La Historia de la Redención

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La decisión

Santiago dio su testimonio definidamente: Dios había decidido aceptar a los gentiles para que gozaran de todos los privilegios de los judíos. El Espíritu Santo no vio conveniente imponer la ley ceremonial a los conversos de origen gentil; y los apóstoles y ancianos, después de estudiar cuidadosamente el tema, vieron el asunto desde el mismo ángulo, y su opinión concordó con la del Espíritu de Dios. Santiago presidía el concilio, y su última decisión fue: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios”. HR 322.1

Su sentencia fue que la ley ceremonial, y en especial el rito de la circuncisión, de ninguna manera fuera impuesto a los gentiles ni siquiera a título de recomendación. Santiago trató de que sus hermanos comprendieran el hecho de que los gentiles, al volverse a Dios apartándose de la idolatría, experimentaban un gran cambio de fe, y que debería ejercerse mucho cuidado para no perturbar sus mentes con asuntos dudosos capaces de causar perplejidad, no fuera que se desanimaran de seguir a Cristo. HR 322.2

Los gentiles, sin embargo, no debían seguir ningún tipo de conducta que se opusiera sustancialmente a las opiniones de sus hermanos judíos, o que suscitara prejuicios en sus mentes contra ellos. Los apóstoles y ancianos concordaron por lo tanto en instruir a los gentiles por medio de cartas que se abstuvieran de carnes ofrecidas a los ídolos, de fornicación, de animales ahogados o estrangulados, y del consumo de sangre. Se les requirió guardar los mandamientos y vivir vidas santas. Se aseguró a los gentiles que los hombres que los habían instado a circuncidarse lo habían hecho sin la autorización de los apóstoles. HR 322.3

Les recomendaron a Pablo y Bernabé como hombres que habían expuesto sus vidas por causa del Señor. Judas y Silas fueron enviados juntamente con los apóstoles para declarar a los gentiles de viva voz la decisión del concilio. Los cuatro siervos de Dios fueron enviados a Antioquía con la carta y el mensaje que ponía fin a la discusión; porque era la voz de la más alta autoridad sobre la tierra. HR 323.1

El concilio que decidió este caso estaba compuesto por los fundadores de las iglesias cristianas de origen judío y gentil. Los ancianos de Jerusalén y los representantes de Antioquía estuvieron presentes, como asimismo estuvieron representadas las iglesias más influyentes. El concilio no pretendió infalibilidad en sus deliberaciones, sino que actuó bajo las indicaciones de un juicio iluminado y con la dignidad de una iglesia establecida por la voluntad de Dios. Vieron que Dios mismo había decidido este asunto al favorecer a los gentiles con el Espíritu Santo, y que se los debía dejar que siguieran la dirección del Espíritu. HR 323.2

No se llamó a todo el conjunto de cristianos para que votara sobre estos asuntos. Los apóstoles y ancianos, hombres de influencia y juicio, dieron forma al decreto y lo promulgaron, a consecuencia de lo cual fue generalmente aceptado por todas las iglesias cristianas. No todos se sintieron contentos, sin embargo, con esta decisión; hubo una facción de falsos hermanos que pretendieron consagrarse a cierta obra bajo su propia responsabilidad. Se dedicaron a murmurar y a buscar faltas, proponiendo nuevos planes y tratando de derribar la tarea realizada por hombres experimentados a quienes Dios había ordenado para que enseñaran la doctrina de Cristo. La iglesia tuvo que enfrentar tales obstáculos desde el mismo principio, y tendrá que seguir haciéndolo hasta el fin del tiempo. HR 323.3