Reina Valera 1989

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Mateo 14

1 En aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús

2 y dijo a sus criados: “¡Este es Juan el Bautista! El ha resucitado de los muertos; por esta razón operan estos poderes en él.”

3 Porque Herodes había prendido a Juan, le había atado con cadenas y puesto en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe.

4 Porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla por mujer.”

5 Y aunque Herodes quería matarlo, temió al pueblo; porque le tenían por profeta.

6 Pero cuando se celebró el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodía danzó en medio y agradó a Herodes,

7 por lo cual él se comprometió bajo juramento a darle lo que ella pidiera.

8 Ella, instigada por su madre, dijo: “Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.”

9 Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen.

10 Mandó decapitar a Juan en la cárcel.

11 Y su cabeza fue traída en un plato y fue dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre.

12 Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo y lo enterraron. Luego fueron y se lo contaron a Jesús.

13 Al oírlo, Jesús se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado. Cuando las multitudes oyeron esto, le siguieron a pie desde las ciudades.

14 Cuando Jesús salió, vio la gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que entre ellos estaban enfermos.

15 Al atardecer, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: —El lugar es desierto, y la hora ya avanzada. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren para sí algo de comer.

16 Pero Jesús les dijo: —No tienen necesidad de irse. Dadles vosotros de comer.

17 Entonces ellos dijeron: —No tenemos aquí sino cinco panes y dos pescados.

18 El les dijo: —Traédmelos acá.

19 Luego mandó que la gente se recostara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Después de partirlos, dio los panes a sus discípulos, y ellos a la gente.

20 Todos comieron y se saciaron, y se recogieron doce canastas llenas de lo que sobró de los pedazos.

21 Los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

22 Y en seguida Jesús obligó a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes.

23 Una vez despedida la gente, subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.

24 La barca ya quedaba a gran distancia de la tierra, azotada por las olas, porque el viento era contrario.

25 Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos caminando sobre el mar.

26 Pero cuando los discípulos le vieron caminando sobre el mar, se turbaron diciendo: —¡Un fantasma! Y gritaron de miedo.

27 En seguida Jesús les habló diciendo: —¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!

28 Entonces le respondió Pedro y dijo: —Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

29 Y él dijo: —Ven. Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús.

30 Pero al ver el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: —¡Señor, sálvame!

31 De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo: —¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32 Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento.

33 Entonces los que estaban en la barca le adoraron diciendo: —¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!

34 Cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret.

35 Y cuando los hombres de aquel lugar le reconocieron, mandaron a decirlo por toda aquella región, y trajeron a él todos los que estaban enfermos.

36 Y le rogaban que sólo pudiesen tocar el borde de su manto, y todos los que tocaron quedaron sanos.