Reina Valera 1989
Lucas 12
1 En esto, habiéndose juntado una multitud de miles y miles, tanto que se pisoteaban unos a otros, él comenzó a decir primeramente a sus discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Porque no hay nada encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de ser conocido.
3 Más bien, las cosas que habéis dicho en las tinieblas serán oídas en la luz, y lo que habéis hablado al oído en las habitaciones será pregonado en las azoteas.
4 “Y os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después no tienen nada peor que hacer.
5 Pero yo os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo: A éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajaritos por dos cuartos? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Pero aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos.
8 “Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
9 pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios.
10 A todo aquel que diga palabra en contra del Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 “Cuando os lleven a las sinagogas y a los magistrados y autoridades, no estéis preocupados de cómo o qué responderéis, o qué habréis de decir.
12 Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que se debe decir.”
13 Le dijo uno de la multitud: —Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
14 Y él le dijo: —Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre vosotros?
15 Y les dijo: —Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16 Entonces les refirió una parábola, diciendo: —Las tierras de un hombre rico habían producido mucho.
17 Y él razonaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos.”
18 Entonces dijo: “¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes,
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate.”
20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?”
21 Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.
22 Dijo a sus discípulos: —Por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
23 La vida es más que el alimento, y el cuerpo es más que el vestido.
24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan, ni tienen almacenes ni graneros; y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!
25 ¿Quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir un codo a su estatura?
26 Pues si no podéis lo que es menos, ¿por qué estáis afanosos de lo demás?
27 Considerad los lirios, cómo crecen. No trabajan, ni hilan; y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos.
28 Si Dios viste así la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!
29 Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni estéis ansiosos.
30 Porque todas estas cosas busca la gente del mundo; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.
31 Más bien, buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 Vended vuestros bienes y dad ofrendas de misericordia. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca el ladrón, ni la polilla destruye.
34 Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
35 Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas.
36 Y sed vosotros semejantes a los siervos que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas, para que le abran al instante en que llegue y llame.
37 Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor les encuentre velando cuando llegue. De cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y viniendo les servirá.
38 Aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los halla así, ¡bienaventurados aquellos siervos!
39 Sabed que si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, no habría permitido que forzara la entrada a su casa.
40 Vosotros también estad preparados, porque a la hora que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre.
41 Entonces Pedro le dijo: —Señor, ¿dices esta parábola para nosotros, o también para todos?
42 Y dijo el Señor: —¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, a quien el señor pondrá sobre los de su casa para que les dé sus raciones a su debido tiempo?
43 Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así.
44 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
45 Pero si aquel siervo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir” y comienza a golpear a los siervos y a las siervas, y a comer y a beber y a embriagarse,
46 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera y a la hora que no sabe, y le castigará duramente y pondrá su parte con los incrédulos.
47 Porque aquel siervo que entendió la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
48 Pero el que no entendió, aunque hizo cosas dignas de azotes, recibirá pocos azotes. Porque de todo aquel a quien le ha sido dado mucho, mucho se demandará de él; y de aquel a quien confiaron mucho, se le pedirá más.
49 He venido a echar fuego en la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviese encendido!
50 Tengo un bautismo con que ser bautizado, ¡y cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? ¡Os digo que no, sino a causar división!
52 Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres.
53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54 Decía también a las multitudes: —Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: “Va a llover.” Y así sucede.
55 Cuando sopla el viento del sur, decís: “Hará calor.” Y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no sabéis interpretar este tiempo?
57 ¿Por qué no juzgáis vosotros mismos lo que es justo?
58 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura con diligencia arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez y el juez te entregue al policía, y el policía te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca.