia de mi esposo constituyeron un consuelo para ambos. A la mañana siguiente encontramos que nuestro niño había pasado una noche inquieta. Pareció tener fiebre alta hasta el mediodía. Luego la fiebre lo abandonó, y estuvo tranquilo pero débil. Durante los cinco días que duró su enfermedad había comido una sola galletita. Se recuperó rápidamente, y en adelante gozó de mejor salud de la que había tenido durante muchos años. Esta experiencia es valiosa para nosotros.—Spiritual Gifts 4:151-153 (1864). 2MS 352.1