Reina Valera 1989

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Lucas 15

1 Se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle,

2 y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: —Este recibe a los pecadores y come con ellos.

3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:

4 —¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla?

5 Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso,

6 y cuando llega a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.”

7 Os digo que del mismo modo habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con empeño hasta hallarla?

9 Cuando la halla, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Gozaos conmigo, porque he hallado la dracma que estaba perdida.”

10 Os digo que del mismo modo hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

11 Dijo además: —Un hombre tenía dos hijos.

12 El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.” Y él les repartió los bienes.

13 No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

14 Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad.

15 Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a su campo para apacentar los cerdos.

16 Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba.

17 Entonces volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!

18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti.

19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’”

20 Se levantó y fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre le vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y le besó.

21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.”

22 Pero su padre dijo a sus siervos: “Sacad de inmediato el mejor vestido y vestidle, y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies.

23 Traed el ternero engordado y matadlo. Comamos y regocijémonos,

24 porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron a regocijarse.

25 Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas.

26 Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

27 Este le dijo: “Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo.”

28 Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase.

29 Pero respondiendo él dijo a su padre: “He aquí, tantos años te sirvo, y jamás he desobedecido tu mandamiento; y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos.

30 Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.”

31 Entonces su padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

32 Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado.”