Reina Valera 1989
1 Reyes
1Reyes 1
1 Cuando el rey David era anciano, de edad avanzada, lo cubrían con ropas, pero no se calentaba.
2 Por tanto, sus servidores le dijeron: “Que busquen para mi señor el rey una joven virgen, a fin de que esté en la presencia del rey, le atienda y duerma en su seno, para que dé calor a mi señor el rey.”
3 Entonces buscaron a una joven bella por todo el territorio de Israel. Hallaron a Abisag la sunamita y la llevaron al rey.
4 La joven era sumamente bella. Ella atendía al rey y le servía, pero el rey no la conoció.
5 Entonces Adonías, hijo de Haguit, se enalteció diciendo: “¡Yo seré rey!” Y se consiguió un carro, jinetes y cincuenta hombres que corriesen delante de él.
6 En toda su vida, su padre no le había contrariado diciéndole: “¿Por qué has actuado así?” El era también de muy buena presencia y había nacido después de Absalón.
7 Adonías tenía tratos con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar. Ellos respaldaban a Adonías;
8 pero el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyada, el profeta Natán, Simei, Rei y los valientes que tenía David no seguían a Adonías.
9 Adonías mató ovejas, vacas y ganado engordado junto a la peña de Zojélet, que está cerca de En-rogel; e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del rey.
10 Pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los valientes, ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán habló a Betsabé, madre de Salomón, diciendo: —¿No has oído que reina Adonías, hijo de Haguit, sin que lo sepa nuestro señor David?
12 Ahora pues, ven, déjame darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu hijo Salomón:
13 Vé, entra a la presencia del rey David y dile: “Mi señor el rey, ¿no has jurado tú a tu sierva diciendo: ‘Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono’? ¿Por qué, pues, reina Adonías?”
14 Mientras tú aún estés allí hablando con el rey, he aquí que yo entraré detrás de ti y confirmaré tus palabras.
15 Entonces Betsabé entró en el dormitorio del rey. El rey era muy anciano, y Abisag la sunamita le servía.
16 Betsabé se inclinó y se postró ante el rey, y éste preguntó: —¿Qué quieres?
17 Ella le respondió: —Señor mío, tú has jurado a tu sierva por Jehovah tu Dios: “Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono.”
18 Pero ahora, he aquí que reina Adonías; y tú, mi señor el rey, no lo sabes.
19 El ha matado numerosos bueyes, ganado engordado y ovejas; ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del ejército; pero no ha invitado a tu siervo Salomón.
20 Ahora bien, oh mi señor el rey, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les declares quién se ha de sentar en el trono de mi señor el rey, después de él.
21 De otra manera, acontecerá que cuando mi señor el rey repose con sus padres, mi hijo Salomón y yo seremos tenidos por culpables.
22 Y he aquí, mientras ella todavía hablaba con el rey, llegó el profeta Natán.
23 E informaron al rey diciendo: —El profeta Natán está aquí. Cuando él entró a la presencia del rey, se postró a tierra sobre su rostro ante el rey.
24 Entonces dijo Natán: —Mi señor el rey, ¿has dicho tú: “Adonías reinará después de mí, y él se sentará en mi trono”?
25 Porque hoy ha descendido y ha matado numerosos bueyes, ganado engordado y ovejas. Ha invitado a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar. He aquí, ellos están comiendo y bebiendo ante él, y han dicho: “¡Viva el rey Adonías!”
26 Pero no me ha invitado a mí, tu siervo; ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyada, ni a tu siervo Salomón.
27 ¿Ha sido ordenado este asunto por mi señor el rey, sin haber informado a tu siervo quién se habría de sentar en el trono de mi señor el rey, después de él?
28 Entonces el rey David respondió diciendo: —Llamadme a Betsabé. Ella entró a la presencia del rey y se puso de pie delante de él.
29 Y el rey juró diciendo: —¡Vive Jehovah que rescató mi alma de toda adversidad,
30 que como yo te he jurado por Jehovah Dios de Israel, diciendo: “Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono en mi lugar,” ciertamente así lo haré en el día de hoy!
31 Entonces Betsabé se inclinó con el rostro a tierra y se postró ante el rey, diciendo: —¡Viva para siempre mi señor, el rey David!
32 Y el rey David dijo: —Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyada. Ellos entraron a la presencia del rey,
33 y el rey les dijo: —Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi mula y hacedle descender a Guijón.
34 El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán allí rey de Israel. Luego tocaréis la corneta y diréis “¡Viva el rey Salomón!”
35 Después subiréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará en mi lugar; porque a él le he designado para que sea el soberano de Israel y de Judá.
36 Benaías hijo de Joyada respondió al rey diciendo: —¡Amén! Así lo diga Jehovah, Dios de mi señor el rey.
37 De la manera que Jehovah ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón y engrandezca su trono más que el trono de mi señor, el rey David.
38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías hijo de Joyada, los quereteos y los peleteos descendieron e hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey David y lo condujeron a Guijón.
39 Entonces el sacerdote Sadoc tomó del tabernáculo el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Luego tocaron la corneta, y todo el pueblo gritó: —¡Viva el rey Salomón!
40 Después todo el pueblo subió tras él. La gente tocaba flautas y se regocijaba con tal regocijo que la tierra se partía con el estruendo de ellos.
41 Cuando habían acabado de comer, Adonías lo oyó, junto con todos los invitados que estaban con él. Y al oír Joab el sonido de la corneta, dijo: —¿Por qué se alborota la ciudad con bullicio?
42 Mientras él aún hablaba, he aquí que llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar; y Adonías le dijo: —Entra, porque tú eres hombre valeroso y traerás buenas noticias.
43 Jonatán respondió y dijo a Adonías: —Al contrario; porque nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón.
44 El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías hijo de Joyada y también a los quereteos y a los peleteos, los cuales le han hecho montar sobre la mula del rey.
45 El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en Guijón. De allá han subido con gran regocijo, y la ciudad está llena de bullicio. Este es el alboroto que habéis oído.
46 Además, Salomón se ha sentado en el trono real.
47 También los servidores del rey han ido a congratular a nuestro señor el rey David, diciendo: “¡Tu Dios haga el nombre de Salomón más ilustre que tu nombre y engrandezca su trono más que el tuyo!” El mismo rey ha hecho reverencia desde su cama,
48 y el rey también ha hablado así: “¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, y que mis ojos lo vean!”
49 Entonces todos los invitados que estaban con Adonías se estremecieron, se levantaron y se fueron, cada uno por su camino.
50 Pero Adonías, temiendo a Salomón, se levantó y fue a asirse de los cuernos del altar.
51 E informaron a Salomón diciendo: —He aquí que Adonías tiene miedo del rey Salomón, y se ha asido de los cuernos del altar, diciendo: “¡Que me jure ahora el rey Salomón que no matará a espada a su siervo!”
52 Entonces Salomón dijo: —Si demuestra ser un hombre digno, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; pero si se halla maldad en él, morirá.
53 El rey Salomón mandó que le hicieran bajar del altar. El vino y se postró ante el rey Salomón. Y Salomón le dijo: —Vete a tu casa.