La Historia de la Redención

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Se advierte a Adán y Eva

Dios reunió a la hueste angélica para tomar medidas con el fin de evitar el mal que amenazaba. Se decidió en el consejo del cielo enviar ángeles para advertir a Adán que estaba en peligro por la presencia del enemigo. Dos ángeles se apresuraron a visitar a nuestros primeros padres. La santa pareja los recibió con inocente alegría, expresando su gratitud al Creador por haberlos rodeado con tal profusión de su bondad. Podían gozar de todo lo amable y atractivo, y todo parecía adaptarse sabiamente a sus necesidades; y lo que estimaban por sobre toda otra bendición era su relación con el Hijo de Dios y los ángeles celestiales, pues tenían tanto que contarles en cada visita en cuanto a las bellezas de la naturaleza que descubrían cada vez en el hermoso hogar del Edén, y tenían muchas preguntas que hacer acerca de muchas cosas que no podían comprender claramente. HR 29.3

Con bondad y amor los ángeles les daban la información que deseaban recibir. También les contaron la triste historia de la rebelión y la caída de Satanás. Entonces les informaron con claridad que el árbol del conocimiento había sido puesto en el jardín como prueba de su obediencia y su amor por Dios; que los santos ángeles sólo podían conservar su condición exaltada y feliz si eran obedientes; que ellos estaban en una situación similar; que podían obedecer la ley de Dios y ser inefablemente felices, o desobedecerla y perder su elevada condición y caer en la desesperación. HR 30.1

Dijeron a Adán y a Eva que Dios no los obligaría a obedecer; que no los había privado del poder de obrar en contra de su voluntad; que ellos eran seres dotados de naturaleza moral, libres de obedecer o de desobedecer. Sólo había una prohibición que Dios había considerado propio imponerles hasta ese momento. Si transgredían la voluntad de Dios ciertamente morirían. Dijeron a Adán y a Eva que el ángel más excelso, que seguía en jerarquía a Cristo, no había querido obedecer la ley de Dios que había sido promulgada para gobernar a los seres celestiales; que esa rebelión había provocado guerra en el cielo, que como resultado de ella el rebelde había sido expulsado, y que todo ángel que se había unido a él para poner en tela de juicio la autoridad del gran Jehová había sido echado del cielo también; y que ese adversario caído era ahora enemigo de todos los que se preocupaban de los intereses de Dios y de su amado Hijo. HR 30.2

Les dijeron que Satanás se había propuesto hacerles daño, y que era necesario que los protegieran, porque podrían llegar a relacionarse con el adversario caído; pero que éste no podría causarles perjuicio mientras se mantuvieran obedientes a los mandamientos de Dios, porque si fuera necesario todos los ángeles del cielo acudirían en su ayuda antes que permitir que él los perjudicara de alguna manera. Pero si desobedecían los mandamientos de Dios, entonces Satanás tendría poder para molestarlos, confundirlos y causarles problemas. Si permanecían firmes frente a las primeras insinuaciones de Satanás, estarían tan seguros como los ángeles celestiales. Pero si cedían ante el tentador, el que no había protegido a los ángeles excelsos tampoco los protegería. Tendrían que sufrir el castigo correspondiente a su transgresión, porque la ley de Dios es tan sagrada como él mismo, y él exige obediencia perfecta de todos en el cielo y en la tierra. HR 31.1

Los ángeles aconsejaron a Eva que no se separara de su esposo en el desempeño de sus tareas, porque podría llegar a encontrarse con el adversario caído. Si se separaban, estarían en mayor peligro que si estuvieran juntos. Los ángeles les encargaron que siguieran estrictamente las instrucciones que Dios les había dado en relación con el árbol del conocimiento, pues si obedecían perfectamente estarían a salvo, y el adversario caído no tendría poder para engañarlos. Dios no permitiría que Satanás siguiera a la santa pareja para tentarlos constantemente. Sólo podría tener acceso a ellos en el árbol del conocimiento del bien y del mal. HR 31.2

Adán y Eva aseguraron a los ángeles que nunca desobedecerían los expresos mandamientos de Dios, pues su mayor placer consistía en hacer su voluntad. Los ángeles se unieron a ellos en santos acordes de música armoniosa, y mientras sus himnos se elevaban a las alturas del bendito Edén, Satanás escuchaba la melodía de gozosa adoración al Padre y al Hijo. Y al escuchar aumentaba su envidia, su odio y su maldad. Comunicó entonces a sus seguidores su ardiente deseo de incitarlos (a Adán y Eva) a desobedecer, para que de esa manera acarrearan sobre sí la ira de Dios, y trocaran sus cantos de alabanza por el odio y por maldiciones a su Hacedor. HR 32.1