Reina Valera 1989

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Mateo 21

1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,

2 diciéndoles: —Id a la aldea que está frente a vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada, y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos.

3 Si alguien os dice algo, decidle: “El Señor los necesita, y luego los enviará.”

4 Todo esto aconteció para cumplir lo dicho por el profeta, cuando dijo:

5 Decid a la hija de Sion: “He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna y sobre un borriquillo, hijo de bestia de carga.”

6 Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó.

7 Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos.

8 La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.

9 Las multitudes que iban delante de él y las que le seguían aclamaban diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

10 Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: —¿Quién es éste?

11 Y las multitudes decían: —Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

12 Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,

13 y les dijo: —Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

14 Entonces ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y él los sanó.

15 Pero los principales sacerdotes y los escribas se indignaron cuando vieron las maravillas que él hizo, y a los muchachos que le aclamaban en el templo diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David!

16 Y le dijeron: —¿Oyes lo que dicen éstos? Jesús les dijo: —Sí. ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman preparaste la alabanza?

17 Los dejó y salió fuera de la ciudad a Betania, y se alojó allí.

18 Volviendo a la ciudad por la mañana, él tuvo hambre.

19 Al ver una higuera en el camino, fue a ella; pero no encontró nada en ella sino sólo hojas, y le dijo: —Nunca jamás brote fruto de ti. Pronto se secó la higuera,

20 y los discípulos, al verlo, se maravillaron diciendo: —¿Cómo se secó tan pronto la higuera?

21 Jesús respondió y les dijo: —De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si decís a este monte: “Quítate y arrójate al mar,” así será.

22 Todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.

23 El llegó al templo, y mientras estaba enseñando, se acercaron a él los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le decían: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?

24 Entonces respondió Jesús y les dijo: —Yo también os haré una pregunta; y si me respondéis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas.

25 ¿De dónde era el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres? Entonces ellos razonaban entre sí, diciendo: —Si decimos “del cielo,” nos dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?”

26 Y si decimos “de los hombres…,” tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.

27 Respondieron a Jesús y dijeron: —No sabemos. Y él les dijo: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

28 ¿Pero, qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, vé hoy a trabajar en la viña.”

29 El contestó y dijo: “No quiero.” Pero después, cambió de parecer y fue.

30 Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: “¡Sí, señor, yo voy!” Y no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos dijeron: —El primero. Y Jesús les dijo: —De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios.

32 Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque vosotros lo visteis, después no cambiasteis de parecer para creerle.

33 Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de un campo, quien plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos.

34 Pero cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.

35 Y los labradores, tomando a sus siervos, a uno hirieron, a otro mataron y a otro apedrearon.

36 El envió de nuevo otros siervos, en mayor número que los primeros, y les hicieron lo mismo.

37 Por último, les envió a su hijo, diciendo: “Tendrán respeto a mi hijo.”

38 Pero al ver al hijo, los labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Venid, matémosle y tomemos posesión de su herencia.”

39 Le prendieron, le echaron fuera de la viña y le mataron.

40 Ahora bien, cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

41 Le dijeron: —A los malvados los destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, quienes le pagarán el fruto a su tiempo.

42 Jesús les dijo: —¿Nunca habéis leído en las Escrituras? La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo. De parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos.

43 Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino.

44 El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga.

45 Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos.

46 Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta.