Reina Valera 1989
Salmos 102
1 (Oración de un afligido, cuando desmaya y derrama su lamento delante de Jehovah) Oh Jehovah, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor.
2 No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído. En el día en que te invoque, apresúrate a responderme.
3 Porque mis días se han disipado como humo; mis huesos arden como un brasero.
4 Mi corazón ha sido herido y se ha secado como la hierba, por lo cual me olvidé de comer mi pan.
5 Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado a mi carne.
6 Soy semejante al búho del desierto; soy como la lechuza de los sequedales.
7 Estoy insomne; soy como un pájaro solitario sobre el tejado.
8 Todo el día me afrentan mis enemigos; los que me escarnecen se han conjurado contra mí.
9 Por eso he comido ceniza como pan, y mi bebida mezclo con llanto,
10 a causa de tu enojo y de tu ira. Porque me levantaste y me arrojaste,
11 mis días son como la sombra que se va. Me he secado como la hierba.
12 Pero tú, oh Jehovah, permanecerás para siempre, y tu memoria de generación en generación.
13 Levántate, ten misericordia de Sion, porque ha llegado el tiempo de tener compasión de ella.
14 Tus siervos aman sus piedras, y de su polvo tienen compasión.
15 Entonces las naciones temerán el nombre de Jehovah, y todos los reyes de la tierra temerán tu gloria.
16 Por cuanto Jehovah habrá edificado a Sion, será visto en su gloria.
17 Habrá considerado la oración de los despojados, y no habrá desechado el ruego de ellos.
18 Sea escrito esto para la generación venidera, y un pueblo que será creado alabará a Jehovah.
19 Porque miró desde lo alto de su santuario, Jehovah miró desde los cielos a la tierra,
20 para oír el gemido de los presos, para librar a los sentenciados a muerte,
21 para contar en Sion del nombre de Jehovah, y de su alabanza en Jerusalén,
22 cuando los pueblos y reinos se congreguen en uno para servir a Jehovah.
23 Debilitó mi fuerza en el camino y acortó mis días.
24 Dije: “Dios mío, no me lleves en la mitad de mis días. ¡Tus años duran por generación y generación!
25 Tú fundaste la tierra en la antigüedad; los cielos son obra de tus manos.
26 Ellos perecerán, pero tú permanecerás. Todos ellos se envejecerán como un vestido; como a ropa los cambiarás, y pasarán.
27 Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.
28 Los hijos de tus siervos habitarán seguros, y su descendencia estará firme delante de ti.”