La Historia de la Redención

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El agua de la roca

Viajaron por el desierto de Sin, y acamparon en Refidim, y no había agua para que la gente bebiera. “Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. HR 135.2

“Y Jehová dijo a Moisés: Pasa adelante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Oreb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?”. HR 135.3

Dios guió a los hijos de Israel para que acamparan en ese lugar, donde no había agua, para probarlos, para ver si lo buscarían en su apuro, o murmurarían como lo habían hecho anteriormente. En vista de lo que Dios había hecho por ellos mediante su maravillosa liberación, deberían haber creído en él en medio de su preocupación. Deberían haber comprendido que no los dejaría perecer de sed, puesto que les había prometido aceptarlos como su pueblo. Pero en vez de suplicar al Señor con humildad para que satisficiera sus necesidades, murmuraron contra Moisés, y le pidieron agua. HR 135.4

Dios constantemente había manifestado su poder de una manera maravillosa ante ellos, para que comprendieran que todos los beneficios que habían recibido provenían de él, que podía otorgárselos o quitárselos de acuerdo con su voluntad. A veces lo entendían en forma plena, y se humillaban profundamente delante del Señor; pero cuando tenían sed o hambre le echaban toda la culpa a Moisés, como si hubieran salido de Egipto para darle el gusto a él. Moisés se sentía afligido por causa de sus crueles murmuraciones. Preguntó al Señor qué podía hacer ya que la gente estaba a punto de apedrearlo. El Altísimo le mandó que golpeara la roca con la vara de Dios. La nube de su gloria reposó directamente delante de la roca. “Hendió las peñas en el desierto, y les dio a beber como de grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes, e hizo descender aguas como ríos”. Salmos 78:15, 16. HR 136.1

Moisés golpeó la roca, pero Cristo estuvo junto a él e hizo fluir agua de la peña. El pueblo tentó al Señor en su sed, y dijo: “Si nos ha traído hasta aquí, ¿por qué no nos da agua, así como nos dio pan?” Este “si” puso de manifiesto su culpable incredulidad, e indujo a Moisés a temer que Dios los castigara por causa de sus impías murmuraciones. Dios probó la fe de sus hijos, pero éstos no soportaron la prueba. Murmuraron por el alimento y por el agua, y acusaron a Moisés. Por su incredulidad, el Señor permitió que sus enemigos los atacaran, para manifestar a su pueblo de dónde procedía su fortaleza. HR 136.2