Reina Valera 1989

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Lucas 13

1 En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios.

2 Respondiendo Jesús les dijo: “¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos?

3 Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén?

5 Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera.”

6 Entonces dijo esta parábola: “Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló.

7 Entonces dijo al viñador: ‘He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?’

8 Entonces él le respondió diciendo: ‘Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.

9 Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.’”

10 Jesús enseñaba en una de las sinagogas en el sábado.

11 Y he aquí una mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho años; andaba encorvada y de ninguna manera se podía enderezar.

12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

13 Puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

14 Y respondiendo el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en sábado, decía a la gente: —Seis días hay en la semana en los cuales se debe trabajar. Venid, pues, en estos días y sed sanados, y no en el día de sábado.

15 Entonces el Señor le respondió diciendo: —¡Hipócrita! ¿No desata cada uno de vosotros en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?

16 Y a ésta, siendo hija de Abraham, a quien Satanás ha tenido atada por dieciocho años, ¿no debía ser librada de esta atadura en el día de sábado?

17 Cuando él decía estas cosas, todos sus adversarios se avergonzaban. Y todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas que él hacia.

18 Por lo tanto, él decía: —¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?

19 Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció y se convirtió en un árbol, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.

20 Otra vez dijo: —¿A qué compararé el reino de Dios?

21 Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.

22 Jesús pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén.

23 Entonces alguien le dijo: —Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

24 —Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.

25 Después que el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, afuera, comenzaréis a llamar a la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Pero respondiendo él os dirá: “No os conozco de dónde sois.”

26 Entonces comenzaréis a decir: “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.”

27 Pero os hablará diciendo: “No os conozco de dónde sois. ¡Apartaos de mí todos los que hacéis iniquidad!”

28 Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros echados fuera.

29 Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur; y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

30 He aquí, hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.

31 En la misma hora llegaron ciertos fariseos y le dijeron: —Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.

32 El les dijo: —Id y decid a ese zorro: “He aquí echo fuera demonios y realizo sanidades hoy y mañana, y al tercer día termino.”

33 Sin embargo, es necesario que yo siga mi camino hoy, mañana y pasado mañana; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.

34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!

35 He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Os digo que no me veréis más, hasta que venga el día cuando digáis: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”