Reina Valera 1989

971/1189

Marcos 14

1 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderle por engaño y matarle,

2 pues decían: “No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo.”

3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús.

4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: —¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?

5 Porque podría haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella,

6 pero Jesús dijo: —Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ella ha hecho una buena obra conmigo.

7 Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queréis les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis.

8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

9 De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado para memoria de ella.

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.

11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarle en un momento oportuno.

12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: —¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?

13 El envió a dos de sus discípulos y les dijo: —Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle;

14 y donde entre, decid al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”

15 Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparad allí para nosotros.

16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.

17 Al atardecer fue con los doce;

18 y cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: —De cierto os digo que uno de vosotros, el que come conmigo, me va a entregar.

19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: —¿Acaso seré yo?

20 El les dijo: —Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato.

21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.

22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: —Tomad; esto es mi cuerpo.

23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella.

24 Y él les dijo: —Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos.

25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.

26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.

27 Entonces Jesús les dijo: —Todos os escandalizaréis de mí; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.

28 Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

29 Entonces Pedro le dijo: —Aunque todos sean escandalizados, yo no.

30 Jesús le dijo: —De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.

31 Pero él decía con mayor insistencia: —Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo.

32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras yo oro.

33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.

34 Y les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.

35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora.

36 Decía: —¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.

37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: —Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora?

38 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.

40 Cuando volvió otra vez, los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.

41 Volvió por tercera vez y les dijo: —¿Todavía estáis durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.

42 ¡Levantaos, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.

43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.

44 El que le entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ése es. Prendedle y llevadle con seguridad.”

45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo: —¡Rabí! Y le besó.

46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron;

47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

48 Jesús respondió y les dijo: —¿Como contra un asaltante habéis salido con espadas y palos para prenderme?

49 Cada día yo estaba delante de vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.

50 Entonces todos los suyos le abandonaron y huyeron.

51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, le seguía; y le prendieron.

52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.

53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.

54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.

55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a muerte; pero no lo hallaban.

56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban.

57 Entonces se levantaron unos, y dieron falso testimonio contra él diciendo:

58 —Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos.”

59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.

60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y preguntó a Jesús diciendo: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?

61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo: —¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?

62 Jesús le dijo: —Yo soy. Y además, veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo.

63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo: —¿Qué más necesidad tenemos de testigos?

64 Vosotros habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos ellos le condenaron como reo de muerte.

65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle de bofetadas, diciendo: —¡Profetiza! También los guardias le recibieron a bofetadas.

66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote.

67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo: —Tú también estabas con Jesús de Nazaret.

68 Pero él negó diciendo: —No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó.

69 Cuando la criada le vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí: —Este es uno de ellos.

70 Pero él negó otra vez. Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro: —Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo.

71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: —¡No conozco a este hombre de quien habláis!

72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez, y Pedro se acordó de la palabra, como Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, tú me negarás tres veces.” Y pensando en esto, lloraba.