Reina Valera 1989
Deuteronomio 9
1 “Escucha, Israel: Tú vas a cruzar hoy el Jordán para entrar a desalojar naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo,
2 un pueblo grande y alto, los anaquitas, de los cuales tú tienes conocimiento y has oído decir: ‘¿Quién podrá permanecer delante de los hijos de Anac?’
3 Y sabrás hoy que Jehovah tu Dios es el que cruza delante de ti. El es fuego consumidor. El los destruirá y los someterá delante de ti. Y tú los desalojarás y los destruirás rápidamente, como Jehovah te ha prometido.
4 “Cuando Jehovah tu Dios los haya echado de delante de ti, no digas en tu corazón: ‘Por mi justicia Jehovah me ha traído para tomar posesión de la tierra.’ Porque por la impiedad de estas naciones es que Jehovah las echa de tu presencia.
5 No es por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón, que entras a tomar posesión de su tierra. Es por la impiedad de estas naciones que Jehovah tu Dios las echa de tu presencia, y para cumplir la palabra que Jehovah juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
6 “Sabrás, pues, que no es por tu justicia que Jehovah tu Dios te da esta buena tierra para que la tomes en posesión, puesto que tú eres un pueblo de dura cerviz.
7 Acuérdate; no te olvides que en el desierto provocaste a ira a Jehovah tu Dios. Habéis sido rebeldes para con Jehovah desde el día en que salisteis de la tierra de Egipto, hasta que llegasteis a este lugar.
8 “Vosotros provocasteis a ira a Jehovah en Horeb, y Jehovah se airó tanto contra vosotros como para destruiros.
9 Cuando subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehovah hizo con vosotros, estuve en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua.
10 Y Jehovah me dio las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. En ellas estaban todas las palabras que Jehovah os había hablado en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.
11 Sucedió que, al final de los cuarenta días y cuarenta noches, Jehovah me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.
12 Y me dijo Jehovah: ‘Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Se han apartado rápidamente del camino que yo les mandé, y se han hecho una imagen de fundición.’
13 “Jehovah me habló diciendo: ‘Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura cerviz.
14 Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y de ti haré una nación más poderosa y numerosa que ellos.’
15 “Di vuelta y descendí del monte que ardía en fuego, con las dos tablas del pacto en mis dos manos.
16 Miré, y he aquí que habíais pecado contra Jehovah vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos rápidamente del camino que Jehovah os había mandado.
17 Entonces tomé las dos tablas, las arrojé de mis dos manos y las rompí delante de vuestros ojos.
18 “Luego me postré delante de Jehovah, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo lo malo ante los ojos de Jehovah, hasta enojarlo.
19 Ciertamente tuve mucho miedo a causa del furor y de la ira con que Jehovah estaba tan enojado contra vosotros como para destruiros. Pero Jehovah me escuchó también esta vez.
20 “Jehovah también se enojó tanto contra Aarón como para destruirlo. Y también oré por Aarón en aquella ocasión.
21 “Yo tomé vuestro pecado, el becerro que habíais hecho, y lo quemé en el fuego. Lo desmenucé moliéndolo bien, hasta reducirlo a polvo, el cual arrojé a la quebrada que descendía del monte.
22 “También en Tabera, en Masá y en Quibrot-hataavah provocasteis a ira a Jehovah.
23 Y cuando Jehovah os envió desde Cades-barnea, diciendo: ‘Subid y tomad posesión de la tierra que yo os doy’, fuisteis rebeldes al mandato de Jehovah vuestro Dios y no le creisteis ni obedecisteis su voz.
24 Habéis sido rebeldes contra Jehovah desde el día en que yo os conocí.
25 Yo me postré delante de Jehovah cuarenta días y cuarenta noches; me postré, porque Jehovah dijo que os iba a destruir.
26 Oré a Jehovah diciendo: Oh, Señor Jehovah, no destruyas a tu pueblo, a tu heredad que has rescatado por tu grandeza, al cual sacaste de Egipto con mano poderosa.
27 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob. No mires la dureza de este pueblo, ni su impiedad ni su pecado.
28 No sea que los de la tierra de donde nos sacaste digan: ‘Porque Jehovah no fue capaz de introducirlos en la tierra que les había prometido, o porque los aborrecía, los sacó para matarlos en el desierto.’
29 Pero ellos son tu pueblo y tu heredad que sacaste con tu gran poder y con tu brazo extendido.