Reina Valera 1989

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Marcos

Marcos 1

1 El principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.

2 Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí envío mi mensajero delante de ti, quien preparará tu camino.

3 Voz del que proclama en el desierto: “Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.”

4 Así Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados.

5 Y salía a él toda la provincia de Judea y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

6 Juan estaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre.

7 Y predicaba diciendo: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado.

8 Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo.”

9 Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como paloma.

11 Y vino una voz desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.”

12 En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto,

13 y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras, y los ángeles le servían.

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios,

15 y diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!”

16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés hermano de Simón, echando la red en el mar; porque eran pescadores.

17 Jesús les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”

18 De inmediato dejaron sus redes y le siguieron.

19 Al ir un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo y a su hermano Juan. Ellos estaban en su barca arreglando las redes.

20 En seguida les llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los jornaleros, se fueron en pos de él.

21 Entraron en Capernaúm. Y en seguida, entrando él en la sinagoga los sábados, enseñaba.

22 Y se asombraban de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

23 Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó

24 diciendo: —¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres: ¡el Santo de Dios!

25 Jesús le reprendió diciendo: —¡Cállate y sal de él!

26 Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia, clamó a gran voz y salió de él.

27 Todos se maravillaron, de modo que discutían entre sí diciendo: —¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y le obedecen.

28 Y pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región alrededor de Galilea.

29 En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés.

30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella.

31 El se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.

32 Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos los enfermos y los endemoniados.

33 Toda la ciudad estaba reunida a la puerta.

34 Y él sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los demonios hablar, porque le conocían.

35 Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba.

36 Simón y sus compañeros fueron en busca de él.

37 Le encontraron y le dijeron: —Todos te buscan.

38 El les respondió: —Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.

39 Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echando fuera los demonios.

40 Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le dijo: —Si quieres, puedes limpiarme.

41 Jesús, movido a compasión, extendió la mano, le tocó y le dijo: —Quiero; sé limpio.

42 Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio.

43 En seguida, le despidió después de amonestarle

44 y le dijo: —Mira, no digas nada a nadie. Más bien vé, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a tu purificación, para testimonio a ellos.

45 Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera en lugares despoblados. Y venían a él de todas partes.